Un Caso Perdido

DIEZ

 

El director de la escuela nos miraba en silencio mientras estudiaba la situación.

—Amalia, ¿Por qué gritaste? —Me pregunta con la voz ronca, seguro es por todos los cigarrillos que ha fumado en su vida. Todo el lugar huele a humo de cigarro.

—Bueno... es que alguien empezó un rumor de mí.

Asiente. —Comprendo que has estado bajo mucha presión, tú encontraste a Matthew en la enfermería, además eres de las mejores estudiantes, seguro tienes presión por todo lo que tienes que hacer para la universidad, ¿verdad?

Esa es la versión apta para todo público, no la real. La versión donde Conrad inventó un rumor de Matthew y yo, de mi familia quebrada en miles de pedazos y de cómo mi madre divulga mi pasado de depresión con mi enemigo.

—Sí... a decir verdad, eso es lo que pasó.

Se mueve ahora hacia Conrad. —Señor Hall, usted es de nuestros mejores atletas no debería estar molestando a sus compañeras.

Conrad asiente. —Lo siento.

Sonríe el director como si acabara de firmar la paz mundial y hubiera resuelto todos los conflictos del mundo. Da un aplauso y se dirige al profesor: —Nada más que agregar, Lewis. Deles un castigo leve, podrían pintar la pared del gimnasio que necesita un retoque, ¿no?

El profesor Lewis no está satisfecho, pero acepta sin mayor drama.

Salimos de la oficina y se da la vuelta para hablarnos de frente. —Los espero hoy después de clases, van a pintar la pared y se quedaran los días que sean necesarios, ¿Entendido?

Asiento y Conrad hace lo mismo. Él se va sin nada más que agregar dejando a Conrad y a mí, solos.

—Amalia... —Conrad corta el silencia.

Seguro va a recriminarme o a seguir burlándose, así que lo interrumpo. —Conrad, ¿Por qué iniciaste ese rumor?

El lame sus labios. —No es un rumor... tú lo dijiste.

Bufo a pesar que no suena como si estuviera molestando, en realidad parece que está explicando algo que tiene certeza científica, dado el tono seguro de su voz. —No lo es, no... eso no pasó.

Niega y señala hacia atrás. —Estaba por la parte trasera de la escuela y tú misma le dijiste a Matt que dormían juntos o algo así... la verdad, me parecía interesante que la cerebrito y el capitán del equipo se estuvieran viendo para eso.

Arrugo mi nariz mientras recuerdo la conversación que tuve con Matt. Ah, creo que si dije algo así. —Eso no... mira, él y yo... — ¿Debería explicarle? Claro que no. No tiene ningún derecho de saber sobre mi vida privada.

Él suspira. —Da igual, tal vez escuché mal. Fin, lo siento.

No creo que lo sienta realmente pero por hoy, ya me cansé de pelear con él. Suelto una larga respiración mientras recuerdo que hoy no podré irme a casa gracias a todo esto.

—Conrad, no te metas en mi vida. Aun si hubiera pasado algo con él, no tienes derecho de hablar de mí. Seguro tú tienes tus cosas privadas, ¿Te gustaría que yo las divulgara por toda la escuela?

Conrad levanta las cejas y parpadea varias veces. Ahí me di cuenta que Conrad Hall, uno de los más populares y queridos de la escuela, también tiene secretos y por primera vez se dio cuenta que su perfecta burbuja social puede ser destruida si alguien revela todo lo que oculta.

Yo no sé cuáles serán esos secretos, pero sé que todos ocultamos algo. Todos.

—Bien —suelta y se da la vuelta.

Yo me doy la vuelta y camino hacia el lado contrario, deseando salir de este lugar y nunca más volver.

 

~ ❋✿✿❋ ~

 

En el gimnasio, estamos Conrad y yo con una cara de fastidio y sin ánimos de pintar esta pared de azul coral. Conrad comienza a destapar las latas de pintura y yo coloco las hojas de papel periódico en el suelo, para evitar manchar el piso.

—Yo pintaré arriba —anuncia, acercando una escalera de metal mediana.

Mentalmente le agradezco que se ofreciera a subirse a la escalera porque a mí me dan miedo las alturas pero si él lo supiera, seguro me forzaría a subirme.

Comienzo a pintar desde abajo hacia arriba. Tomo la brocha y lo hago sin ganas, él sube a la escalera y hace lo mismo que yo.

Ninguno de los dos habla más que lo necesario como por media hora. Esta pared es demasiado larga y parece que no acabaremos nunca, quizás mide unos quince metros de largo pero la parte que tenemos que retocar es solo la mitad derecha, por suerte.

—Va a ver que darle una segunda pasada. —Afirma Conrad quien aún sigue pintando la parte de arriba.

Es cierto. Aun se ve las partes de la pintura de abajo. Suspiro porque aún no hemos terminado con la primera capa y ahora resulta que tendremos que darle otra pasada de pintura más.

Dejo la brocha sobre un recipiente plástico y me dejo caer al suelo, sentándome con las piernas cruzadas.

—Ey, terminemos rápido.

Niego. —Estoy cansada, hazlo tú o espera que termine mi descanso de cinco minutos.

Conrad baja de la escalera y deja su brocha también. Pone sus manos sobre la cadera y me mira como si fuera un adulto listo para regañar a una pequeña niña malcriada.

Levanto la mirada hacia él y nos quedamos así por varios segundos. Es la primera vez que observo detenidamente su rostro. Tiene la piel blanca y contrasta de manera muy interesante con sus ojos azules.

—Tus ojos... nunca había visto alguien con ese color.

Conrad deja caer los brazos a sus lados y aclara su garganta. — ¿Qué?

Estoy tan cansada que no me importa que piense que soy rara. —Es que... tienes los ojos azules pero no había visto ese tono de azul antes, es demasiado oscuro.

Conrad resopla soltando una risa, se deja caer al suelo y se sienta de la misma forma que yo frente a mí. —Eres tan rara, Amalia.

Asiento. —Ya lo sé.

Señala mi cara. —Tú tienes los ojos muy grandes.

Ruedo los ojos porque eso ya lo he escuchado antes. No es como si fueran de caricatura pero parece que a todos les sorprende que mis ojos sean un poco más grandes que los promedio, lo cual es chistoso porque seguido terminan diciendo que son lindos y son el rasgo más atractivo de mi rostro y tonterías así. No me importa, me gustan mis ojos y ya.




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