Un Caso Perdido

TRECE

 

Un día de estos estaba bajando las escaleras después de comer con Charlie. Nos la pasamos hablando de películas antiguas y se nos fue el tiempo, en el momento que vi la hora en mi teléfono, me di cuenta que estaba por llegar tarde a clase.

Bajé las escaleras demasiado rápido y sin poder evitarlo, di un paso incorrecto y unos cuatro escalones antes que la escalera terminara, me resbalé y caí sentada sobre la penúltima grada.

No mentiré, duele mucho.

Trato de pararme pero el dolor es bastante fuerte. Cierro los ojos y suspiro. Necesito ponerme de pie aunque me duelen las piernas y el pie izquierdo que se me dobló al tratar de evitar caer. Espero no haberme lastimado seriamente.

Aun con los ojos cerrados, escucho: — ¿Estas bien?

Abro los ojos de golpe. Conrad se acerca levantando las cejas con una lata destapada de Pepsi en la mano derecha.

Perfecto, como si ahora necesitara esto. —Sí.

Conrad deja la lata a un lado en el suelo y extiende su mano derecha hacia mí. —Tómame, te ayudaré a ponerte de pie.

Niego. —Estoy bien, ve a clase, llegarás tarde

Conrad sigue con la mano extendida hacia mí, él se encoje de hombros. —Vamos, dame la mano.

Muerdo mi labio antes de confesarle en voz baja: —Es solo que, no creo poder pararme.

Frunce el ceño y baja la mano. — ¿Te lastimaste?

¿Por qué Conrad Hall, el bobo que inventa rumores ridículos de mí, está tratando de ayudarme? —Sí.

Conrad se acerca aún más a mí y esta vez extiende ambas manos. —Intentemos levantarte.

Trago saliva y por algún motivo desconocido, me siento nerviosa. No sé porque pero, justo en este momento incorrecto tengo un pensamiento extraño. Pienso en como la camisa de manga larga color verde musgo que lleva le queda bien.

Ya sé, seguro el golpe movió mi cerebro o algo.

—Está bien —mis manos se detienen un segundo antes de tomar sus manos, creo que nunca lo he hecho antes, no solo tomarle las manos a Conrad sino tomarle las manos a un chico que no sea Matt y eso fue hace años.

Finalmente me decido y tomo sus manos. Él trata de levantarme lentamente pero automáticamente cierro los ojos cuando trato de apoyar mi pie en el suelo por el dolor. Conrad me regresa lentamente y me suelta.

Él toma asiento a mi lado en las escaleras. — ¿Te llevo a la enfermería?

Niego nerviosa. —No. Solo necesito unos minutos, deberías marcharte.

Suspira. —No me iré —rasca su cabeza—, digo, no puedo solo dejarte aquí. Después dirás que soy un monstruo insensible.

Una pequeña sonrisa aparece en mi rostro. —Lo eres.

Él rueda los ojos y recuesta sus codos en una de las escaleras. —Entonces me quedo aquí hasta que te levantes.

Lo miro confundida. —No seré tu excusa para perderte una clase.

Sonríe. Conrad sonríe. ¿A mí?

—Ya, me voy a parar. —Le digo, retirando la mirada de él quien sorpresivamente no ha dicho nada molesto.

Él se levanta de un salto y vuelve a extender sus manos hacia mí. —Aunque te duela, trata de ponerte de pie.

Asiento y le hago caso. Él toma mis manos con fuerza y me ayuda a ponerme de pie. Seguía sintiendo dolor pero se me olvidó completamente cuando una vez de pie, Conrad y yo terminamos a pocos centímetros del otro.

Cuando quise soltarme de sus manos, estaba a punto de perder el equilibro porque no pude apoyar mi pie completamente en el suelo. Él me toma rápidamente de los brazos y como una ridícula película de adolescentes, quedamos atrapados en este momento cliché.

Excepto que nosotros no queremos estar juntos ni nada por el estilo, en realidad, nos caemos mal.

Aunque, ¿Le caigo mal a Conrad? Si fuera así, ¿Por qué no se burló de mí o simplemente me dejó sin preocuparse?

—Hueles como a cereza. —Conrad afirma y su comentario me toma desprevenida.

Aun no me ha soltado. — ¿Qué?

Odio tanto que mi corazón esté latiendo más rápido. No hay motivo para que ocurra esto. Seguro es porque nunca he estado tan cerca de alguien en una situación así, donde no puedo simplemente salir huyendo.

— ¿Es tu perfume? —Pregunta.

Aclaro mi garganta. —Em, puedes soltarme.

Él sonríe mostrando sus dientes. Me pregunto si tuvo que usar frenillos, están demasiado rectos y alineados. —Si te suelto te caes —se acerca a mi oído y yo muevo un poco el rostro hacia el lado contrario—, ya sé que te derrito pero no quiero que te lastimes.

Ahora si me zafo de él. Conrad me toma del antebrazo para evitar que vuelva a caer y yo sigo completamente confundida sobre la razón por la cual sigue aquí.

—Vamos a la enfermería. —Me pide.

Niego, tratando de mantener el rostro hacia abajo porque siento las mejillas calientes y temo que esté sonrojada.

—Amalia, vamos.

Claro que lo último que dijo no fue una petición, esta vez intenta cargarme inclinándose para tomar mis piernas y lo detengo. — ¡Bien! Yo voy pero en el suelo, no hagas eso.

Sonríe mientras se inclina a recoger la lata que había dejado en el suelo.

Percibo como el dolor comienza a disminuir, Conrad se acerca a un basurero y deposita la lata, camina de vuelta a mí y coloca su brazo a mi lado como si fuera un reposabrazos.

—Tómalo.

Niego. —No.

Conrad entrelaza nuestros brazos, el derecho mío con su brazo izquierdo, y casi me ahogo con mi propia saliva.

— ¿Qué haces?

Conrad chasquea los labios. —No seas tan dramática, solo te estoy ayudando.

Él avanza y camino lentamente a su lado, con nuestros brazos entrelazados y el corazón latiéndome a la velocidad de la luz. — ¿Por qué me ayudas? Tu no, no eres así.

Vuelve a acercar su rostro a mi oreja. —Y según tú, ¿Cómo soy?

Me aparto. —Ya sabes, siempre me molestas y todo eso.

Lame sus labios. —No es cierto.

Ruedo los ojos. —No te hagas, siempre buscas formas de estresarme. Así eres tú, un fastidio.

Voltea su rostro y observa mi rostro unos segundos. Rayos, siento mi rostro calentándose. —Me gusta molestarte. Casi no hablas, me siento especial siendo el único al que le hablas.




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