Las clases había finalizado hace una semana, la mayoría de mis compañeros se fueron a otros lugares. Algunos a descansar a las casas de playa que sus padres rentan, otros a campamentos de verano y algunos han salido del país.
Mientras tanto, yo sigo con mi vida.
El verano siempre es una época esperada para todos los estudiantes. Aquí es donde se crean las mejores anécdotas. Donde te enamoras de alguien por unas semanas para nunca volver a ver a esa persona. Donde te tomas miles de fotografías con tus amigos y te quemas tanto la piel que comienza a pelarse.
Sin embargo, yo no era una persona que llevaba una vida ordinaria. No tenía con quien crear recuerdos, o de quien enamorarme y no me gusta salir sin bloqueador solar.
Mi mamá si le pidió el divorcio a papá pero, al parecer, ellos lo hicieron de una forma civilizada y de mutuo acuerdo. Ninguno peleó demás, simplemente fueron con el abogado y terminaron con todos los trámites.
Papá trató de hablar conmigo un día, quería asegurarse que no quedara traumada permanentemente con su decisión pero él ignora que yo ya sabía muchas cosas. Él quiso pasar más tiempo conmigo al principio, comía la cena y me preguntaba cosas de la escuela pero a los pocos días, empezó con las escusas y dejó de hacerlo.
Yo estaba agradecida, a este punto siento que mi padre es más como un familiar lejano al igual que mi madre. De mi hermano, ni hablemos.
— ¿Qué vas a hacer durante el verano? —Había preguntado mamá, sin demasiado interés por el teléfono—. Puedes venir conmigo a mi viaje de negocios.
Ella se iba a Australia durante un mes. La verdad, lo pensé bastante. Claro, conocer un nuevo país sería emocionante pero luego me arrepentí. Al menos aquí puedo pasear por las calles conocidas y platicar con los ancianos en sus locales de frutas, allá quizás sea diferente.
Me negué y depositó 2 mil dólares en mi cuenta, supongo que era su forma de compensar el vacío de su ausencia, de nuevo.
Ese dinero casi no lo uso, normalmente gasto unos cien dólares al mes en gustos propios. Algunos libros, un par de cosas para la escuela y ya. No me gasto el dinero realmente, no tengo en que gastar.
Hoy es uno de esos días frescos. El sol está radiante y me recuerda que debo aplicarme protector solar antes de salir. Hay un poco de viento ligero, perfecto para salir y comprar algo de comer. Normalmente ordenaría algo por el teléfono pero honestamente, me gusta ver el paisaje. Me gusta sentir la naturaleza tanto como sea posible, además debo comprar unas cosas para la casa.
Lo gracioso de mis padres es que no saben que ambos me dan dinero por lo que termino con cantidades de cuatro dígitos sin trabajar. Papá me ha designado para ser la que se encarga de mantener comida en el refrigerador y papel higiénico.
Me pongo un vestido que me llega hasta las rodillas, es lila y aunque no amo los vestidos, es el clima perfecto para usar uno. Recojo mi cabello en una cola de lado y me aplico bastante desodorante. Antes de salir me aseguro que todo esté cerrado, las luces apagadas, la llave de gas cerrada y en orden.
Abro mi bolsa cruzada y reviso antes de irme si llevo lo que necesito. Llaves, cartera, celular, audífonos. Listo.
Salgo sin prisa y camino unas diez cuadras, donde los negocios comienzan a aparecer. Veo las opciones que tengo para almorzar y me decido por el restaurante de sándwiches y hamburguesas.
Entro y agradezco que haya aire acondicionado. Es refrescante a su manera sentir el calor veraniego pero cuando estás en interiores, es mucho mejor sentir el aire acondicionado que el vapor caliente producido por las luces, el encierro y las personas.
Me muevo hasta la cajera y hago fila donde hay un rotulo verde que dice “para llevar” hay una señora con dos niños pequeños esperando a que su madre termine de ordenar, mientras tanto yo leo el menú en la pared y decido llevar un sándwich de jamón y queso parmesano con papas fritas.
Mientras espero, veo alrededor y hay un par de familias sentadas. Un par de hombres con una taza de café y computadoras portátiles.
Mis ojos siguen paseando por todo el lugar
En ese momento, entrecierro los ojos al ver al gerente del lugar. Se me hace conocido, estoy segura que lo he visto antes. De pronto, me doy cuenta. Abro mis ojos reconociéndole completamente.
El padre de Conrad.
Esa única vez que he visto al padre de Conrad dejó una mala impresión en mí y estoy segura que en todos los que estábamos ahí. Ese hombre es demasiado agresivo en todo sentido. Con sus palabras, con sus reacciones físicas y lo es hasta con su mirada. No es el tipo de personas que te gustaría encontrarte en un callejón a las ocho de la noche sin la compañía de alguien más.
Posiblemente les grita a los niños, golpea paredes y es grosero con las ancianas. Estoy segura que ni siquiera respeta a su propia familia. Es claro lo último dado a la forma en que trató a Conrad. Sé que el bobo de Conrad no es un santo pero, no sé. Ósea, sé que hay hijos problemas pero viéndolo desde arriba, Conrad no es un chico que se mete en problemas. En realidad, es popular por su buena fama social.
Sí, se comporta como un tonto con algunos compañeros y puede llegar a ser un total idiota pero… no sé. Algo en él es diferente, como si… quizás él es así con los demás por la forma en que su padre lo intimida. Quizás es una reacción en cadena. No es una justificación pero tal vez, no es un tonto solo por serlo.
Bueno, que importa. No debería sentir empatía por alguien como él.
Bajo el rostro instintivamente como si fuera un criminal o como si, tal vez, él fuera el criminal. Es mi turno de ordenar y trato de voltear un poco el rostro mientras que ordeno. Él está ocupado haciendo unos gestos y apurando a los demás empleados.
Me muevo a un lado, esperando mi comida. Sigo sin poder despegar la mirada del hombre. Se ve siempre molesto, como si estuviera a punto de gritarle a alguien. Regaña a casi todos los empleados que se topan con él.