Un Caso Perdido

DIECINUEVE

Conrad.

Mientras estaba amarrándole las agujetas a Robert, un niño de pelo rizado y rubio quien no deja de moverse. Arthur se trepa sobre mi espalda y empieza a pedirme que lo cargue. Robert me jala de la camiseta y pide que lo cargue también.

Pensé que por tratarse de niños menores de doce años iba a ser sencillo pero sin duda, me equivoqué.

Apenas han pasado un par de días y estos niños no tienen ningún tipo de problema en colgarse de mí, jalarme, poner cosas (un par de gusanos) en mi cabeza y obligarme a bailar con ellos.

Mientras que Clara y Amalia están en unas sillas plásticas cortando trozos de manzanas para los niños. Volteo a ver hacia ellas pidiendo rescate con la mirada pero Clara solo sonríe divertida y Amalia suelta una carcajada.

Me libero de los dos niños como puedo y levanto las manos. —Tiempo fuera, chicos —pido y ellos hacen un puchero.

Camino alejándome de todos los niños y me dejo caer en una silla al lado de Amalia.

—Te llevas muy bien con ellos, Conrad. Te quieren —Clara admite.

Rasco mi cabeza. —Parece que quieren acabar conmigo.

Amalia me ofrece un trozo de manzana. Lo tomo y antes de morderlo ella me dice: —Te dije que no era fácil, ellos tienen tanta energía —voltea con clara—. ¿Qué les dan de comer?

—Mucho amor —Clara sonríe—. Y muchas verduras.

Bueno, lo de las verduras no lo niego pero, ¿Amor? ¿Realmente hará una diferencia? Bueno, supongo que sí. Ellos se ven felices, animados y juegan despreocupados. Seguramente saben que este lugar es un lugar seguro para ellos.

Yo masajeo mi espalda. —Tu turno, ve con ellos —le doy un golpecito a Amalia.

Amalia niega con una sonrisa. —No, ahora tú eres el encargado de lidiar con ellos en su punto más alto de energía. Yo los tomaré cuando están dibujando.

Clara sonríe y se pone de pie. —No te preocupes Conrad, es momento de la merienda.

Amalia se levanta y me indica que debemos llevar los platos con la manzana picada y servirlo para los niños. Acepto felizmente, llevo la manzana, obedeciendo todas las indicaciones que ella me da.

Se nota que ha hecho esto antes porque sabe exactamente qué hacer. Sabe dónde están los utensilios de comida, cuanta fruta servirles, asegurarse de servirles un vaso con agua a todos. A los más pequeños les servimos, pero hay que ayudarles a comer.

Clara los entra y están emocionados de merendar. Creo que todo les emociona. Sus caras de felicidad son adorables, verlos sonreír por todo me hace sonreír.

Clara les pide que hagan la oración de agradecimiento por los alimentos y todos inclinan sus pequeñas cabezas. Se ven tiernos.

Empiezan a comer y Amalia va con Jorge, un niño de tres años que ya sabe comer solo pero que ella se asegura que no se ahogue. Ella le da toquecitos en su mejilla, le acaricia el cabello y sonríe todo el tiempo.

A diferencia de los días en la escuela cuando casi nunca sonreía, ahora lo hace todo el tiempo.

No puede evitar hablar con un niño sin mostrar una sonrisa. Ella ríe por todo. Ríe cuando me trajeron una cucaracha que encontraron en el patio. Ríe cuando, hoy en la mañana, los niños me llenaron de stickers brillantes. Ríe cuando las niñas trenzan su cabello.

La veo y no sé, me parece linda.

Ósea, es bonita y por eso les gusta a mis amigos pero tiene algo en ella.

Simplemente me pongo a pensar en lo que me gusta de ella aunque ella NO me gusta de esa forma, pero si me gusta que siempre huela como a flores, seguro por su perfume. También me gusta como recoge la basura que se encuentra en su camino y la deposita en el basurero que encuentre más cercano. Me gusta que no le de miedo tirarse al pasto para jugar con los niños. Me gusta que le guste hablar de fantasmas y de extraterrestres conmigo, por la noche, cuando la llamo y le digo que veamos una película juntos pero siempre terminamos viendo algún documental de cosas raras.

Y sí, supongo que ella me gusta físicamente pero tampoco es para tanto, es normal que pienses que alguien linda sea linda, ¿No?

En serio, no me gusta. No quiero salir con ella… bueno, básicamente ya salgo con ella pero me refiero a que no quiero tener un noviazgo con ella. No quiero que tengamos algo que pueda terminar fácilmente. Quiero ser su amigo aunque presiento que ella no me considera así aun.

Terminan de comer todos y es hora de llevarlos a otra parte de la iglesia para su clase de la Biblia. Aparentemente solo les cuentan historias de la Biblia y Clara les muestra videos con dibujos animados en la pantalla del salón.

Nosotros nos quedamos para ordenar todo. Lavamos los platos, recogemos la basura y limpiamos las mesas una vez más. Terminamos rápidamente y nos sentamos en el suelo.

— ¿Estás cansado? —me pregunta.

Amalia lleva el pelo suelto, unos pantalones de tela gris y una camiseta blanca con la torre Eiffel. —Un poco. Necesito darme una ducha.

Rueda los ojos. —Y no creías que eran todo un reto.

Me doy un masaje con la mano derecha en mi hombro izquierdo. —Al menos estoy haciendo ejercicio.

Ella no dice nada, solo toma su teléfono y comienza a revisar algo que no tengo idea que es.

Por alguna razón, quisiera saber si está hablando con alguien. — ¿Tienes novio? —pregunto sin pensarlo.

Por la expresión que muestra, me doy cuenta que parece como si le preguntara para coquetear con ella. —Em, no —contesta.

—Ah —trato de sonar desinteresado pero sigo con las preguntas—. Tú… ¿Te gusta alguien? ¿Es alguno de mis amigos? Te lo puedo presentar.

No me agrada la idea de Amalia saliendo con alguno de mis amigos pero lo digo solo para que piense que no estoy interesada en ella. A decir verdad, odiaría ver a Amalia con alguien del equipo de soccer. O cualquier deportista.

Ella bufa. —No.




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