Un Caso Perdido

VEINTIUNO

Conrad y yo regresamos de nuestro paseo sabatino y una vez más, estamos sentados en el sofá de mi casa. Este sofá ha sido testigo de muchas conversaciones sobre la vida y todo lo que hay en ella.

— ¿Qué vas a hacer mañana? —Conrad seca sus manos sobre sus pantalones después de terminar de ayudarme a lavar los platos.

—Voy a la iglesia, es domingo —contesto.

—Mañana no hay que ir a trabajar —toma un cojín y se lo coloca sobre el abdomen, abrazándolo y jugando con el diseño que tiene un par de lentejuelas.

Me encojo de hombros. —No, pero yo voy a la iglesia los domingos… no siempre pero cuando puedo.

Conrad inclina su cabeza hacia la izquierda. —Pensé que no eras religiosa.

—No lo soy —aseguro.

No soy religiosa, es decir que yo no me he etiquetado con alguna creencia pero que no lo haga no significa que no crea en nada. Me gusta ir ocasionalmente a la iglesia porque el Pastor Lucas no me hace sentir culpable, más bien, me hace sentir esperanza. Él habla sobre la misericordia, el amor y la esperanza. A veces solo escuchar todo eso me ayuda a seguir en la vida.

—Cada vez dices más cosas sobre Dios y luego sigues diciendo que no eres religiosa —suelta una risa.

—No soy religiosa… ósea, si creo en Dios y he leído a veces la Biblia —aclaro—. Voy a la iglesia en algunas ocasiones pero no sigo reglas de las religiones, no me gusta inscribirme a cursos y cosas así. Solo, hago lo que puedo.

—Ah —juguetea con una lentejuela que está a punto de caer—. ¿Te puedo acompañar?

Estoy sorprendida que quiera acompañarme a la iglesia fuera de nuestro horario de trabajo. — ¿Quieres venir?

—Bueno, el Pastor  Lucas no se ve como esos locos de la televisión que se la pasan gritándote —sonríe. Es cierto, él es bastante calmado al hablar—. Además, tengo curiosidad.

No sé a qué le tiene curiosidad pero simplemente le aviso: —Bien, ven como a las siete. Tendremos que estar ahí a las ocho.

— ¿Me pongo algo formal? —pregunta

Río. —Em, si deberías ponerte un traje.

Solo lo estoy molestando. Realmente no tiene que ir vestido formal pero su cara preocupada me causa mucha gracia.

— ¿En serio? No tengo ninguno —responde afligido.

Suelto una carcajada. —Es broma. Ve con la ropa de siempre, no importa.

Conrad rueda los ojos. —Te crees muy graciosa, ¿no?

Asiento varias veces. —Sí.

Conrad toma mi mano de repente y ahí está de nuevo, mi corazón dando un brinco repentino. Trato de zafarme pero no me deja, me toma con un poco más de fuerza.

— ¿Qué? —Pregunto viendo hacia abajo.

Conrad solo dice: — ¿Por qué te pone nerviosa que tome tu mano?

Niego rápidamente con la cabeza. —No estoy nerviosa.

Mentira, si lo estoy.

Conrad sonríe satisfecho. —Iba a darte algo, no te emociones —con la otra mano, la que no está sosteniendo la mía, saca de su bolsillo derecho algo y lo lleva empuñado hasta la palma de mi mano—. Es para ti.

Suelta mi mano y la acerco hacia mí. Es una pulsera delgada color plata con un pequeño dije rosado en forma de corazón. Mis ojos se abren con sorpresa por el repentino detalle por parte de Conrad.

Una sonrisa se escapa de mis labios. —Es lindo —abro el seguro y trato de ponérmela con la otra mano.

Realmente es lindo y se ve que no es nada barato. Mi corazón empieza a sacudirse de la emoción. Cálmate, corazón, solo es un regalo amigable.

Conrad la retira cuidadosamente de mis dedos que fracasaron colocándola y me ayuda mientras pregunta: — ¿Te gustó?

Asiento aun con la sonrisa en mi rostro. —Es muy linda, gracias —termina de ponérmela—. ¿A qué se debe este regalo?

Él mete sus manos en los bolsillos de su pantalón y levanta los hombros. —No sé, quería dártela solo porque sí.

Agradezco su regalo y hago una nota mental sobre darle algo a él también. Aun no sé qué podría regalarle pero ya se me ocurrirá algo después.

— ¿Cuándo es tu cumpleaños? —pregunto un tanto avergonzada de saber su opinión sobre la existencia de vida extraterrestre en otros planetas pero no su fecha de nacimiento.

—Es en octubre, el primero de octubre.

Nota mental: Conrad cumple años el primer día de octubre.

—No es coincidencia que hayas nacido el mes de Halloween —lo molesto.

Conrad pasa sus dedos por su cabello mientras sonríe de lado por mi comentario. —Creo que por eso atraigo a las brujas —levanta una ceja.

Le doy un golpe suave en el hombro. —Bobo.

Toma mi mano de nuevo, la que ahora lleva la pulsera y mis cejar se juntan reaccionando a su movimiento. ¿Tiene algo más que darme?

Extiendo la otra palma en el aire como si fuera una bandeja esperando otro regalo. Conrad coloca su otra mano sobre ella y la cierra.

¿Está tomando mis manos solo porque sí? — ¿Qué haces? ¿Tienes otro regalo? —Agradezco que el latido acelerado de mi corazón no haya interferido con la fluidez de mis palabras.

Conrad mece nuestras manos juntas. — ¿Te sonrojas con todos los chicos que toman tus manos?

¡Rayos! Mis mejillas me han delatado.

Arranco mis manos de las suyas y cruzo los brazos. — ¿Qué dices? ¿Qué chicos? ¿Por qué rayos tomas mis manos? ¡Lávate las manos primero! Yo esperaba otro regalo.

Conrad suelta una carcajada. —Amalia, eres divertida —otra carcajada—. Ahora sé que si tomo tus manos te sonrojas.

Bufo. —Aleja tus manos de las mías.

Él asiente con una sonrisa satisfecha. —Sí, claro —cruza sus brazos—. ¿Tu novio se pone celoso?

— ¿Qué novio? —Pregunto molesta—. Si tuviera novio no pasaría todos los días al lado del rarito deportista egocéntrico y maleducado.

Pensé que contestaría de una forma sarcástica o haría algún chiste pero, su rostro entristeció. Baja sus brazos y su mirada se clava en sus zapatos.

¿Dije algo malo?

Antes que pudiera seguir buscando mi equivocación, Conrad pregunta sin verme: — ¿Aun piensas que soy así? ¿Malo?




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