Conrad fingía odiar a los niños pero cuando está vestido de oso panda mientras les enseña aerobics a los niños, toda su fachada cae.
Hoy es el cumpleaños de dos niños. Lucia y su gemelo Oscar. A ambos les gustan los pandas y cuando Clara preguntó quién podía disfrazarse de oso panda, las opciones se redujeron a mi o a Conrad.
Claramente él tenía que ser el panda. Además el traje le queda como si hubiera hecho sido a la medida para él.
Toda la mañana he tratado de reprimir mi risa pues ver a Conrad Hall vestido de esta forma mientras hace bailes con música de los noventa es demasiado hilarante para mí. ¿Quién diría que el deportista creído de la secundaria podría comportarse de esta forma?
Conrad corre por todo el patio ahora, pidiéndoles a los niños que lo sigan y ellos obedecen felizmente riendo y agitando las manos.
Clara se acerca a mí. —Es un buen chico. —Ella sonríe satisfecha del trabajo de Conrad. Lo veo a él y tiene una gran sonrisa en el rostro, realmente se está divirtiendo tanto como los chicos.
Últimamente Conrad toma pequeños momentos para ir con Clara y hacerle preguntas filosóficas. Le pregunta qué opina sobre ciertos temas controversiales, le cuenta sobre las cosas que a él le han pasado de pequeño, escucha con atención la historia de Clara, de cómo llegó a trabajar para el orfanato, de porque no está casada y todo eso.
Clara no tiene miedo de responder a ninguna de sus preguntas, incluso lo hace con paciencia y suele preguntarle su opinión de vuelta a Conrad.
—Bueno… no siempre ha sido así. —Confieso sin darle muchos detalles de todo lo que pasó en la secundaria.
Clara coloca su mano sobre mi brazo. —En realidad, creo que es lo opuesto.
La volteo a ver confundida. — ¿Qué quiere decir?
Ella sonríe con ternura, tiene la edad para ser una abuela y supongo que considera a todos los niños sus nietos. Incluso me da la sensación que me considera a mí y Conrad así. —Creo que este chico ha sido lastimado por la vida y al fin tiene un lugar seguro donde puede ser como realmente es.
Me sorprenden las palabras de Clara, ella es muy buena leyendo a las personas. Clara ha visto de todo en este orfanato, lamentablemente algunos niños han pasado por situaciones muy dolorosas y ella ha tenido que estar ahí para ellos. Ha estado aquí por veinte años así que claramente tiene experiencia.
— ¿Lo crees? —Pregunto sabiendo que la respuesta es sí.
Ella sonríe y me felicita: —Tú también eres muy buena Amalia. —Me da una palmadita en el brazo—. Y ahora ustedes se tienen al otro, eso es un regalo de Dios.
Antes de poder decir o preguntar algo más, ella llama a los niños y pide que se vayan a lavar las manos para comer la pizza y el pastel. Ellos corren felizmente a los lavamanos y Conrad se deja caer cansado en el pasto.
Me acerco a él y le doy una servilleta de papel para que se limpie el sudor. —La próxima vez, tú serás el panda.
Las palabras de Clara pasean por mi mente. ¿Nos tenemos al otro? ¿Será realmente así?
Río. —Vamos, te encanta ser el panda bailarín. —Lo molesto.
Conrad se acuesta sobre el pasto. —Gracias Amalia.
Lo veo con el ceño fruncido. — ¿Por dejarte ser el panda?
Niega y cierra los ojos por el sol. —Por… ser diferente.
Oh. Eso fue repentino.
No le respondo.
No entiendo exactamente a qué se refiere. ¿Ser diferente a quién? — ¿Cómo?
Abre los ojos y se acomoda quedando sentado a mi lado apoyando sus dos manos hacia atrás sobre el pasto y colocándose un poco reclinado. —Diferente a todos. Desde que estábamos en detención tú no reaccionabas igual que todos, luego me trajiste a este lugar y… y no has vuelto a mencionar lo que paso en el restaurante a pesar que me comporté como un tremendo idiota en la escuela.
Ahora entiendo las palabras de Clara. Él no es malo realmente, hace cosas malas pero no es lo mismo. Además a pesar que no sé mucho de su pasado, puedo reconocer fácilmente que ha sufrido bastante. Me siento mal porque hasta ahora, en los últimos días de verano, me ha demostrado lo genial que es. Es divertido e inteligente, tiene buenos gustos musicales y conoce de temas interesante. Además, es lindo. Bastante. Mucho.
Claro, jamás admitiría eso último en voz alta.
En su lugar, le digo: –Me gusta darle el beneficio de la duda a las personas. —Es cierto. No sé porque pero no soy de esas personas que pueden decidir por un extremo o el otro. Siempre veo ambos puntos de vista en todo, incluso cuando algo se ve a primera vista mal.
—Gracias. —Me agradece y vuelve a dejarse caer sobre el pasto.
En ese momento Clara se nos acerca y nos informa que ya vamos a comer con los niños. Ambos nos levantamos y entramos al salón, los niños ya están en sus lugares y se mueven sobre sus asientos esperando desesperadamente la pizza y el pastel. Lucia se coloca una tiara de princesa hecha de plástico y comienza a preguntar dónde está su pastel.
Conrad se quita el traje de panda y parece agradecido pues hace mucho calor. Peina su cabello que ya está algo largo hacia atrás y queda con sus jeans negros y su camiseta azul que llevaba bajo el traje.
Conrad y yo vamos a la cocina y él toma la caja de pastel y yo las de pizza, cuando volvemos al salón los niños aplauden como si acaba de entrar su personaje de caricatura favorito. Ellos celebran y Clara les pide que se queden en su asiento. Las colocamos en la mesa grande y todos se acercan.
Prendemos la vela del pastel y Clara comienza a cantar la famosa canción de cumpleaños. Los niños cantan felizmente y los cumpleañeros se ven emocionados.
No puedo evitar sentirme conmovida. Estos niños han tenido una vida difícil desde su nacimiento, cuando sus padres los abandonaron y a pesar que no tienen mucho, son felices. Sonrío sin poder evitarlo y mientras todos cantan, yo solo hago una pequeña oración por si Dios me está escuchando, le pido que los cuide por el resto de sus vidas. Que sean felices por siempre.