Un Caso Perdido

TREINTA

CONRAD

Vaya primer día de clases.

El día comenzó con mi alarma sonando cuatro veces antes de finalmente apagarla. Corrí a tomar una ducha para despertar completamente, hay cosas que extraño de la escuela pero levantarme tan temprano no es una de ellas.

A diferencia de los días de verano, esta vez mi desayuno no es nada interesante, solamente como un poco de cereal sin leche y tomo jugo de naranja.

Bueno, olvidaba mencionar que realmente lo primero que hice después de despertar fue enviarle un mensaje a Amalia preguntándole si ya decidió sobre mi aventón a la escuela y ella respondió unos cinco minutos después negándose.

Suspiro.

Sé que soy un exagerado pero ahora solo quiero pasar todo el tiempo con ella. Sonrío pensando que seguramente se pondrá el perfume que le regalé, ese de lavanda y vainilla que le gustó hace dos semanas.

Antes de regalarle ese perfume ella siempre olía diferente pero bien. Algunas veces olía dulce, otras olía como fragancia de bebé. Mi favorita es una que se pone muy pocas veces, una que huele a elegancia, de ese tipo de olores que sabes que costaron más de lo que la mayoría podría pagar. Estoy casi seguro que es un perfume que su mamá le compró en Francia hace un año, según me dijo.

Tengo otro pensamiento estúpidamente cursi: “¿De qué color irá vestida ella? Quiero que combinemos” conociéndola usará algún color neutro nada muy llamativo. Quizás debería usar unos pantalones grises y mi camisa blanca, bastante básica pero podría funcionar.

Rasco mi frente avergonzado conmigo mismo por no dejar de pensar en Amalia. Luego tengo otro pensamiento: “Espero que los chicos no se le acerquen”

Eso será difícil. No sé si fue el sol del verano, el paso del tiempo o la genética pero ahora Amalia se me hace la chica más hermosa de toda la escuela. Sé que muchos de mis amigos deportistas se sienten atraídos por ella, no solo porque es inteligente sino porque tiene seguridad en ella misma. Y es tan bonita.

Soy un cursi, lo sé.

No soy posesivo pero siento celos. No quiero que le pidan citas ni nada, no creo que acepte pero, ¿Y si de pronto se da cuenta que es su último año y quiere tener un romance adolescente? ¿Y si alguien más la invita al baile de invierno o de graduación? ¿Y si me rechaza la invitación?

Debería dejar de pensar en todo eso. Ni siquiera sé si Amalia querrá ir a un baile, no es el tipo de personas que le emocionan los bailes escolares.

Me alegra que papá se vaya una hora antes que yo así no me lo topo por la mañana. No quiero que nada arruine mi humor, hoy tengo muchas ganas de estar bien y no necesito que él me insulte por cualquier cosa irrelevante.

Me alisto rápidamente y antes de salir le envío otro mensaje a Amalia. Seguramente pondrá los ojos en blanco. Ojala pudiera ver su expresión.

Me meto a mi auto que pude comprar gracias al dinero que mi abuela dejó a mi nombre, es por eso que lo cuido mucho. Mi abuela se fue pero se aseguró de dejarme muchas cosas con diferentes significados. Agradezco internamente que mi abuela haya pensado en mí hasta en sus últimos días y aunque cambiara todo el dinero que me dejó con tal de tenerla aunque sea un par de horas conmigo, estoy muy agradecido por preocuparse por mi aun después de ella dejar la tierra.

He comenzado a ver las despedidas en mi vida desde otro punto de vista, no ha sido fácil pero me he sentido mejor.

Pues como decía, mi abuela me dejó varias cosas materiales con distintos significados importantes y ella se aseguró de explicármelos.

Una de ellas es la pulsera que le regalé a Amalia. Mi abuela me pidió que se la diera a la chica que me hiciera sentir en las nubes, en ese entonces era más joven y le dije que no me gustaba nadie pero ella, con su dulce voz de abuela me aseguró: “Ya llegará, espérala con los ojos abiertos. Esa chica te hará sentir como si estuvieras flotando”

Tenías razón, abuela. Amalia me hace sentir más allá de las nubes.

Me llevo la mano hacia mi tatuaje que me hice en honor a su fecha de nacimiento y se me estruje el corazón. A mi abuela le hubiera encantado Amalia y estoy seguro que Amalia se la pasaría platicando con ella por horas. De todas formas, sé que mi abuela está en algún lado, sonriendo y cuidándome. Feliz porque encontré a alguien como Amalia, quien le da vida a mis días.

Finalmente empiezo mi camino a la escuela, directo al primer día de mi último año escolar. Conduzco hasta la escuela escuchando una “tonta canción súper cursi”, bueno así diría Amalia.

Llego a la escuela y después de tomar mis cosas y sacarlas de auto, cierro la puerta y comienzo a caminar. Las personas se ven eufóricas por ser el primer día, todos se están re encontrando con sus amigos de la escuela y no pueden contener su emoción.

Mientras camino la mayoría me saluda con gestos emocionados y amigables. Las porristas que hablaban cerca de un convertible azul me sonríen y casi parece que se están mordiendo los labios.

Yo solo asiento y sigo con mi camino. Hace unos meses me hubiera detenido para coquetear un poco con ellas pero las cosas han cambiado y no me interesa nada de eso.

A ver, no es como si Amalia y yo estuviéramos juntos. No somos nada más que amigos, no estaría en problemas si me detengo a coquetear pero, es solo que, ahora ya no quiero hacerlo. Simplemente no puedo. No tengo ganas de coquetear con alguien más que no sea con Amalia, y lo hago por molestarla porque me gusta mucho cuando se detiene sorprendida por mis comentarios.

Aunque, la mayoría de mis cumplidos son ciertos. He estado coqueteando con ella desde que comenzamos a acercarnos en el verano y parece que le cuesta darse cuenta que estoy coqueteando con ella pero no importa, aun con su poca experiencia en las relaciones y todo eso, me gusta mucho.

Mucho.

Es por eso que con ella, quiero ir lento. Tan lento como ella quiera, no es problema para mí. Es una locura que me sienta así, que sea este tipo de chico pensando estas cosas. Nunca pensé que encontraría a alguien que me hiciera sentir como en una película romántica.




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