Antes de las cortas vacaciones de invierno, Conrad me había pedido que lo acompañara a un evento especial que se celebrará en el salón de la iglesia en donde trabajamos en verano.
Me parece tan gracioso que al comienzo, Conrad era el que tenía miedo de si quiera entrar a la iglesia y ahora viene aquí todas las semanas para reunirse con el grupo de Justin.
Justin se ha vuelto como un hermano mayor para Conrad. Le da consejos, hablan de deportes y siempre está animando a Conrad en su sueño de convertirse en maestro de educación primaria. Es un hombre agradable, está casado y tiene dos hijas pequeñas.
Este evento se celebra para cerrar el año aunque aún falta un poco para que termine este año, el grupo también se tomará una pausa y reanudaran sus actividades el siguiente año. Los miembros del grupo pueden traer a un acompañante y habrá comida, juegos y será un evento familiar.
Llegamos y me quedo parada frente a la iglesia. Conrad se hecha a reír. —Vamos, no me digas que ahora tú tienes miedo de quemarte.
Lo empujo. —Bobo.
Pone su dedo índice sobre sus labios. —No digas cosas malas o te quemaras.
Chasqueo los labios. —Nah, soy aprueba de fuego —respondo riendo.
Toma mi mano y nos adentramos. En el lugar ya hay un par de familias. Hay unos chicos que parecen ser de nuestra edad otros un poco más grandes. Algunos han traído a sus padres otros han venido con sus amigos. La verdad pensaba que sería un evento serio pero el lugar está decorado con globos de colores, hay una mesa de comida y algunos niños corriendo. No parece nada fuera de lo común.
Clara aparece y levanta los brazos para abrazarme. — ¡Amalia! —Me estrecha con fuerza y yo le devuelvo el abrazo—. Me hace tan feliz volver a verte, te he extrañado.
Nos separamos y asiento. —Lo lamento, la escuela y todo eso. Es nuestro último año —le explico.
Ella junta sus manos sonriendo. —Me hace tan feliz verte a punto de graduarte, eres una chica muy inteligente y buena.
Voltea con Conrad. —Y tú, Conrad Hall, eres un gran muchacho. Los niños no dejan de preguntar por ti.
Estoy segura que los niños nos extrañan pero, aunque me de celos admitirlo, seguro lo extrañan un poco más. Conrad los cargaba, se debajo pintar los brazos con marcador negro luego que los niños vieran su tatuaje y decidieran que le harían otros más, Conrad los abrazaba cuando ellos se lo pedían y siempre se reía con los chicos.
Cruzo los brazos. —Ya me cambiaron por ti —me quejo haciendo un puchero.
Clara suelta una carcajada. —Para nada, extrañan a ambos. Espero puedan visitarlos pronto —definitivamente tengo que volver a ver a los niños, los extraño mucho.
Ambos le prometemos visitarlos durante diciembre, cuando tengamos vacaciones. Mentalmente estoy planeando llevarles regalos por navidad, sé que les encantará. Conrad podrá vestirse de Santa Claus.
Clara se aleja y Conrad me guía para presentarme a sus amigos. Nos acercamos con un chico delgado, de cabello muy rizado y piel pálida. Él se para y estrecha la mano de Conrad, me saluda con un gesto y yo le muestro una sonrisa corta.
—Él es Sean. —Recuerdo que Conrad me había hablado de Sean.
Sean tuvo cáncer cuando era pequeño y durante esos días, su padre se fue, dejando a su madre y a sus cuatro hermanos solos. El Pastor ayudó a su madre y ahora ella sirve en la iglesia. Sus hermanos están en la escuela y están todos bien. Sean se curó completamente.
Sean es un chico dos años más joven que nosotros, es tranquilo y por la forma en que habla con Conrad me doy cuenta que lo admira. Seguramente Conrad le causa seguridad por ser mayor.
Se acercan tres chicos más.
Derek, Antonio y Mayers (que su nombre es Theodore pero todo mundo aparentemente lo llama por su apellido según me explica Conrad)
Cada uno tiene una historia.
Derek cometió faltas menores cuando tenía catorce años, ahora tiene veinte. Se reformó y junto con esta iglesia se reúnen para apartar a los jóvenes de la delincuencia.
Antonio fue víctima de las adopciones ilegales. Una pareja en Canadá lo adoptó de Nicaragua cuando tenía apenas dos meses. A los siete años sus “padres” adoptivos lo abandonaron en un hospital y finalmente fue adoptado legalmente sin embargo, descubrieron lo que había sucedido realmente y por mucho tiempo sufrió una crisis de identidad. Tiempo después descubrió que sus verdaderos padres lo vendieron por quinientos dólares. Eso lo lastimó mucho. Ahora es voluntario en el orfanato.
Mayers fue sacado a patadas, literalmente, de su casa cuando su mamá descubrió que es gay. Él no sabía a donde ir porque toda su familia lo discriminaba hasta que se quedó dormido en la puerta de la iglesia, Mayers no sabía dónde estaba y cuando el Pastor lo encontró, le ayudó a encontrar refugio y ahora trabaja con él como la persona encargada del audio y video durante los servicios dominicales. Mayers nunca ha sido discriminado por el Pastor y aunque el Pastor ha recibido muchas críticas por no “reformar” a Mayers él siempre dice que Jesus jamás rechazaría a un chico con el corazón quebrantado.
Ha sido bastante interesante estar aquí. He visto a Mayers y a Antonio antes. Siempre van por todos lados sonriendo y saludando a cada persona que entra, nunca me imaginé que sus vidas hayan sido tan duras.
Supongo que eso también pasa con las personas que ven a Conrad. Claro, ven al chico guapo y alto pero no ven al niño que su madre abandonó y su que su padre le gritaba.
Después de un par de juegos, Justin, el líder del grupo se pone frente al monitor y toma el micrófono.
—Me alegra tanto que hayan venido y por lo que veo, todos trajeron a alguien con ustedes —saluda con una sonrisa.
La gente aplaude esperando a que continúe hablando.
—Esta noche es especial por muchas razones, una de ellas es que quiero presentarles a mi mejor amigo John Missen —afirma moviendo su mirada a un lado para que entre el invitado.