Un Chico Fuera de Serie

5. Lo que dice un documento no es suficiente.

El profe Arizmendi hizo su entrada al curso, notando en primer lugar a Adela Montero, que regresaba después de tres semanas de ausencia. Tenía ojeras pronunciadas y lucía muy delgada, como si no hubiera comido en esos días. Dentro del Libro del Aula había una hoja suelta, firmada por el rector, que indicaba que la alumna Montero podía asistir a clase de manera normal, que todas sus inasistencias estaban debidamente justificadas, pero sin la razón detallada.

Adela era muy parecida a su mamá de joven, el mismo cabello castaño oscuro, la piel intermedia, la misma delgadez. Al profesor, además de verla muy desmejorada, también la notaba muy triste. Prefirió enfocarse en seguir con el programa del día y puso algo de orden en el salón antes de comenzar.

—Vamos a discutir sobre el proyecto que tenemos para este año. Seguro sus padres deben haberles contado algo —tomó la palabra después de pasar lista. Agarró un pedazo de tiza y la extendió hacia la clase—. Juan Cruz, pasá al pizarrón.

—¿Acaso todavía sigo pagando derecho de piso? —se quejó el chico desde el fondo del salón, ganándose las risas de sus compañeros, al mismo tiempo que se levantaba de su asiento. Fue hacia el profesor, recibió la tiza y esperó sus indicaciones.

Don Guillermo abrió una carpeta de tapa transparente, con hojas escritas en computadora, antes de continuar.

—Vamos a ir de campamento a Jujuy.

Uuuh —se quejó Santi, quitándose los anteojos, resignado.

—¿De campamento? ¿En serio? Entonces da igual ir a Jujuy o a San Clemente con los chicos de primer año si la idea es montar una carpa —comentó Victoria, también desanimada por la idea.

—Bueno, chicos, un campamento en un decir. Es un complejo tipo camping. Hay cabañas.

—Eso suena mucho mejor —acotó Juanchi, que ya tenía una mala experiencia en carpa de cuando era más pequeño.

—Así que manos a la obra porque para hay que darle un sentido al viaje. Anotá, Juan —indicó el profesor—. La primera parte del trabajo es investigar sobre los sitios que vamos a visitar.

Los demás iban preguntando sobre los destinos mientras Juanchi escribía lo que el profesor le indicó.

—La segunda parte es marcar los recorridos por las localidades y las actividades que vamos a realizar. Estas van a tener un enfoque con las materias de lengua, ciencias naturales, ciencias sociales e inglés.

Al decir esto último los chicos gritaron "¡No!" y Juanchi, asustado, hizo un sonido chirriante con la tiza.

—¿Qué les pasa ahora? —preguntó el profesor, sorprendido por la reacción de los chicos.

—¡Preferimos que venga el padre Esteban a que nos dé catequesis en vez de que vaya el de inglés! —gritó Dan desde el fondo.

—¡El teacher nos va a obligar a hablar con los turistas! —se quejó uno de los chicos.

—Tranquilos, tranquilos —soltó el profesor, sonriendo por la cara de espanto de sus alumnos—. Todavía no es seguro que vayan los profesores de las materias que mencioné, solo es una posibilidad. Ahora solo nos enfocaremos en la primera parte del trabajo. Ah, me olvidaba. La tercera parte será la recopilación de la experiencia que será expuesta en una feria de fin de año, montando un stand, una proyección o lo que se les ocurra. Piensen cómo pueden hacerlo, tenemos hasta el mes de octubre para decidirnos.

Durante todo el día los chicos estuvieron movilizados por esto. Comentaban una y otra vez sobre ello. A la salida, camino a la parada de colectivo, Adela se mantenía callada, sin opinar nada. Clari, que venía observándola, suponía que podía tratarse de un chico, uno que le mandaba mensajes, alguien que poco a poco empezaba a hacerse notar en el estado de ánimo de Adela, cambiante, desde las vacaciones de verano. No quería preguntarle estando los varones presentes, así que prefirió esperar el momento oportuno para hacerlo, cuando estuvieran las dos solas.

Juanchi llegó a su casa siendo recibido por los perritos. El pequeñín iba tirando de las cuerdas de sus zapatos mientras que Mazamorra, el que había traído su tía, volvía a su sitio al lado de la puerta de la casa luego de hacerle fiesta.

—Ni que fuera un guardia de seguridad —se dijo Juanchi y entró a la casa donde notó mucho movimiento.

Su tía estaba inquieta. Al verlo lo saludó y casi a rastras lo llevó a la cocina. Su tío Nacho, que permanecía sobre la barra con una taza de café, también tenía cierto temblor en sus manos.

—Juani —empezó su tía—, queremos preguntarte si sabes en qué anda tu padre.

—Se supone que hoy tenía una reunión con los dueños del hotel y se iba a demorar.

—Eso lo sabemos. Queremos saber lo otro.

—¿Qué otro, tía? —se extrañó.

—¡No te hagas, pendejo! Entre los dos se secretean, se esconden cosas, aquí es algo más serio así que mejor vete soltando todo...

Nacho tomó un papel más serio. Trató de ponerse en medio, ser más razonable, aunque la carta firmada por el mayor de sus sobrinos prendía todas las alertas.

—Alain mandó una carta documento por correo —le tendió un sobre amplio sobre de papel madera.

El adolescente lo tomó y abrió la correspondencia. Apenas concentró su atención en pocas palabras, porque la redacción tenía mucho de términos legales, apenas entendiendo de qué se trataba.

—¿Qué es esto?

— Quiere cambiarse el apellido —contestó Nacho, serio.

—¿Otra vez sopa? —comentó Juanchi con resignación.

—No es gracioso, Juan Cruz —dijo a su vez Mile—. Esta vez dice que iniciará el trámite legal. Aquí pasa algo raro. Agustín volvió de sus vacaciones ocultando algo, seguro se peleó con el Alain y aquí están las consecuencias.

Juanchi arrugó la nariz. Primero pensó que su padre andaba extraño por su decisión de irse a fin de año a vivir con su madre hasta que se dio cuenta que su "extrañeza" se debía desde antes de comunicarle dicha noticia. Miró de nuevo los papeles. Era algo nuevo entre los constantes ataques infantiles y caprichosos que tenía su hermano mayor cuando algo iba contra sus deseos o su idea de paz mental. Dramático con todas las letras, no era la primera vez que amenazaba con quitarse el apellido, solo que esta vez existía una amenaza convertida en papel. La presencia de esa carta explicaba una razón poderosa para entablar una demanda, sin decir nada más. ¿Cómo podía averiguarlo sin tener que recurrir a llamar a su hermano más grande o preguntarle a su padre para no agobiarlo más?




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