Un Chico Fuera de Serie

13. Cambio de planes, mamá.

Fuera de la casa se escuchaba a Alain y Romi volviendo de pasear a los perritos. Fanny y Marcos, por su parte, estaban en la habitación terminando de acomodar su equipaje para el regreso a la casa de su padre y, por ende, de vuelta a la rutina universitaria. Gonzalo miraba con atención los dulces, dispuestos en la pequeña mesa de la cocina, que su hermano menor tenía para vender.

—Te compro dos bolsitas de galletas.

—Dale.

Le dio la plata y escogió unas de chocolate y otras de vainilla glaseadas. Las guardaría para el día que regresaran a Buenos Aires. Juanchi iba contando la plata, más la venta que le hizo a su vecino amigo el Capi y al hermano de este, y anotaba todo en un papel que debía llevar al curso para hacer números entre todos.

—¿Vas a salir ahora?

—Sí, voy con un amigo. Nos dividimos en grupos para cocinar y vender.

—Ah, mirá vos. Qué bien —lo miró Gonzalo, cruzando los brazos. Había notado el gran cambio de Juanchi, más animado y feliz. Él, por su parte, tenía un aspecto más decaído. No quiso mencionar, ni siquiera a su padre, que llevaba un año yendo a terapia y que al principio estuvo con medicación para la ansiedad y la depresión. Si bien fueron pequeñas dosis, que fue dejando conforme avanzaban sus sesiones con el psicólogo, no quiso mencionar ni una palabra a su padre ni a sus hermanos a excepción de Alain. Aquellos días en Merlo, a pesar de los trotes ocasionados alrededor del tema de Matías, le dieron el respiro y la tranquilidad que tanto le hacía falta.

—¿Estás bien?

—Sí, Juanchi. Estoy muy bien.

No se sentía listo para contar lo que le estaba sucediendo. Estaba consciente de que, por más animado que estuviera, su familia se daba cuenta de su desmejoría física. En el fondo sentía que debía decirles la razón, pero, como era un asunto delicado, temía ser juzgado. No creía a su padre un hombre insensible que lo rechazaría por tener ciertos... intereses. Tampoco pensaba que sus tíos fueran así. Quizás los abuelos, criados en otra época, sería muy difícil aceptarlo. Él único que sabía, siendo redundante, era Alain y Romi apenas dominaba unos detalles. Su madre lo apoyaba y con eso, para él, le bastaba por el momento. Quizás todavía le faltaba aclarar unas cosas en su interior y sabía que, tarde o temprano, al menos su padre debía de saberlo.

El chico alzó los hombros, relajado, sin insistirle. Cargó todo en una mochila y se despidió de él.

Fuera, abrigado a tal punto que se le veían solo los ojos, lo esperaba Dante.

—Me congelo.

—Yo también. Pensé que podíamos ir a la zona céntrica y ver si nos encontramos a algún conocido. ¿Te quedan muchos dulces?

—Dos budines y tres bolsitas de galletas. Vendí la mayoría por medio de las compañeras de mi mamá.

—Más o menos la misma cantidad que tengo yo. Vamos.

Caminaron por el centro. Encontraron a uno que otro a quien ofrecer, logrando ventas. Mientras recorrían las calles iban comentando sobre sus vacaciones, haciendo planes para el verano, por más faltara medio año y que se veía algo lejano aún.

Justo, cuando pasaban por un centro médico, Juanchi vio a la doctora Roberta salir apurada, bien abrigada, en dirección a su auto estacionado en la vereda. Tomó a su amigo del brazo e hizo que regresaran por dónde venían.

—Eu, ¿qué tienes, Juanchi?

—Esa señora... es mi odontóloga.

—¡Genial! Seguro es como mi tío cardiólogo que se fuma como cuatro paquetes de cigarrillos al día y come tres hamburguesas seguidas. Apuesto a que...

—¡No, no, no, man! Es que no me entiendes —pegó su cara a la suya con los ojos bien abiertos—. La última vez que fui me hice el re boludo... ¡Me dijo que tenía que usar frenos y yo no dije nada en casa!

—Qué, ¡¿qué?!

Dante hizo un esfuerzo por no lanzar una carcajada. Juanchi se tapó la cara con el cuello del camperón cuando sintió el auto de Roberta pasar por su costado y seguir de largo.

—¡Te pasaste!

—Sigamos... vendamos todo rápido por si vuelve.

Luego de un par de semanas bastante animadas, los universitarios armaron las valijas y se despidieron hasta el regreso. Por aquellos días Alain y Agustín habían hablado mucho, lograron poner sus preocupaciones sobre la mesa y, al momento de despedirse, lo hicieron reconciliados.

Nacho, aprovechando la salida para comprar las valijas que les había prometido a sus sobrinos, consultó sus números personales y sacó una notebook personal. La idea de poder tener un equipo propio y así poder chatear con su nuevo sobrino lo animó y también Milena se mostró interesada en ello. Juanchi le abrió un correo electrónico y se sentó con ella, después de volver del colegio, a enseñarle cómo usarlo.

El primer día de regreso a clase el profesor Arizmendi anunció quiénes serían los profesores que lo acompañarían al viaje y los días de pago iniciando así la cuenta regresiva para el gran día.

A mediados de agosto apenas se normalizaba el ir y venir de alumnos y el regreso a las clases después de las vacaciones. Con motivo de la venta de pre temporada primavera-verano de algunos locales, Juanchi y Adela decidieron salir juntos una tarde y ver qué remeras comprar para tener para el viaje. Gianluca, un chico del mismo año pero que iba a otra división, los vio caminando por el centro. Era un adolescente flaco, de cabello largo y con flequillo, tan común en aquella época. Con motivo de los intercolegiales propuso al rector de armar un equipo de fútbol oficial del colegio. Este se mostró un poco receloso pero cuando escuchó que desde la municipalidad iban a entregar importantes premios tanto para los chicos como para las instituciones, incitó a que armaran varios grupos y tener más chances de ganar algo. Viveza criolla le dicen.

—Mi mamá y mi hermana están muy entusiasmadas con la fiesta... Al principio no pero ahora sí me hace ilusión. Me dijeron que no me preocupara por nada, que ellas se encargarán de todo en base a lo que yo tengo en mente —comentaba Adela mientras veía unas remeras en oferta—. En un principio quería algo en casa, pero accedí a que fuera en un salón pequeño. Tiene un jardín, creo que para octubre sería ideal hacerlo al aire libre, ¿no crees? Será algo informal, obvio, con amigos del barrio y los chicos del cole.




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