Un Chico Fuera de Serie

15. Los 15 años de Adela.

El video de Mati duraba unos quince minutos. En él contaba un poco sobre su vida, de su padre, sus hermanos y de sus amigos. Era un chico encantador y que parecía estar bien con todo lo que acontecía el aparecer en la vida de su "viejo".

—¿Estará bien? —preguntó por lo bajo Nacho, sentado medio encorvado, mientras su hermana le preparaba un té para tomar con medicación para el dolor.

—Dice que sí. Al menos lo veo tranquilo.

Doña Cata seguía echándole miradas asesinas a Agustín.

Juanchi se levantó y fue a sentarse con su abuelo. Este parecía querer aprenderse el video de memoria, mirando con ilusión la aparición de otro nieto que, sin lugar a dudas, formaba parte de su sueño de tener una familia numerosa.

"Cuando terminé el colegio pensé que podría entrar a abogacía, sin imaginarme que mi padre biológico también lo era. Me decidí al final por el al cuerpo de bomberos de mi ciudad, me preparé mucho y además estoy estudiando para ser paramédico..." se lo veía a Matías, siempre sonriente, hablándole a la web cam. Doña Cata seguía con la mirada puesta sobre su primogénito. "Sé que se armó tremendo bardo cuando tocó decir el gran secreto. Yo entiendo. No debe ser fácil asimilar que un desconocido de repente diga que es un Martínez de buenas a primeras. Cuando todo se calme me gustaría darme una vuelta por ahí, conocer a mis hermanos, a mis tíos y a ustedes. Yo nunca tuve abuelos; mi mamá quedó sola desde muy chica y mi padrastro también, así que esto es nuevo para mí. Nunca tuve esa complicidad de abuelos con nietos, tampoco alguien que me dé plata a escondidas..."

Don Beto se levantó y Juanchi lo imitó, temeroso que tuviera una molestia o una suba de presión arterial.

—Cata, me gustaría ir a Buenos Aires.

—Esperá, papi...

—No me vas a convencer, Nacho. Quiero ir a ver a Matías.

—Es un viaje muy largo, viejo. El doctor...

—Me importa poco lo que diga el doctor, Agustín. Estoy bien —insistió el hombre.

Doña Cata pensó. Ella también quería dejar el enojo y la rabia que sentía y se sumó a su esposo, dándole un beso delicado en la mejilla.

—Estoy de acuerdo. Volvamos a casa, pongamos en orden los alquileres y vayamos a Buenos Aires a conocer a Matías y de paso a visitar a los chicos ya que no pudimos venir en vacaciones.

Agustín, que se sentía contrariado, también se sumó.

—Voy a avisarles para que los esperen allá. Puedo pedirle de favor a Gabriela y al Gonzalo que los hospeden en su departamento.

Los señores sonrieron complacidos y al fin se abrazaron en un halo de emoción e incipientes lagrimitas. Agustín quiso unirse al abrazo junto a sus padres, pero doña Cata volvió a sacar la tigresa que llevaba dentro.

—¡No me toques que todavía te tengo bronca malparido, irresponsable, mujeriego y bajacalzones Martínez!

Un par de días después la abuela Cata estaba más tranquila. Antes de ir dejó todo predispuesto para que la casa funcionara como debía ser. Juanchi chistó, gracioso, y puso los altoparlantes de la computadora un poco de Daddy Yankee antes de doblar su ropa tal como ella le había enseñado para que así acomodara su valija para el viaje. También sonrió al recordar la cara de su abuela cuando le hizo escuchar esos mismos temas y ella no comprendía del todo esa música de moda aunque, curiosamente, dijo que no le desagradaba del todo.

Rememorando los días que los abuelos pasaron en la casa, Juanchi recordó que su abuela había mencionado a Tatiana. Quedó a medias. Ella sabía y, por todo lo desatado en torno a Matías, se le escapó la oportunidad de averiguar.

Analizó la situación y llegó a la conclusión que quizás era de esos secretos que siempre iban a ser secretos. Tal vez, cosas del destino si se podría decir, era de esas cosas que era mejor no saberlas. Lamentó el hecho de no poder aclararlo con el tío Nacho, más que todo, porque parecía que todavía le afectaba el tema. Y, más allá de una cuestión de curiosidad, quería saber si esa era la razón por la cual su tío nunca se casó ni tuvo hijos. Juanchi se dijo que después del suyo y su abuelo, el mejor padre del mundo sería el buen Nacho.

El día de los quinceaños de Adela llegó. La chica, tal como era su deseo, vistió un vestido sencillo informal, de color celeste claro. Se maquilló y peinó de manera sencilla y lució unas zapatillas cómodas de marca.

El pequeño salón se llenó de gente, entre amigos y familiares. Los chicos la rodearon, entregaron regalos y dieron felicitaciones. La chica estaba muy feliz por la gran concurrencia, a pesar de haberse sentido muy desanimada a principio de año.

Un DJ ponía música de moda. Las decoraciones no eran ostentosas, todo creaba un ambiente juvenil y fresco.

Luego de la entrada, Adela aprovechó para acercarse a unas mesas junto a sus padres. Ahí, Juanchi le susurró al oído.

—¿Tu novio va a venir?

—Dijo que sí, que me iba a venir a buscar —le contestó ella y echó una mirada en general.

Después del plato principal, poco a poco, los invitados fueron distribuyéndose por el salón y por el patio del mismo, al aire libre, donde los más jóvenes coparon el lugar y empezaban a bailar.

Rosario miraba todo con felicidad. Ella no había tenido nada de eso en su juventud y se sentía orgullosa de haber logrado una familia estable, tener un esposo amoroso y dos bellas hijas. Incluso ya tenía en mente lo que quería para el festejo de Verónica, aunque faltaran un par de años para eso.

Luis se acercó a ella y le murmuró algo en el oído. Ella asintió y divisó a Adela con Juanchi, tomando unas gaseosas y conversando animadamente.

—Te quería decir algo desde hace días... —empezó Juanchi viendo que la chica estaba pendiente de la aparición de su "novio fantasma". Se quitó el saco y se aflojó la corbata y las dejó sobre unos asientos dispuestos por todo el lugar. Estaba nervioso porque tenía ciertas sospechas. No obstante, como bien le dijo su padre alguna vez, a las mujeres había que tratarlas con delicadeza y, si sus sospechas eran ciertas, Adela podía salir muy lastimada. Tenía que encontrar las palabras justas, como para que ella vaya reflexionando el asunto y, en tanto aparecía el novio a la fiesta, Juanchi podía tomar ventaja y al menos demostrarle al tipo que su amiga no estaba sola... Bueno, ni que él fuera un violento ni hábil para las peleas, pero por su amiga iba a tener que hacerlo.




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