Las últimas semanas fueron increíbles para Adela. Estaba más que decidida a contarle a su madre que tenía novio por más que el chico andaba nervioso. Ella le preguntó qué le sucedía, pero él le insistía que nada, que estuviera tranquila.
Por dos días no supo de él más que por mensajes, que le contaba que estaba en un problema y que debían tomar algo de distancia por el momento. Le prometió que ni bien se desligara de ello iban a verse.
A pesar de esa promesa, Adela empezó a sentir que algo no andaba bien. Lamentó no poder soltarlo todo a Clari. También se sentía un poco mal por su conducta hacia Juanchi, de huirle cada vez que lo veía cerca. Se ruborizó al recordar la escena del baño y por lo que sucedió cuando regresó a Merlo.
Sí. Pasó.
Los primeros días de diciembre se llevaban a cabo los exámenes. Solo los chicos que debían recuperar asistían al colegio. Dante, que había zafado de matemática, tuvo que ir igual pero para cumplir con ciencias naturales. Saliendo del colegio se topó de golpe con una chica, vecina de él, que lo esperaba sentada en la entrada del colegio. Al verle se paró.
—A vos te estaba esperando.
—¿A mí?
—Sí, Dan —avanzó hacia él—. ¿Vos sos muy amigo de Adela Montero? Siempre te veo con ella.
—Sí, digamos que sí —contestó el chico y se cruzó de brazos—. ¿Qué tienes, Kari? Tas medio rara.
—Ay, es que no sé cómo decirte esto —titubeó—. Hay un chico de primer año del colegio de los Hermanos Franciscanos que anda con dos chicas a la vez. Usó la clásica, la de mantenerlo todo en secreto. Tengo una amiga que va a los Hermanos y me chusmeó todo. Lo vimos pasar y se me hace que es el mismo chico con el que vi a Adela salir de aquí hace una semana.
Dan ahogó una exclamación.
—¿Estás segura?
—Si me muestran una foto o si lo llegamos a verlo... Mi amiga me acaba de mensajear y me dijo que están todos reunidos para su muestra de fin de año, quizás esté ahí.
—Si no te molesta podemos ir juntos.
—No tengo problemas. Vamos.
Juanchi disfrutaba sus primeros días de vacaciones. Paseaba a los perritos acompañado de su mamá, recorriendo la calles del barrio hasta el centro. Regresaron cerca de las siete de la tarde luego de una larga caminata. La mujer subió a cambiarse de ropa y él, haciendo tiempo en la cocina, se servía un poco de agua fresca cuando el incesante timbre de la casa lo llamó.
—Ya voy, carajo, ya voy —abrió y sus amigos, junto al recién llegado tío Nacho, entraron—. ¿Qué les pasa?
—Eso mismo quiero saber —sumó el hombre. La madre de Juanchi bajaba, curiosa por el panorama.
—Aquí quieren decirme algo y me dijeron que mejor en un terreno más neutral —se quejó Adela, molesta por haber sido casi obligada a salir de su casa cuando no tenía ganas de hacer nada.
—¿Podemos usar tu galería? —pidió Dan.
Los chicos fueron a la galería del patio trasero.
—Está fuerte lo que vamos a decir —advirtió Clari a su amiga.
—¿Qué? ¿Qué me quieren decir? —saltó Adela, imaginando que sus amigos se habían enterado sobre el asunto del baño en Jujuy y que por ello la arrastraron hasta la casa de Juanchi para confrontarlos.
—Ya sabemos que andas con un chico, Adela. Queremos saber si es uno que va a primer año C de los Hermanos —inquirió Santi.
—Ah, era eso —respiró tranquila. Creyó que era buena oportunidad para ir hablando sobre su novio, así que no tuvo más opción que asentir—. Sí, estoy de novia con un chico que va a los Hermanos Franciscanos.
—Una vecina mía, que va a segundo año, me habló hace rato, saliendo del recuperatorio. Me dijo que este tipo anda con dos chicas al mismo tiempo y las convenció de no decir nada. Ya sabes, "mantenerlo en secreto".
Adela palideció.
—No puede ser.
—Así es, Adela. Ese chico, si es el mismo con el que sales, es un desgraciado. Incluso anduvo con nuestra prima Luli... Bue, con quién no anda nuestra prima Luli —codeó Clari a Santiago.
—Pero se metió con la Fiorella. Y eso no se le perdona —soltó Santiago, quitando la malicia de Clari con respecto a la otra prima.
—No, no —dijo Adela, yendo de un punto a otro, negándose a creer lo que sus amigos le decían. Su corazón empezó a palpitar muy fuerte y su voz empezó a ahogarse.
Nacho y Lucero, quienes no pudieron evitar escuchar la confidencia entre adolescentes, se acercaron al grupo de amigos.
—Es un sinvergüenza. Deberíamos darle una paliza —acotó Santiago, sintiendo que la rabia se le subía a la cabeza.
—Esperen, esperen. Tal vez es otro chico, no tomen decisiones sin estar seguros, por favor —pidió Nacho viendo que los ánimos se estaban caldeando.
—¡Eso! ¡No saben lo que dicen, ustedes están equivocados! —exclamó Adela con la voz ahogada y la mirada vidriosa—. ¡Fran es incapaz de hacerme algo como eso, él me ama!
—¿Fran? ¿Tu novio es Fran Enríquez? —intervino Juanchi.
—¿Lo conoces, pedacito? —se acercó Lucero.
El chico empezó a reír, recordando todas las anécdotas que rodeaban a dicho personaje de su antiguo colegio. El chico que se creía irresistible y que no dudaba en coquetear con cinco chicas a la vez a través del Messenger. El que detrás de la pantalla de una PC apenas había logrado salir con una chica porque era medio tímido. Sí, un chico podía ser fachero, deportista y galán, pero si le faltaba labia cualquier chica, esperando otra cosa, perdería el interés. Rodeó con un brazo a su madre, divertido, soltándolo todo e ignorando por completo las reacciones de Adela.
—¡Claro que lo conozco, mami! ¡Es tremendo gato! Por una chica era capaz de irse en bici a pata pelada hasta... —y finalizó, en tono agudo, al ver el horror de los presentes y comprendiendo la gravedad del asunto— Conlara.
—¿Es el mismo chico que te vino a buscar el día de la prueba integradora? Porque los vi desde la ventana del curso de segundo año —quiso saber Nacho.
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Editado: 07.07.2024