Un Chico Llamado Amor

DOS

No eran niños.

La familia Richards entró, con dos personas a su lado. Una de ellas sí era un poco más pequeña, tiene como doce años y mientras permanece al lado de su papá cuando camina a través de la puerta, veo que tiene el cabello largo y marrón con los ojos verdes.

—Ella es Candy —afirma el señor Richards sonriendo y acariciando el cabello de su hija.

Ella sonríe con los labios apretados, puedo notar que se ve claramente incomoda. De cierta forma, la entiendo. Cuando era de su edad no me gustaba acompañar a mis padres a casas de extraños, no me gustaba saludar y sonreír solo por ser cordial, quería mostrar mis verdaderas emociones.

El otro chico, más alto que su hermana, levanta la mirada y lo reconozco de inmediato. Es el chico de la tienda, el que no me dejaba de seguir. —Y él es Max.

¿Max? Recuerdo que su nombre era otro. Steve, así se llamaba.

—Buenas tardes —dice él con una sonrisa menos amplia como la que mostraba en la tienda.

Los ojos de Max se mueven de mis padres a mi hermano y finalmente aterrizan en mí. Él frunce el ceño y una pequeña sonrisa se le dibuja en su rostro, yo solo aparto la mirada de él.

—Soy Oliver —afirma mi hermano dando un paso al frente—. Tenemos un perro pero está en mi habitación ahora.

El señor Richards sonríe. —Mucho gusto Oliver, tu papá me ha dicho que te gusta el baseball, ¿no? A mí también, cuando estaba en la universidad jugaba.

Oliver abre sus ojos, cualquier cosa que involucre ese deporte lo hace feliz. — ¿De verdad? Sí, me gusta mucho —mira a mi padre—. Pero a papá no le divierte como a mí, nunca he estado en un partido en vivo.

Papá suspira, recuerdo cada vez que Oliver mira partidos en la televisión mi padre luce aburrido. —Sí, nunca fui fanático de los deportes.

Supongo que eso lo heredé de él.

El señor Richards le da un golpe en el brazo. —Lo sé, te cansabas subiendo las escaleras.

Mamá coloca su mano en mi hombro. —Y ella es nuestra hija, Lily.

Creo que mamá no reconoció a ¿Max? ¿Steve? Como sea que se llame, creo que ella no lo recuerda. Aunque aún está la posibilidad que Steve y Max no sean las mismas personas, tal vez yo los estoy confundiendo.

—Hola —digo finalmente—. Soy Lily.

Seguido de los saludos y presentaciones nos vamos todos a la mesa para comer los ravioli preparados por mamá. Yo me siento al lado de mi hermano pero en la siguiente silla vacía, el chico se sienta a mi lado. Lo llamaré Max por ahora.

Antes de empezar a comer, Max voltea hacia mí. — ¿Tienes un perro?

Yo levanto mi mirada, estoy segura que mi hermano dejó muy en claro que tenemos un perro. —Sí —es todo lo que contesto antes de clavar mi tenedor y meterme comida en la boca.

Oliver escuchó la pregunta de Max porque responde: —Se llama Macaroon pero le decimos Mac, es un dálmata, ¿Quieres verlo?

Max asiente sonriéndole. —Claro, me encantan los perros.

Mamá suelta una risa corta. —Cuando terminen de comer pueden ir con él —mira a el señor Richards—. No es para nada agresivo pero es muy juguetón, si lo dejáramos como siempre ahora estaría sobre la mesa.

Max ríe y yo me muevo un poco más lejos de él. No sé porque estoy tan nerviosa, no sé por qué tenerlo cerca me hace querer alejarme. Bueno, supongo que sí lo sé. No me gusta estar cerca de chicos de mi edad. Mamá dice algunas veces que soy demasiado cínica y desconfiada, yo solo dudo razonablemente que alguien que no conoces tenga buenas intenciones.

Aunque no me sucede con todos, pero yo soy de esas personas que al conocer a alguien sabemos si nos agradaran o no. No es prejuzgarlo, es como si pudiera sentir sus futuras intenciones. No sé, siempre he acertado.

— ¿Pasaran las fiestas aquí en la ciudad? —pregunta papá limpiándose la boca con la servilleta.

El señor Richards asiente. —Sí, después del divorcio es mejor que estemos todos juntos —suspira—. Además Beatriz estará en su país así que.

Mamá mira a mi padre. — ¿Y si vienen con nosotros? —Papá asiente y yo frunzo el ceño, no estamos acostumbrados a tener más personas por aquí durante navidad. En ocasiones vienen algunas amistades de mis padres pero solo por unos veinte minutos, luego se van. La invitación de mamá suena a que pasaremos todo el día juntos. —. Será divertido, podremos hornear algo con las chicas y podrían jugar béisbol o algo así.

— ¡Si! —Oliver celebra.

—No queremos molestar —dice el señor Richards viendo a sus hijos. Yo espero que alguien se niegue, que digan que tienen planes o que estarán ocupados—. Pero si todos están de acuerdo, nos encantaría.

Escucho a Candy soltar una exhalación, creo que ella tampoco quería esto. La entiendo completamente. Maxi sonríe y asiente viendo a su padre, mis padres y mi hermano se ven igualmente felices.

Yo no.

Suficientes ruidos y distracciones tengo con estos tres miembros de mi familia y un perro, ¿ahora tengo que lidiar con desconocidos? No me agrada. Ojala pudiera salir libremente como Jenny, ojala pudiera hacer lo que se me da la gana sin pedir permiso a nadie.

Cuando terminamos de comer Oliver se acerca a Max y le pregunta si quiere ir a jugar con Mac al patio de atrás, Max dice que sí. Antes que ellos se dirigieran a la habitación de mi hermano para sacar a Macaroon, mamá me señala y sugiere (ordena) que los acompañe.

Yo solo quiero terminar el libro que estoy leyendo.

—Ve con ellos —dice el señor Richards a Candy.

Candy lo mira y baja el rostro, no parece querer hacer eso. —Pero... —su voz es muy baja.

Él le acaricia el cabello. —Tranquila Candy, es un perro amigable, ¿no? No te hará nada.

Ella no quiere ir, puedo verlo en la forma que baja la mirada y su postura es encorvada. Pero tanto ella como yo no parecemos tener mucha opción y debemos ir aunque no queramos.

Aunque se me ocurre algo, una forma en que las dos podremos librarnos de esto. — ¿Quieres ir a mi habitación? —le pregunto a ella—. Me gusta leer, ¿te gustan los libros?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.