Alisa ajusto su abrigo y se puso su bufanda favorita, la que le regalo Madison, su mejor amiga, el día que había viajado a Londres. La echaba mucho de menos, sobre todo porque se conocían desde niñas y estuvieron juntas la mayor parte del tiempo. Habían estudiado en la misma escuela y vivían cerca la una de la otra. No había actividad o paseo alguno donde no fueran juntas. Eran como hermanas y se querían de esa forma.
La decisión de ir juntas a estudiar a Londres, era el sueño de Madison y convenció a Alisa para que la acompañara para no sentirse sola en una ciudad tan grande y llena de tanta gente. Alisa había tenido problemas desde niña con esa parte, no podía estar sola en una multitud.
Desafortunadamente, por cosas del destino, Madison no paso el examen de ingreso y su madre había enfermado poco tiempo después, así que Alisa fue sola a Londres, un poco nerviosa, aun así no cambio de opinión. Era una oportunidad que no podía perder.
A Alisa le encantaba el frio, siempre le había encantado, no podía mentir sobre eso. Pero, ese día podía odiarlo. Había pasado muy mala noche y el calentador de agua no funciono esa mañana, tuvo que improvisar para poder ducharse. Nunca le había gustado improvisar porque no se le daba muy bien hacerlo, la última vez que lo hizo termino en el hospital con una pierna fracturada. Todavía sentía un poco de dolor cuando se excedía caminando o corría.
Suspiro y froto sus manos para darse un poco calor.
Se había olvidado los guantes sobre la cama y se dio cuenta cuando estaba en la calle, no se devolvería porque atrasaría su horario y no quería llegar tarde a la universidad. Además de eso, necesitaba su dosis de chocolate e iba a ir por ella, no podía empezar las clases con el estomago vacio o podría desmayarse como le sucedió hace unos días. Tampoco podía faltar a clases o perdería la beca que tanto esfuerzo le costó ganar. Ni siquiera pensó que podría tener suerte para ganar algo tan valioso como una beca. Madison se molesto con ella unos días, pero después volvieron a ser las mismas y no le reprocho nada de nuevo.
Melly's Café, la cafetería más cercana al campus estaba vacía a esa hora, por lo que no tardaría mucho recibiendo su pedido. Empujo la puerta, entro y respiro el aire caliente que había dentro del establecimiento y se podía sentir tranquilidad; muy diferente del café que estaba en la universidad. Esa era otra de las cosas que le gustaban a Alisa del lugar, el aire de familiaridad que se sentía.
Observo a su alrededor, no había nadie conocido y suspiro con tranquilidad. Los hombres eran muy insistentes en ciertas ocasiones y eso la ponía muy nerviosa. No dejaban de pedirle citas o reuniones de grupo cuando finalizaban las clases y todas las veces se excusaba diciendo que tenía planes o cualquier otra escusa sin importar lo tonta que fuera.
Miro el reloj que estaba detrás de la barra y sonrió. Todavía tenía tiempo suficiente para comer con tranquilidad y luego ir a clases a pesar de levantarse quince minutos tarde.
Todo por culpa del vecino escandaloso del piso de arriba, no pudo concentrarse bien en la lectura e invirtió más tiempo del debido y después, una migraña se hizo presente deteniendo sus labores. Nunca tenía migrañas, ahora eran muy constantes en su vida. Pero, como el karma llega en cualquier momento, podía decirle que ese hombre tenía las horas contadas, ya que todas las personas del edificio se quejaron de sus rutinas de ejercicio nocturno.
Alisa había puesto un volante en su puerta de un gimnasio y así no soportar un minuto más su escandaloso ejercicio. Pero, el hombrecito lo arrugo y lo lanzo a la basura. Lo supo por la señora del aseo, quien aseaba los pasillos del pequeño edifico.
Por fortuna, no tendría que mudarse, fue muy difícil para ella conseguir un lugar decente y económico, un lugar donde se sintiera cómoda y no estuviese tan lejos de la universidad.
—Buenos días, princesa Alisa —cerro los ojos con fuerza y retuvo un gruñido de frustración. No podía tener tan mala suerte, estaba segura que esa mañana no se encontraría con él. Giro su cabeza para saludar al hombre que estaba cansada de rechazar, no quería parecer grosera, aunque por dentro se estaba muriendo de ganas de salir corriendo. No soportaba la cercanía de los hombres, solo pensar en ello la hacía poner muy nerviosa.
—Buenos días —saludo Alisa con una sonrisa y giro de nuevo para que se diera cuenta que no quería conversar con él, solo esperaba que entendiera la indirecta y no le siguiese hablando.
Cuando Alisa llego hace seis meses a Londres, estaba un poco perdida, no era capaz de relacionarse con nadie, aun seguía sin poder hacerlo. Lo disimulaba muy bien para que nadie se diera cuenta.
Todas las mujeres parecían cómodas en compañía de los hombres, y como ella nunca había tenido citas y estudio la mayor parte del tiempo en escuelas de chicas, no se sentía capaz de interactuar tan fácilmente con hombres. Así que evito los avances de las personas que se acercaban a ella buscando ser amigos o algo mas, unas semanas después comenzaron a llamarla princesa inalcanzable.
Recordar eso la hacía sentir incomoda, ya que nada era cierto. Pero, a esas alturas del partido ya no le parecía prudente aclarar la situación, eso la haría sentir aun mas incomoda.
Se sintió completamente feliz cuando Madison le dijo que podían ir juntas a Londres, tal vez así en algún momento le perdería el miedo a los extraños y podría interactuar bien con cualquier persona. Pero, las cosas no fueron así, llevaba seis meses y todavía no tenía amigas o personas cercanas, solo la señora del aseo que vivía en el mismo edificio y era fácil interactuar con ella solo porque era mayor. De lo contrario no podría ni hablarle bien.