Un Cielo Muy Dulce

Capitulo 3

Alisa no sabía qué hacer, los nervios se apoderaron de nuevo de su cuerpo y sus manos temblaron, así que las puso a cada lado de su cuerpo. No podía haber cometió un error tan grande. Quizás aquel hombre tan guapo, de verdad no estaba enfadado, eso le había dicho aunque no lo creía del todo. Por eso decidió que debía hacer algo al respecto; como llevarlo al hospital y pagar la factura sin importar cuánto dinero debía pagar por ello.

Eso era lo mejor, no podía desentenderse de un asunto tan grave por ser descuidada. Tendría que poner más atención la próxima vez, porque ese hombre frente a ella fue amable, pero la próxima vez podía ser peor.

—Se… será mejor que vayamos a ver un… un doctor —dijo con dificultad sin levantar la cabeza. Solo observaba la parte de la camisa donde se veía la mancha de café. Ahora sus planes para estudiar se habían ido por la borda.

—No es nada grave…

—Por… por favor —rogo cerrando los ojos con fuerza para tener valor suficiente de seguir hablando— solo… solo quiero sa… saber si está bien.

Harry la observo de arriba abajo y se sintió culpable al ver que la rubia temblaba. No podía seguir viéndola de esa forma, así que decidió hacer lo que ella decía, después de todo, pasaría más tiempo con ella y podría obtener información sobre ella, al menos el nombre y donde estudiaba.

—Está bien, dejare que me lleves a ver un doctor. Pero, yo pagare la cuenta —no dejaría que ella pagara por algo que no había hecho. Harry era el culpable de lo sucedido y tenía la responsabilidad de arreglarlo, aunque no se lo diría. Prefería omitir esa información para que ella al menos aceptara estar cerca de él por un poco más de tiempo.

—Señor Blackstone, si necesita ayuda yo puede serle útil —dijo Gabrielle acercándose a ellos con el ceño fruncido mientras mirada de reojo a Alisa.

Harry estaba cansado de ese tipo de mujeres, que solo se acercaban a él porque lo encontraban atractivo y por la vida de lujo que podrían permitirse a su lado. Ese tipo de mujeres lo enfermaban, no tenían ninguna vergüenza cuando se hacían las interesadas en él, cuando la realidad era otra.

Gabrielle intentaba llamar su atención desde que empezó a ir allí, así que solo la ignoraba y seguía su camino. Su cabeza estaba puesta en los negocios y no tenía tiempo para relaciones amorosas, eso era lo que había pensado hasta que vio a Alisa y se sintió atraído como un imán. Esa chica tenía algo especial y estaba dispuesto a saber que era. Nunca había perdido ante nadie, siempre conseguía lo que quería y esa hermosa mujer no era la excepción.

—No se preocupe, señorita —dijo en tono severo para que no pudiera replicar o seguir insistiendo— ya tengo quien me lleve. Además, también necesita que le revisen la mano por si la quemadura es seria o no.

Alisa levanto la cabeza y se tenso al observar a Gabrielle quien le lanzo una mirada hostil. No entendía la razón de eso, por lo general ella le sonreía cada vez que iba a la cafetería. Durante esos seis meses que llevaba viviendo en Londres, a pesar de no dejar acercar a nadie y rechazar a los hombres, no había tenido problemas de ningún tipo. Por eso no entendía la reacción de esa chica.

Alisa sabia muy poco de relaciones y por eso no noto que la mirada que le había lanzado Gabrielle se debía a los celos que sentía de ella, así como tampoco se dio cuenta de que su nerviosismo se había duplicado por una razón muy obvia.

Gabrielle había ido a esa cafetería desde que estaba en primer año de universidad  y cuando vio a Harry, se enamoro a primera vista. Por eso decidió empezar a trabajar allí, pero como los horarios de sus clases interferían con sus encuentros con Harry, decidió tomar las clases en línea que interferían en sus encuentros con Harry y trabajar horas extras. Quería conquistarlo de cualquier forma e hizo todo lo posible por llamar su atención y no consiguió nada. Ahora esa chica rubia aparecía y le quitaba al único hombre del que se había enamorado, no podía permitir que eso pasara. Ese hombre era su boleto a una vida cómoda y para que sus amigas la envidiaran. No podía perder ante una mujer que acababa de aparecer, ella no dejaría que le arrebataran lo que le pertenecía.

Harry se dio cuenta de lo sucedido, desde los veinte años se había hecho cargo de la empresa familiar y se había acostumbrado a estar alerta en todo momento, era un tiburón en los negocios, conocía bien como pensaban las personas antes de actuar o decir algo, y podía darse cuenta de la hostilidad de la chica castaña hacia la hermosa rubia.

—Sam, prepara el auto. Voy a ir al hospital para que me revisen y la señorita también debe ir por si acaso para que le traten la mano —dijo Harry cuando Sam llego de hacer las compras.

La castaña había vuelto a su lugar de trabajo y lanzaba miradas furtivas en su dirección sin importar que su jefe la observara. Harry decidió en ese mismo instante, no volver a ese lugar, por ahora. Ya había conseguido su objetivo principal y lo estaba observando con detenimiento, luego se encargaría del resto.

—Enseguida, señor —contesto y volvió a salir de la cafetería.

Alisa no volvió a mirar a Gabrielle. No quería ver esa expresión de nuevo y mucho menos si iba dirigida hacia ella. No entendía bien que sucedía, tampoco porque ella la miraba de esa manera, ¿estaría enfadad porque hizo un desastre en su hora de trabajo? Si era así, debió decírselo y no quedarse callada. Se hubiera disculpado como era debido.




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