—El niño está completamente sano.— le había dicho aquel doctor, pero aquello no había dejado tranquilo a Rodrigo. Su hijo no era la primera vez en aquella semana que decía sentirse mal. Pero decidió salir de aquel consultorio con su pequeño tomado de la mano y luego seguir buscando otro especialista.
—Papi, ¿Puedo ir a dolmil con aguela Silvia?.— a su pequeño le gustaba disfrutar con sus abuelos, pero ir a casa de su abuela Silvia pedía ir siempre que deseaba escuchar alguna anécdota de su mamá.
—Primero debemos llamar a abuela Silvia y preguntar si puedes ir por esta noche.— el pequeño asintió con su cabecita y siguió caminando con su papá tomados de la mano.
—¿Papi?.— volvió a llamarlo una vez que iban en el auto camino a su casa.
— Dime campeón.— dijo Rodrigo mientras lo miró por breves segundos.
— ¿Polque mami se fue?.— el doctor apretó sus labios en una fina línea, desde el día de su cumpleaños no había dejado de preguntar por ella y muchas veces no sabía que decirle. Su madre le había dicho que él pequeño necesitaba una figura materna y que él mismo necesitaba una mujer, pero él estaba totalmente negado a todo aquello, estaba bien así, su corazón aún lloraba por Annie y sentía que si alguien más entraba en su corazón le estaría faltando a su difunta esposa .
— Porque Dios la necesitaba en el cielo bebi.— le dijo con su voz algo quebrada.
— Mami vino en mis chueños.— Rodrigo sonrió, el niño solía decir cosas extrañas cuando mencionaba que su madre lo había visitado en sus sueños.
— ¿Y que te dijo está vez?.— preguntó con curiosidad, parqueo el auto a las orillas de su casa y bajaron del auto. Tahiel sujeto la mano de su papá mientras caminaban hasta la entrada.
— Ella dijo que tú debelias ser feliz.— sonrió con nostalgia, últimamente todos decían lo mismo.
— Dile que lo soy.— fue todo lo que dijo. La conversación quedó en el olvido para el pequeño que subió las escaleras con prisa para guardar sus pertenencias en su mochila de pow Patrol. Mientras que Rodrigo sentía su garganta apretar ante el deseo de llorar. Desde que los oficiales fueron a su consultorio se sentía extraño, se preguntaba si Annie era en realidad la persona que el conoció, aquel informé policial era una locura y se negaba a que aquello fuese verdad.
ɴᴀʀʀᴀ ʀᴏᴅʀɪɢᴏ:
Veo a Tahiel correr a los brazos de su abuela mientras camino en su dirección.
—Buenas tardes Rodri , anda pasa. Preparé tu pastel favorito.— Silvia es una gran mujer al igual que Horacio, ellos jamás me han dejado solo, tengo un enorme apoyo, Tahiel crece rodeado de amor y eso es todo lo que necesita.
—No te hubieses molestado Silvia.— ella rodea su brazo en el mío, mientras sujeta mi mano y le da unas palmaditas.
—Sabes que no es molestia. Ahora anda, necesito hablar contigo.— me lleva hasta la cocina, dónde encontramos a Horacio y Tahiel tomando un plato con galletas y dos vasos de leche. — Horacio vayan al jardín. Necesito hablar con este muchacho.— mi pequeño me da un beso y un abrazo, para después salir corriendo a toda velocidad detrás de su abuelo.
— Siéntate ahí, voy a preparar café con una rebanada de pastel de manzanas.— tomo asiento en silencio, llenándome de nostalgia, ellos parecen haber aceptado mejor que yo la partida de Annie. Estuve un buen tiempo con psicólogos, en mi mente se reproducía a cada segundo la imagen de ella y de aquel encapuchado.
— Bien, ahora sí. Vamos hablar muy seriamente muchacho.— puso la taza de café y el plato del pastel frente a mi.
— Soy todo oídos, no se porque, pero presiento que usted y mi madre han estado en contacto.— tomo la taza de café y la llevo a mis labios.
— No voy a mentirte, claro que hablamos y quiero decirte que estoy de acuerdo con ella. Rodri, cariño, debes abrir tu corazón, buscar una buena mujer. Estoy segura que tienes a más de una candidata.— niego con mi cabeza mientras sonrió.
— Ninguna es Annie.— es lo único que logró mencionar, no quiero a nadie más.
— Pues claro que no, porque todos somos seres únicos. Pero estoy segura que mi Annie no quisiera verte así.—
— ¿Así cómo?, yo me siento muy bien.— miento, intentando convencer a esta mujer que estoy de maravilla, pero la verdad es que tengo el mundo derrumbado.
— Te ves del carajo hijo, disculpa que te hable así. Sabes que yo te aprecio mucho y me encantaría ver al amor de mi hija ser feliz. Tahiel necesita una figura materna y yo estoy cien por ciento segura de que tu escogerías muy bien a tu compañera.— sujeta mi mano con cariño y sus ojos se llenan de lágrimas. — Sé que lo harás, porque elegiste a mi Annie. Piensa hoy en la soledad de tu casa, mientras Tahiel está con nosotros.— miro en dirección al jardín y observo como mi pequeño juega con su abuelo, quizás ellos tengan razón, pero no voy a forzar nada. Miro a Silvia y le sonrió.
— Lo pensaré, pero no pretendan que iré a citas que ustedes me preparen.—
— Pero hijo….
— Pero nada.— la interrumpo. — Silvia prometo que abriré mi corazón, pero no forzaré nada, dejaré que el destino me guíe. ¿Eso es suficiente para ti y mi madre?.— le pregunto.
— Por el momento si.— sonrió con picardía y supe que aquello era mentira. Ellas querían ser mis casamenteras.
Había dejado a mi hijo con sus abuelos, era viernes y solo deseaba dormir. Pero aquello fue interrumpido por mi amigo Brian, que llegó y supe que iba dispuesto a sacarme de mi casa.
— Tío, pareces un abuelito. Tienes la noche libre porque el petardo de tu hijo se ha ido y tú aquí encerrado.— saco el aire de mis pulmones con fuerza, uno más que se suma al club de mi madre y Silvia.
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Editado: 28.06.2024