Un corazón en reparación

Capitulo 4

ᴜɴᴀ ꜱᴇᴍᴀɴᴀ ᴅᴇꜱᴘᴜᴇꜱ...

 


La vida de Rodrigo y su hijo seguían como siempre, tranquilos, las mismas rutinas de cada día. Pero aquel sábado habían decidido ir a un día de campos, solos ellos dos. Rodrigo quiso llevarlo al lugar donde le había pedido a Annie que fuese su esposa. Últimamente el pequeño preguntaba seguido por su mamá, sus preguntas cada día se hacían mas difíciles y ya sus respuestas no le daban el consuelo que solía darle. 

—¿Polque Lucí si tene con ella a su mami?.—  Rodrigo lo miró por unos segundos, pensando que podría decirle. 
—Porque mamá… 
—No se digas mentilas papi.— lo interrumpió el pequeño y aquello le arrugó el corazón, debía mentirle, no podía decirle a su pequeño todo lo malo que sucedió. 
—Entonces, ¿Te parece que te responda en un tiempo más?.— le propuso y el niño con una mueca aceptó. Dejando así un alivio a su padre. 
Rodrigo había decidido llevarlo a los lugares que más le gustaban a su madre, se había propuesto hacer que su hijo conociera cosas de Annie, sabía que eso le traería más preguntas, pero de aquella forma sentía que de una u otra manera le estaba dando sus respuestas. Y si no las tenía  siempre acudía a su madre o suegra. 
Había estado pensando en lo que aquellas mujeres le habían dicho sobre volver a tener una mujer en su vida y se negaba, pero también podía ver cómo su pequeño deseaba tener aquella figura materna que todo niño deseaba.  
—¿Ya llegamos papi?.— dijo Tahiel sentado en su silla de seguridad. 
—Estamos llegando mi pequeño bebi.— le dijo con dulzura mientras lo observó por el espejo retrovisor, sonriendo con nostalgia al ver tantas cosas de ella en él.

«—El amor que le tenías a Annie jamás lo vas a olvidar hijo, pero tú corazón necesita amar y estoy segura que ella logrará descansar en paz cuando los vea totalmente felices.— dijo su madre. 
—No puedo mamá.— fue lo único que logro decir. Su madre tomó sus manos y le sonrió. 
—Puedes, estás vivo y por eso debes seguir. No quiero que mi hijo no se sienta libre de amar, ¿No has pensado que todo lo que dice Tahiel sobre su mamá sea cierto?.— «


Rodrigo volvió a la realidad cuando él grito de su hijo retumbó en el auto. 
—¡ Papiiiiii!, mila eso.— gritó eufórico al ver el parque junto a un lago en aquel pequeño pueblo de España. 
—Hemos llegado. Aquí vamos a conocer más de mamá.— los dos se sonrieron mientras Rodrigo parqueaba el auto. Paró el motor y luego se bajaron, tomaron la canasta y caminaron hasta las orillas del lago, pusieron la manta a cuadros sobre el verde césped y comieron los sándwich que habían preparado juntos. 

—Justo aquí,  le pedí a mamá que nos casemos.— Tahiel sonrió con un brillo especial en sus ojos, gateó hasta su papá y se sentó en la falda de él, le tomó el rostro con sus pequeñas manitos haciendo que Rodrigo lo mire. 
—Aquí siemple vengo en mi suenos, caminamos por las olillas del lago.—  Rodrigo tragó con dificultad, intentado desaparecer el nudo de su garganta. 
—¿Con quién caminas?.— le preguntó en un susurro. 
—Con mami, y siemple me dice que te diga que seas feliz, papi.— el hombre se sentía como un niño, deseando llorar. 
—Soy feliz, porque estás junto a mi.— acarició el cabello marrón de su pequeño, mientras sonreía con sus labios, pero en sus ojos se podía reflejar la tristeza. 
—Ella dice que no y es pol esho que pido una mami, ella lo quiele.— Rodrigo negó con su cabeza mientras sonreía, pensando que las abuelas del pequeño tenían que ver en aquella petición. 
—Ya hablaremos de eso luego. Ahora vamos a jugar a los autitos chocadores.—  el pequeño se puso de pie de un brinco, juntaron todo y salieron a los juegos. 

Los dos disfrutaban de la tarde como nunca lo habían hecho, Rodrigo sentía en su corazón que Annie estaba con ellos, que aquel lugar era ella, se sintió completo y deseo tenerla junto  a él. Aquel amor lo estaba atormentando y no era consciente de aquello, todos podían verlo, menos él. Quizás era la culpa por no haberlos salvado a los dos, sentía que merecía vivir así y solo dedicarse al único ser que lo seguía uniendo a ella.  

Las risas no cesaron  durante la tarde, pero la hora de partir a casa había llegado. Tahiel tomó la mano de su papá y caminaron hasta el auto. 
Rodrigo le abrió la puerta para que subiera a su asiento, pero el pequeño antes de hacerlo, se giró, llevó su manito a sus labios y luego lanzó un beso en dirección al lago. El doctor miró en aquella dirección encontrándolo totalmente desolado. 
—Nos vemosh más talde mami.— dijo con seguridad y luego se subió al auto. 
Rodrigo se quedó con la mirada perdida en la dirección que su hijo había saludado. Sin poder creer todo aquello, se subió al auto y emprendieron viaje a Madrid.  

 


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Habían llegado entrada la noche a su hogar, se habían dado un largo baño y luego habían cenado algo liviano. Tahiel le pidió a su papá dormir junto a él, a lo que Rodrigo aceptó sin dudarlo. Con sus pijamas ya puestos se metieron a la cama, el pequeño se abrazó a su papá, mientras hundía su nariz en el cuello de Rodrigo. Él abrazó el pequeñito cuerpo y lo arropó junto a él, los ojos de los dos comenzaron a cerrarse mientras Rodrigo tarareaba una canción de cuna y así cayeron en un profundo sueño. 

«…Tahiel caminaba descalzo por las orillas de aquel lago, se veían los rayos del sol reflejar en la cálida agua, unos gansos nadaban junto a su pequeña familia. El pequeño niño sonrió cuando la vio de pie a unos metros de él, corrió la distancia  que los separaba  de su ángel y la abrazó con fuerza, cuando ella lo sostuvo en sus brazos. 
—Mi pequeño Tahiel.— susurró el ángel de cabello marrón, piel blanca y de ojos miel. —Mira que guapo estás, tienes los ojos de papá.— el pequeño tomó el rostro del ángel entre sus pequeñas manitos y la miró con dulzura. 
—Siemple lo dices mami.— dijo con una sonrisa  coqueta mientras los dos se sonreian.  
—¿Le has dicho a papá lo que hablamos?.— cuestionó, a lo que el pequeño asintió con su cabeza. 
—Si, pero él no quiele, dice que estamosh bien. — el pequeño siguió disfrutando de los mimos que su mamá le estaba dando. 
—Dile que entregue mi baúl a los policías, que sea feliz y dile “Necesito una mamá “.— el pequeño frunció su entrecejo y la observó. 
—Pero tu eles mi mamá.— su vocecita dejaba ver lo enfadado que se sentía. 
—Claro que si mi pequeño dulce. Pero necesitas una mamá de corazón, yo seré la mamá que te cuida desde el cielo.— Tahiel la abrazó e inhaló el aroma del suave cabello de su mamá.  —Eres fuerte y se que lograrás superar cada obstáculo.— abrazó al pequeño y siguieron caminando tomados de las manos, llenando sus espíritus del amor más puro que podía existír.» 




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