Un corazón en reparación

Capitulo 5

Una hora había pasado desde que Tahiel ingresó a emergencias. Brian estaba acompañando a su amigo, que había decidido esperar el parte médico antes de darle aviso a los abuelos. 

—Todo estará bien, ya verás. Mi muchacho es un guerrero.— dijo el moreno intentando darle fuerzas a su amigo. Le palmeo la espalda y se sentó a un lado de Rodrigo. —Deja de pensar idioteces tío, que nada es culpa tuya. La vida es así, pero estoy seguro que el menos culpable de todo eres tú.— conocía a Rodrigo desde su infancia, era de aquella amistad que se forja con apenas unos cinco años y luego sigue para toda la vida. Los dos se conocían a la perfección y estaban el uno para el otro siempre. 

—Se veía muy mal, sus manitos estaban moradas.— miraba sus manos, mientras le detallaba a su amigo como había visto a su pequeño. —Si él me deja yo me muero.— secó las lágrimas que se habían escurrido por sus mejillas y sujetó su cabeza con sus dos manos, apoyando sus codos en sus rodillas. 

—No pienses en eso Rodrigo. Estoy seguro que la doctora tiene todo bajo control, tiene un excelente equipo.— le dejó saber, con la intención de darle tranquilidad. Rodrigo lo miró e iba a decir algo, pero las puertas fueron abiertas y por ella salió la doctora Gonzáles junto a su residente. 

—¿Cómo está mi hijo?.— dijo con apuro, mientras se puso de pie y caminó hasta ellas. 

—El niño está estable, pero hemos encontrado una falla en su corazón… 

—¿Cómo que una falla?.— la interrumpió, sintiéndose algo alterado. 

—Señor, debe tranquilizarse y así podremos darle toda la información.— Brian apretó su hombro y Rodrigo ni siquiera miró a la otra persona que le había hablado, solo observaba a la doctora que había recibido al pequeño. 

—Señor Whition, el pequeño tiene anomalía de Ebstein. Es una de…

—Se lo que es.— interrumpió una vez más a la especialista que intentó mantener la calma, comprendiendo lo difícil que era para un padre. —¿Puedo verlo?.— dijo sin importarle nada más que abrazar a su pequeño, después hablaría con la doctora, sobre la situación de su hijo.

—Claro que si, vea al niño y lo espero en mi consultorio.— la doctora miró a la joven residente y le sonrió. — Acompaña al señor, Melissa.—  

—Claro, sígame por aquí.— le dijo algo nerviosa. Rodrigo con la mirada perdida la siguió, necesitaba tranquilizarse, no quería alterar a su pequeño. Todo saldría bien, aquello tenía solución, quizás sería un proceso largo, pero no le perdería.  —Aquí está, está dormido. Cualquier cosa que necesite solo llámame.— Rodrigo fijó por primera vez sus ojos en la mujer que tenía enfrente, frunció su entrecejo al notar algo conocido en ella, pero lo dejó en el olvido cuando la joven abrió la puerta y dejó ver a su pequeño Tahiel. Ingresó a la habitación, observó por breves segundos al pequeño y se giró para agradecerle a la jovencita, pero solo logró ver su espalda y el cabello recogido en un alto moño.  

—Mi pequeño, debes abrir los ojos.— tomó la pequeña manito entre las suyas y le dio unos besitos. — Papá sin ti no podría vivir.— le dijo con ternura,  besó  la frente de su hijo y luego se sentó a su lado, tomó su móvil para llamar a sus padres y suegros. Necesitaba a su familia con ellos, Tahiel era tan pequeño que temía que no logrará comprender todo lo que estaba sucediendo. Se quedó ahí con él hasta que llegó su madre, se cambió de ropa   en el pequeño baño y salió de la habitación, para ir a hablar con la doctora de su hijo. 

 

 

 

 

•••

 

La tarde había llegado y con ella también Tahiel ya había abierto sus ojos, se encontraba con su abuela Adriana cuando una visita inesperada llegaba a su habitación. 

—¡Holaaaaa!.— dijo la colorida mujer disfrazada de payaso, una enorme sonrisa y unos globos en sus manos. Al pequeño le brillaron los ojos y dio un gritito de felicidad. 

—Me han dicho que aquí se encuentra un niño, muy, pero muy apuesto.— caminó hasta la orilla de la cama y amarró los globos al pie del suero. 

—Ese soy yo.— dijo con ojitos coquetos, mientras sus ojos claros se perdían en los ojos marrones de la payasa y en las pecas de su rostro. —Tene lluvia de estrellas en tu calita.— le dijo con ternura, mientras sus manitos tomaron el rosto de la joven y le dio leves caricias  con sus pequeños deditos.

—Y tu tienes los ojos más brillantes que jamás he visto.— le dijo con ternura, tocó la punta de la nariz del niño y se enderezó para comenzar a hacer su pequeño show. Tahiel reía junto con Adriana que sentía su corazón brincar de felicidad, al verlo tan bien a su nieto. Un nuevo chiste de la joven y el niño comenzó a toser y sentirse ahogado. La residente se acercó a él al darse cuenta de que algo estaba mal, tomó la manito del niño y le colocó el oxígeno. 

—Debemos parar pequeño.— le dijo sujetando la mascarilla, la pequeña mano de Tahiel tocó la de ella y le sonrió. Adriana miró atentamente todo, hasta que su hijo ingresó al lugar, con su ceño fruncido y cara de pocos amigos. 

—¿Qué sucede?.— dijo, mientras caminaba hasta la cama de su hijo. 

—Solo estaba pasando un bonito momento, pero se fatigó, lo lamento.— habló la mujer, mientras lo miraba. Rodrigo la observó y se dio cuenta que era del grupo ese que le había hablado Brian. 

—Le prohíbo que regrese.— le dijo con desprecio, la payasita se quitó la peluca arcoíris que tenía y lo miró. 

—Lamento decirle que estaré al tanto de su hijo, porque estoy en su caso.— Rodrigo vio aquel cabello rojo, los ojos marrones y supo quién era aquella niña. 

—¡Tú!.— dijo el hombre, al darse cuenta de quién se trataba. 

—Si, yo. Sea un hombre maduro y deje de actuar como un niño.— Tahiel, miraba con su ceño fruncido a su papi y luego miraba con un brillo en sus  ojos a la pelirroja. 

—Papi.— tocó la enorme mano de su papá y este lo miró con su mirada cargada de amor. —Ella es linda, no debesh glitarle.— Adriana sonrió al ver aquella escena y su lado cupido se encendió, aquella muchachita le gustaba. 




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