Un corazón en reparación

Capitulo 7

Nαɾɾα Rσԃɾιɠσ:

 

 

—¿Por qué has pedido que llamen a Melissa?.— me pregunta mi amigo. 

 

—Tahiel quería verle.— le digo de forma tranquila, él me mira sin creer una sola palabra.

— Tú pediste que ella se mantuviera lejos del niño, ¿Qué estás escondiendo Rodrigo?.— bebo de mi café. Salí de la habitación y los dejé solos, si me quedaba un segundo más la cabeza me explotaría. Había utilizado a mi hijo, para que ella no estuviera con aquel hombre y eso me hacía sentir confundido.

— No escondo nada, solo comprendí que solo interesaba mi hijo y si él quiere ver a la muchacha, lo hará.— Brian me observa detenidamente, no cree nada de lo que digo, pero no me interesa.  

— Voy a simular que te creo, cuando tú quieras me cuentas toda la verdad…— hace una pausa, mientras cruza sus manos sobre el escritorio. —No la trates mal, ella es una persona con un corazón noble, solo es así, alocada, tiene un carácter especial para tratar a los niños. Le queda poco para finalizar su residencia y estoy seguro que será una gran pediatra.— sus ojos brillan y que mi amigo se sienta fascinado por ella no me gusta, me remuevo incómodo en la silla. 

— ¿Te gusta la payasita?.— le pregunto directamente. 

— ¿Melissa?.— se ríe. 

— No, mi vecina. Claro que ella.— me fastidia que haga preguntas idiotas. 

— No, a mí me gusta su amiga, la morena, chaparrita, con ese cabello abultado, sus ojos brillantes y labios pomposos. Abi, ella es preciosa.— un alivio invade mi cuerpo. 

— Eres un viejo para ella, ¿Cuánto años tienen?.—  

 

— Estoy en la edad perfecta para ella, tiene veinticinco.— diez años, pienso. 

 

— Debo irme.— digo al darme cuenta que estoy analizando la edad de aquella mujercita con la mía.

 

— Ve, estás extraño. Pero te daré tiempo.—  me pongo de pie y salgo después de saludarnos con un apretón de mano. Camino por los pasillos del hospital, llegando hasta la puerta de la habitación donde está mi pequeño, giro lentamente el pomo de la puerta y abro, para encontrarme con la imagen tan hermosa que hace que  mi corazón salta en mi pecho. Tahiel se aferra al torso de la pelirroja, que lo rodea con sus brazos y duermen profundamente. Imagino que Annie está ahí con él, que es ella no otra mujer. Camino hasta la silla que está a un lado de la cama y me dejo caer en ella, sin dejar de mirarlos, mis ojos van a ella, a sus pecas marrones, sus labios rojos, sus largas pestañas, su cabello rojo cae sobre su frente. Quisiera comprender porque mi hijo conecto tanto con ella, es una completa extraña que se adueñó de mi pequeño. Sujeto una de sus pequeñas manitos y recuesto mi cabeza sobre el colchón, sintiendo el calor de su frágil cuerpo. El aroma a jazmines invade mis fosas nasales, ¿Por qué ella tenía que oler igual que mi Annie?, ¿Por qué tiene que ser tan igual a ella?, es como si fuese Annie en otro cuerpo. 

— Te extraño tanto.— susurro, mientras observo la delicada mano que abraza a mi hijo, recordando lo feliz que fui cuando ella estaba conmigo. 

 

 

 

 

 

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La mañana había llegado y los encontró a los tres juntos, Melissa abrió poco a poco sus ojos y sonrió al sentir el calorcito del pequeño a su lado, bajó su mirada hasta él y besó su frente. Lo acomodó en la cama y se puso de pie con cuidado, acomodo su cabello en un alto moño y sus ojos marrones viajaron al hombre que estaba durmiendo en la incomoda silla, lo observo detenidamente, le parecía el hombre más hermoso que había conocido, sus rasgos tan varoniles, sus labios, su cuerpo y sus ojos, se le hacía lo mas bonito que había visto, pero todo se arruinaba cuando el abría la boca y le hablaba con tanto desprecio. Dejó salir el aire de sus pulmones y dándoles una última mirada, salió de la habitación, yendo directo a cambiarse de ropa y comenzar su turno. 

 

—¿Dónde pasaste la noche Melissa?.— la voz de su padre la hizo dar un brinco, se giró y le sonrió. 

—Hola pa, dormí aquí. Un niño anoche pidió por mi y vine de inmediato.— besó las mejillas de su papá y luego lo abrazó, afirmó su rostro en el pecho de su padre y escuchó los latidos del corazón, mientras que el hombre la envolvía en sus brazos. 

—¿Ese niño por casualidad no es el hijo de Whition?.— ella apretó los labios en una fina línea y no dijo nada. —¿Qué te he dicho de involucrar tu corazón en el trabajo?.— volvió a hablar su padre. Ella elevó su rostro y lo observó. 

—No puedo papá, si tú comprendieras lo que él me hace sentir?.— su voz salió temblorosa, sintiendo su garganta apretarse. 

—¿Con él niño o con él padre?.— aquel hombre de cabellos canosos, sus ojos marrones como los de ella la miraron con intensidad, complicidad y amor. 

—Deja de decir tantas tonterías pa.— se separó de él y siguió colocándose su uniforme. 

—Guarda tu corazón Melissa, nadie tiene permitido dañarte. Eres luz y nadie debe apagarla.— 

—Tranquilo, que mi corazón está a salvo. Ahora déjame ir, sino la jefa me va a sancionar.— se sonrieron con amor y luego se despidieron 

La pelirroja salió como cada día con una enorme sonrisa en sus labios, con la ilusión de que al final del día podría hacer sonreír a sus pequeños. 

 

 

Rodrigo la vio caminar por el largo pasillo, la observó hasta que desapareció. Cuando despertó y no la encontró sintió una sensación extraña, más cuando su pequeño preguntó por ella, mientras hacía pucheros.

« —¿Tú coliste a mi ángel?.— le había preguntado con su ceño fruncido y el enojo dibujado en su rostro. 

—No, ella se fue porque debía trabajar.— le dijo con tranquilidad, para que el pequeño le creyera. 




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