Un corazón en reparación

Capítulo 9

𝗡𝗮𝗿𝗿𝗮 𝗠𝗲𝗹𝗶𝘀𝘀𝗮:

 

Le doy un nuevo mordisco a mi manzana, anoche llegué demasiado tarde a casa, papá me reprendió por involucrarme tanto en el caso de Tahiel y por tomarme según derechos que no son éticos. Cómo por ejemplo cenar con el padre del niño. Le dije que solo fue en agradecimiento a todo lo que hago por él, aunque esa amabilidad repentina me hace tener un poquito de miedo. 

Seguramente el ogro me pedirá que me largue de sus vidas, así como hizo Shrek con Fiona. Ese hombre es demasiado gruñón, bipolar y está de infarto también. Suelto una risita al darme cuenta las idioteces que estoy pensando. 

— Un euro por saber quién es el dueño de esa sonrisa.— miro a mamá que se sienta a mi lado y niego con la cabeza, Perla Olmos, la mujer más preciosa y cotilla que conozco. 

— Nada mamá, no es nada.— ella eleva una de sus cejas y no quita su mirada marrón de mi, mamá tiene el cabello rojo, así como yo, dicen que soy una copia exacta de ella y quizás físicamente lo sea, pero mi carácter es como papá. 

— Hoy vendrá Edu y quiero que nos acompañes en nuestra tarde de té.—  me gusta compartir con ellos, pero hoy solo quiero ir al hospital, quiero estar con Tahiel «Y con su papá », cierra el pico maldita conciencia. 

—Solo un momento mamá, debo ir a mi turno.— 

 

—Hace tanto que no ejerzo mi profesión, que ya no me veo haciendo lo que tú haces.— mira sus uñas pintadas en color rojo y luego vuelve sus ojos marrones a mi. — Dime, ¿Por quién sonreías?.— vuelve a insistir. 

—Ya mamá, no es nada.—  me da miedo todo lo que su mente puede estar creando y aquel temor creció cuando él grito de mi tío cotilla resonó en la sala de mi casa.

—¡Amorciiiiii!.— el alto castaño, con su ropa llena de brillos y sus uñas pintadas en color rosa chicle, con su cabello violeta hacen que mis ojos duelan. —¿Qué hacen mis rosas del amor?.—  camina con su andar tan peculiar,  nos da dos besos y luego se sienta en el sillón frente a nosotros. 

—¡Mineeeeeee!.— grita con intensidad, llamando a nuestra cocinera. —Esta muchacha debes correrla, no es efectiva. ¡Mineeeeeeeee, quiero mi café!.— mamá comparten miradas y eso no me gusta. Mine entra corriendo con la bandeja cargada de todas las cosas que suele pedir mi tío. 

—¿Me has visto cara de muerto de hambre?, ¿ A caso quieres que rompa mi dieta?.— hace gestos demasiados exagerados. Mine hace el intento de llevarse todo lo que trajo, pero Edu se lo impide. —Quita esa mano de ahí.— le dice, mientras golpea su brazo. — Pero desde ya te digo Mine, si engordo un gramo te cortaré ese cabello de pajarracas que tienes.— aprieto mis labios para no soltar en carcajada al ver cómo ella le hace muecas y sale del comedor. Edu toma un pastelito de chocolate y lo come con delicadeza. 

—Bueno cariñito, suelta la sopa. ¿Quién es el macho que tiene a mi frutillita hecha un lío?.— miro a mi mamá con desaprobación. 

—Tan cotilla ustedes. No tengo ningún macho y si lo tuviera ustedes dos serían los últimos en enterarse.— me pongo de pie y salgo de ahí escuchando su escándalo, de que a ellos jamás se les escapa nada, que ya saben todo. Subo las escaleras y me voy directo a mi habitación. 

Me prepararé y luego me iré  al hospital, me amarro el cabello en un alto moño, me hago un maquillaje natural, me calzo mis zapatos y salgo a toda prisa de mi casa,  no quiero cruzarme con el par de chismosos. 

 

 

 

 

 

 

•••

 

Rodrigo observaba por el ventanal que había en la sala de espera, había decidido esperar ahí por su hijo. Aquel día Tahiel estaba siendo sometido a todos los exámenes necesarios para llevar acabo la operación. Pasó una de sus manos por su cabello y lo revolvió un poco, estaba agotado, con su mente en muchas cosas, había estado pensando mucho en leer aquel diario que encontró de su difunta esposa. Él había estado totalmente seguro que aquel ataque que sufrieron fue por su culpa, por no haber logrado salvar a la mujer de un hombre peligroso, por eso todos esos años se había culpado y se había prometido llegar a ese hombre, pero jamás lo logró, nada señalaba a Vicente Fernández como el autor de aquel crimen. Ahora, algo más le hacía ruido en su cabeza, aquel apellido y todo lo que había encontrado en aquel baúl, le hacían sospechar que Annie le había ocultado muchas cosas. Se preguntaba si estaba bien hurgar entre aquellos  objetos personales o dejarlo así como estaba. Todo lo que pensaba era contradictorio y se sentía enloquecer. 

 

—Buenas tardes.— escuchó a su espalda y algo en él se estremeció, era ella. «¿Porqué se sentía tan extraño cuando ella me hablaba!» pensó, mientras se giró, quedando frente a la pelirroja, pasó su lengua por sus labios, deseando probar aquella piel bañada de pecas. 

—Buenas tardes Melissa.— su voz sonó ronca, tan varonil que a la pelirroja le volaron miles de mariposas en su vientre. 

—¿Todo está bien?.— quiso saber y el hombre pudo notar el brillo de preocupación, aquella pregunta le hizo sentir una bonita sensación en su pecho. 

—Están realizándole los estudios.— le dijo sin dejar de observarla por completo, imaginando cosas que hacía mucho tiempo no lo hacía. 

—Pensé que algo malo sucedía, ya que al ingresar pude notar tu nerviosismo y tus ojos reflejan tanta preocupación.— Melissa acomodó su mochila en su hombro, sin perder detalles de Rodrigo. 

—Solo son nervios.— intento excusarse. 

—¿Tomamos un café?, puedo ir por ellos y lo bebemos aquí, mientras esperamos a Tahiel. Le traje un regalo al peque.— sonrió mostrando todos sus dientes y aquella sonrisa le hizo brincar el corazón al doctor. 

—Vamos a la cafetería, tengo dos horas de espera. — señaló con su mano el camino y ella se giró para ir por aquel café.

Los ojos verdes de Rodrigo bajaron hasta aquella zona que se bamboleaban con movimientos exquisitos que lo hacían sentir demasiado nervioso, por lo que quitó sus ojos de aquella zona y caminó mas de prisa para quedar a la par de ella. 




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