Un Corazón para Él Doctor

8

 

 

Lo más recomendable después de una jornada de trabajo es descansar en tu cama, un baño tibio, no es lo mismo que la sala de descanso, algunos están tan agotados que suelta aquellos ruidos  que algunos no logramos recuperar el sueño, pero era otro día recibiéndolo.  Me entregan mi pase para ir a el seminario por obligación de mi jefe, solo unos días y se acostumbrado a mi forma de trabaja, y lo coordinada que me he hecho, hasta yo me sorprendo.

 

Doy una mordida a mi rosquilla, de  un sorbo al café mientras leo el periódico,  pero una nota me deja perturbada,  mi café se cae. Él está más cercas de lo que pensé.

 

—Mujer –dice Montse prácticamente  me ha obligado que le hable por su nombre de pila.

—Parece que hoy no tengo tanta fuerza en la mano  —me  excuso tratando de mantener la calma.

—Descuida a todos nos pasa, hay que limpiar este desastres si no la señora de limpieza estará renegando por todo, aunque practicante se la pasa en los baños en el pleno chisme matutino de todo lo que escucha en las salas de pacientes –suelta un risa.

—Siendo así creo que  es mejor huir de la escena —ahora suelto yo entre risas.

 

No puedo creer lo que dije, mas al correr con Montse como pequeñas por los pasillos del hospital agradezco que no haya tanta gente y algunas apenas están entrado a turno.

 

Entro  a la oficina  con una sonrisa en el rostro el doctor me ve frunce, dejando el periódico el mismo que leí aun lado de su escritorio, recarga sus codos en la misma.

 

—Espero que esa risita sea compartida, quiero saber el motivo –dice con esa mirada intenta.

—No hay ningún motivo, solo estoy algo alegre, esos días ya sabe que amanece contento uno y cree que será perfecto hoy. —contesto  tomando un lugar en donde sentarme.

—¿Segura?, porque cierto pajarito chismoso me comento que vieron a dos mujeres adultas corriendo por los pasillos.

 

Mi boca se abre por al sorpresa ¿Cómo es que lo sabe?, nunca sale de su oficina más a esta hora. El suelta una carcajada.

 

—Resulta que Salí  y me encontré alguien quien me informó así que decidí parar solo un momento por el are de diálisis, que está justo en el área cardiológica, necesitaba un expediente —me muestra las carpetas —Y vi a una rubia con una castaña corriendo entre risas. —cruza sus brazos mirándome fijamente.

—No sé qué decir —agacho mi rostro por la pena estoy roja

—Descuida me hizo recordar los viejos tiempos cuando era practicante, realmente me siento viejo –rasca la cabeza

—Usted no están viejo, se ve joven.

—Gracias por lo de usted, pero te he dicho que me digas por mi nombre, mientras estemos en la oficina, sé que soy tu jefe, pero me gusta trabajo cómodo.

—Es mi costumbre, tratare. Es algo complicado decir por su nombre.

—Zoila solo tengo veintinueve años, no soy tan viejo y cañudo me hablas de usted, me agregas una arruga más.

—De acuerdo. . Entonces corría por los pasillos.

—Sí, recuerdo que el mismo directo nos llamó la atención, junto con Manuel. Pero sabes que  fue lo mejor que me paso ese día.

—Enserio ¿Por qué?

—Conocía  a la mujer que sería mi esposa ,  supe al verla que ella será mi felicidad.

 

Quede sorprendía con la historia  de amor, de mi jefe realmente amaba mucho a su esposa, y sé que aun sigue en su corazón, hay personas que dejan  recuerdos difíciles de olvidar y él tiene uno muy preciado,  será difícil que alguien logre lo que el vivió con ella.

 

Termino las llamadas, antes de regresar a mi departamento, necesito dejar listo todo en tres días en los cuales no habrá servicio pero estará el encargado en suplir , tomo mis cosas.  Debo ir por mi maleta quede en verme con Montse en el aeropuerto, tengo nervios de que alguien me reconozca. Solo pido a adiós que no pase nada.

 

Las miradas de Sara y Moni no se hacen esperar, están molestas lo pudo ver en su frente, ruedan los ojos ante mi presencia al dejar la llave de la oficina.

 

—Nos vemos el Lunes –comentó con una sonrisa en su cara a las dos.

—Qué envidia –dice Sara –parece que ser también amiga de la doctora Monserrat tiene sus benéficos no lo crees Moni.

Ruedo los ojos, dejándola ahí con su veneno, no me importa.

 

Termino de acomodar mi collarín, en la maleta, veo por última vez mi habitación, suspiro sacando todo el are, mi teléfono vibra y tengo un número descocido, mis manos tiemblan. Presiono el verde  subiéndolo hasta mi oído esperando que de la otra línea respondan.

 

—Mujer hasta que contestas estoy afuera –el aire me regresa a los pulmones.




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