Un corazón roto en navidad.

3.

Adelaine estaba esperando que Linda, su cliente, pasara a su casa por ella. La rubia sabía que Adelaine tenía auto, pero si iban a reunirse y tal vez ver tiendas por algún centro comercial prefería usar uno solo.

La castaña ese día se decantó por una camisa de lana color perla, cuello de tortuga y manga larga, junto con unos pantalones negros ajustados y una chaqueta de cuero marrón que por dentro era bastante abrigada. Los guantes y el gorro no podían faltar, pues afuera seguía nevando y haciendo un frío de muerte. 

Se maquilló con sencillez, cubriendo sus ojeras y dándole color a sus mejillas y labios. Se arregló el cabello, dejando que cayera en ondas por sus hombros. Debía verse presentable pues Linda era diseñadora de modas y su personalidad era muy coqueta. Le recordaba a Paris Hilton.

Una Range Rover negra de vidrios polarizados se detuvo frente a su casa, por lo que se encaminó allí al saber que dentro estaba Linda. La rubia bajó la ventana del asiento trasero, asomándose para saludarla.

—Oh, querida. Luces bellísima hoy, el invierno te luce —dijo, guiñándole el ojo—. Pasa, sube. Vamos por unos cafés.

Adelaine sonrió, pues Linda era de sus clientes habituales y habían desarrollado una especie de amistad. Se subió a la camioneta y saludó a la rubia con un beso en la mejilla. 

—Gracias, Lin. También te ves bella —respondió, restregando sus manos para calentarlas.

—Gracias, corazón. Bueno, vi el documento que me mandaste donde explicabas todo con lujo de detalles como siempre y tus ideas son maravillosas. Mi nueva tienda va a quedar espectacular en tus manos.

—Me alegra mucho que te guste. Como siempre, trabajar contigo es emocionante y a la vez un reto. Lo disfruto mucho —aseguró Adelaine, con total honestidad.

—Mi cuñada me pidió comprar algunos adornos navideños y sé que abrieron una tienda hace poco por aquí. Iremos una vez tenga ese café en la mano, si no te importa. 

El chófer de Linda bajó del auto para comprar los cafés, un dulce bajo en azúcar para la rubia y un donut de pistacho para Adelaine. Siguieron conversando de cosas banales mientras llegaban a su destino y bajaron del auto al estar frente a la tienda.

—Tiene que ser una broma —murmuró Adelaine al ver la entrada de la tienda. No se había fijado en el nombre, pero ahora sabía que Warm Home Deco era la tienda del hombre que conoció el día anterior en la tormenta. Una vez Linda estuvo a su lado, se atrevió a detenerla—. ¿Segura que es esta tienda?

—Sí. Me gustaría darle un vistazo pues es toda una novedad, así que vamos —respondió su clienta, enlazando su brazo y obligándola a entrar—. Vaya, qué bonito.

Adelaine lo buscó con la mirada, encontrándolo en la caja atendiendo los pagos. Desvió la mirada, esperando pasar desapercibida y fingió fascinación ante las cosas que Linda le mostraba. Una muchacha de ojos rasgados y cabello liso se acercó con una sonrisa.

—Hola, mi nombre es Betty. Si necesitan algo o tienen alguna inquietud, estoy a su disposición —dijo, colocando sus manos tras su espalda y sacando el pecho en una muestra de confianza.

—Oh, qué amable. Muchas gracias, ¿tienes alguna cesta pequeña donde pueda ir guardando las cosas que quiero comprar? —le preguntó la rubia y Betty afirmó, entregándole una de color negro—. Gracias.

Linda paseó por todo el local, parloteando sin parar de su próxima colección y la apertura de un nuevo local de ropa de lujo. Adelaine le prestaba atención, pero de vez en cuando se distraía mirando a Steve atender a todos con una sonrisa que achinaba sus ojos.

Rodó los ojos, sin poder soportar sus vibras de Golden Retriever. ¿Cuánta azúcar le pone a su chocolate para tener tanta energía en pleno invierno?, se preguntó. 

—Ya tengo todo lo que mi cuñada necesita. Vamos a pagar —le informó Linda, capturando la atención de la castaña.

Había una pequeña fila para pagar, entendible al tener una sola caja. Escuchaba la voz de Steve con claridad y la ansiedad la hacía mover el pie de arriba abajo al ver que quedaban menos personas. 

Una vez fue el turno de Linda, quiso ocultarse tras de ella pero Steve ya la había visto.

—Mira a quién tenemos aquí. Al Gri... —Steve se detuvo cuando Adelaine negó con la cabeza tras de Linda, cosa que le hizo gracia—. Adelaine, ¿cierto?

No iba a negar que le sorprendió que se acordara de su nombre.

—Uhm, sí. ¿Sawyer, no? —fingió no saber su nombre, aumentando la sonrisa burlona del hombre.

—Así es —le siguió el juego, bajo la atenta mirada de Linda que observaba aquella conversación como si de un juego de ping pong se tratase—. ¿Y usted es...?

—Linda Roth, una cliente. Hicimos una parada rápida en tu tienda antes de nuestra reunión —explicó Adelaine, dejando en claro que no era un momento para bromas.

—¿Cómo se conocen ustedes? —preguntó Linda, alzando una ceja con curiosidad.

—Por la tormenta. No pude llegar a casa y este era el único sitio abierto donde pude resguardarme. Sawyer fue bastante amable —respondió la castaña, alternando su mirada en ambos aunque Steve solo la miraba a ella.

—Ya veo. Bueno, Sawyer... Esto es todo lo que voy a querer. Muy linda tienda, por cierto —lo felicitó, colocando la cesta en el mostrador. 




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