Un corazón roto en navidad.

5.

DÍA 1 - 21 DE DICIEMBRE.

Adelaine bajó del auto, sintiendo que el cambio de temperatura acabaría con ella. Se estremeció ante aquel crudo frío y esperó por Steve, quien estaba terminando de apagar y cerrar todo para encontrarse con ella.

—Hasta luego, señor Colson —se despidió Betty, deteniendo el paso al ver a la misma muchacha de la otra vez—. Uh, hola. ¿Adelaine, cierto?

—Eh, sí. Adelaine Fox —se presentó ella, sonriendo y estirando su mano para estrecharla—. Trabajas allí, ¿no es así?

—Sí. Soy Betty Hung, un gusto —se presentó, sonriendo—. Bueno, nos vemos luego supongo. Adiós, señorita Fox. 

—¡Ey! ¿Por qué no me esperaste dentro del auto? Está haciendo mucho frío —habló Steve, guardando las llaves en su bolsillo trasero.

—Pensé que no tardarías tanto. Venga, vamos. Tengo hasta las pestañas congeladas —respondió ella, abriendo la puerta de su auto. Una vez Steve estuvo sentado en el asiento de copiloto, encendió el carro—. Muy bien, ¿vamos a...?

—Una tienda de regalos llamada Gift with luv, ¿sabes cuál es? 

—Sí. No está muy lejos de aquí, ¿vas a traer algo al local? —preguntó, manejando en dirección a la tienda de regalos.

Nope, a mi piso. Ya te diré dónde es —le informó, mirando el reproductor de música conectado a su cuenta de Spotify—. ¿Puedo elegir una canción?

—Si es de navidad, te bajo del auto —advirtió ella, mirándolo por unos segundos con seriedad.

—Sería divertido ver que lo intentes, pero tranquila. No elegiré nada festivo —prometió, por lo que ella afirmó con la cabeza todavía con duda.

Be More de Stephen Sánchez llenó el ambiente, con un estilo que a Adelaine le recordaba un poco a Elvis. Suena... muy bien, pensó.

—¿Qué vamos a buscar? Si necesitas un auto debe ser grande o varias cosas —preguntó, sin despegar la vista del camino.

—Regalos. Muchos regalos, probablemente tengamos que hacer varios viajes —respondió Steve con tranquilidad. Adelaine lo miró como si hubiese perdido la cabeza—. Ojos al frente, pequeña Grinch. No queremos morir hoy, ¿cierto?

—¿Por qué tantos? Dijiste que no tenías amigos aquí —le cuestionó, mirando hacia el camino y deteniéndose en un semáforo en rojo.

—Ya sabrás. Lo que sí quiero decirte es que... probablemente necesite tu ayuda para entregarlos —dijo, volviendo a sonreír con inocencia fingida.

—Creí que el esclavo de Santa eres tu —dijo, cruzándose de brazos y alzando una ceja.

—Sí, pero hay una vacante y tu tienes la estatura perfecta —bromeó él, ganándose un ligero puñetazo por parte de Adelaine—. ¡Ouch! Al parecer también tienes la fuerza.

Adelaine rodó los ojos, retomando el camino al ver el cambio de luz. Giró un par de calles y se detuvo frente a la tienda que ya se encontraba cerrada al público, pero con las luces encendidas.

—Bien, vamos. Están esperando por nosotros —le dijo Steve, abriendo la puerta. Adelaine lo imitó, notando que él se quejaba por lo bajo—. ¿No estás acostumbrada a que te abran la puerta?

—Puedo abrirme mi propia puerta —le restó importancia ella y se detuvo frente a la entrada del local—, pero puedes abrir esta por mi ahora —concedió, sonriendo con burla. 

Steve recargó sus manos en las caderas y suspiró con un asomo de sonrisa en los labios. Le abrió la puerta, mirándola con gracia y la siguió, encontrándose con Tom y Jasper.

—¡Steve! Qué bueno que pudiste venir. ¿Cómo estás y quien es la chica que te acompaña? —preguntó Tom, sonriéndole a Adelaine.

—Es Adelaine, una amiga —la presentó Steve—. Tiene carro, así que será el transporte de los regalos. 

—Ya veo. ¿Y nos acompañará a entregarlos o estarás ocupada el 24, Adelaine? —preguntó Jasper, alzando un par de cajas forradas con papel de regalo—. ¿Me abres la maleta de tu auto?

—Eh, sí. Seguro —respondió ella, encaminándose a la salida de nuevo para ayudarlo—. Y no, tengo... uhm, planes para ese día —mintió a medias, fingiendo una sonrisa.

—¿Cómo que no? Te dije que necesitaría tu ayuda —le recordó Steve, dejando otras cajas en la maleta.

—Y nunca te aseguré nada —se defendió ella, cruzándose de brazos.

—No dijiste que no —recalcó él, alzando una ceja.

—Lo siento, no puedo.

—Tranquila —intercedió Tom, palmeando su espalda—. Con que nos ayudes a trasportar estos regalos ya es una gran ayuda. Estás colocando tu granito de arena.

—¿A qué se refieren? —preguntó la castaña, mirándolos con la cabeza ladeada y el ceño ligeramente fruncido.

—¿No le has explicado nada? ¡Steve! —lo regañó Jasper, golpeando su brazo con algo de fuerza, por lo que el rubio se quejó—. El padre de Steve el año pasado y este año nos ha donado una suma importante de dinero para regalar juguetes a los niños en hospitales y en orfanatos. También hemos usado parte de ese dinero para juntarnos varias personas a hacer comidas para darle a perritos y gatitos de la calle, así como a personas que lo necesiten. Por supuesto, no solo el señor Colson ha colaborado, nosotros también, el mismo Steve y algunas otras personas. 




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