Un corazón roto en navidad.

12.

25 DE DICIEMBRE.

Adelaine estaba sentada en la grama, con la nariz congestionada y el rostro rojo de tanto llorar mientras miraba la lápida de su hija.

Se limpió el rostro con un pañuelo desechable mientras pensaba en que aquella pérdida dolía como si hubiese sido ayer cuando su hija murió. Era como vivir el mismo dolor en bucle, nunca disminuía pero todos los días aumentaba.

Pero no fue hace poco, fue hace un año.

—Hijita mía... —murmuró, acariciando su nombre tallado en la piedra—. A veces siento que fue ayer cuando supe que estabas en mi vientre. No puedo evitar ver tu vida como una película. Ay, Hayley... Te fuiste muy pronto.

Su voz se rompió y con ello volvió a llorar, cubriéndose el rostro. Los sollozos quemaban su garganta y su cabeza empezaba a sentirse inflada de tantas lágrimas. Sabía que era un lío de lágrimas, mucosidad y dolor. Lucía horrible y no le importaba.

Unos pasos se fueron acercando a ella y se sobresaltó cuando sintió a una persona sentarse a su lado. El grito se ahogó en su boca cuando vio que se trataba de Steve.

—¿Qué haces aquí? ¿Cómo supiste que...?

—Tu madre me dijo que estarías aquí —respondió él, mirándola con una sonrisa pequeña en el rostro aunque por dentro sentía una impotencia terrible por Adelaine—. Nunca dijiste nada sobre Richard o sobre tu hija—agregó, mirando la placa.

11 de junio del 2017 - 25 de diciembre del 2023.

—No es algo que pueda hablar con facilidad —murmuró ella, encogiéndose de hombros.

—Lo hubiese entendido, Adelaine —dijo él y ella lo miró con el ceño fruncido, a punto de refutar—. El por qué no celebras esta festividad, me refiero.

—¿Y qué hubiese cambiado eso?

—No te pediría que fueras parte de la iniciativa, para empezar. Me hubiese negado a que fueras al hospital a entregar juguetes, por amor a Dios. Hubiese dejado todo, absolutamente todo, solo para consolarte.

—Steve... Me uní a la iniciativa porque quise, acepté ir a los hospitales por mi hija. No me pediste nada, mucho menos me forzaste. Todo fue completamente de corazón —afirmó ella, tomando su mano. Adelaine respiró hondo, limpiándose una lágrima rebelde de la mejilla—. Es solo que... no debió ser así, ¿entiendes? No debí enterrar a mi hija, ella debería estar aquí llorando por mi. Más adulta, con su propia vida y familia. No yo.

—Richard, uhm, él me explicó como fue todo —murmuró él rubio, encogiéndose de hombros. 

—Yo fui dura con él ayer. No he podido evitar culparlo porque él fue quien tomó la decisión. Y sí, sé que fue en base a lo que los médicos le dijeron y sé que también tenía razón, pero... ¿Cómo puedes dejar ir a tu propia bebé? —sollozó al final, cubriéndose la boca y nariz con el pañuelo—. Me sentí impotente. Mi deber era luchar por su bienestar y sentía que debía seguir buscando alternativas, pero... Dios, ¿sabes qué fue lo último que ella me dijo?

Steve negó con la cabeza, llevando una mano a su espalda para acariciarla y así dejar que se desahogara.

—Qué ya no le dolía nada —lloriqueó, nuevas lágrimas bajando por su rostro.

Steve la abrazó, recargándola de su pecho. Sus propios ojos se llenaron de lágrimas de impotencia. Lo que daría por poder tomar su dolor y hacerlo mío, pensó él.

—Hiciste lo mejor que pudiste como madre, Adelaine. He logrado conocerte un poco en estas 2 semanas y sé que hiciste hasta lo imposible por Hayley. Sé que fuiste una madre increíble para ella y que le diste la mejor última navidad de su vida. No necesito pasar junto a ti un año entero para saberlo —le dijo, tomando el rostro de ella entre sus manos—. Y tal vez ella ya no está aquí, físicamente junto a ti. Entiendo que sientas que ya no hay amor, ni magia de cualquier tipo, ni sentido para nada; pero Adelaine, todo eso trasciende. Se transforma, se multiplica. ¿Acaso no viste magia en los perritos de la calle, en la gente que ayudamos, en nuestros amigos, los voluntarios? ¿No viste magia en Irina? ¿En el resto de niños?

—Steve, he visto magia de nuevo desde el día que accedí a ser tu mejor amiga. He visto la magia en ti —admitió ella—. Y, por supuesto, en todo lo que vivimos estos 5 días. 

—Entonces, es momento de que hagas algo por tu hija, porque ella te quiere ver bien: sigue adelante y sé feliz. Déjame a mi hacerte feliz, yo quiero hacerte feliz.

Adelaine lo miró mientras su corazón se derretía por dentro. Steve, en dos semanas, había logrado entrar a su vida, romper sus muros y sanar de a poco sus heridas. Tal vez todo estaba sucediendo demasiado rápido, pero se sentía tan correcto.

Steve estaba hecho a medida para Adelaine.

—Está bien —aceptó ella y el sonrió sin mostrar los dientes, acariciando su mejilla—. No tienes idea de lo que has hecho por mí, Steve Colson. Gracias, en serio.

Él se acercó para darle un beso corto en los labios y recargaron sus frentes, cerrando los ojos. Adelaine suspiró, sabiendo que tenía que hablar con Richard para pedirle disculpas y cerrar aquella herida tan punzante.

—Tengo que hablar con Richard. Ayer fui muy dura con él y no lo merecía —murmuró ella y se alejó para ver la lápida de su Hayley—. Al final de todo, él también perdió a su hija.




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