Un corazón roto en navidad

Epílogo.

1 año después...

Adelaine chilló al sentir vértigo y casi suelta la estrella del susto. Una vez estuvo estable, la colocó sobre la punta del árbol y Steve la bajó de su hombro para volver a colocarla en el suelo.

—Si no es el mejor árbol de navidad de Nueva Orleans, no sé qué será —halagó él, rodeando con sus brazos los hombros de la castaña. Le dio un beso en la cima de la cabeza y sonrió—. Es espectacular, mi Grinch.

—¿En serio? Estoy disfrutando de la navidad de nuevo, ya deberías buscarme otro apodo, Santa —se quejó, girándose para verle a la cara aunque tenía que alzar el rostro—. Como amor o mi vida, no sé.

—El Grinch aprendió a querer la navidad, así que sigue calzándote el apodo —le recordó, ladeando la cabeza—. ¿Acaso quieres que te llame así? Es muy... común. 

—Pues de vez en cuando sería bonito —murmuró Adelaine, cruzándose de brazos y frunciendo el ceño.

—Bueno, mi amor —habló Steve, rodeando su rostro con las manos y agachándose para poder quedar más cerca de ella—, debemos terminar de arreglarnos para recibir a nuestros padres. Mi madre no paró de hablar sobre lo mucho que quería volver a verte.

Adelaine sonrió con orgullo y afirmó, sin percatarse de lo mucho que su personalidad había cambiado gracias a Steve. Podía permitirse ser infantil, bromista, inmadura y amorosa frente a él. 

—Por supuesto que quiere verme. Soy una persona fácil de querer —se jactó, quitándose el cabello del hombro con gracia.

—¿Me lo dices a mi? ¿Qué me enamoré de ti solo conociéndote dos semanas? —ironizó Steve, señalándose a sí mismo y logrando ruborizar a la castaña.

—Me iré a cambiar. Adiós —murmuró ella, escapando de él para que no notara lo derretida que la dejó ante aquella frase—. Estúpido y lindo esclavo de Santa.

***

La familia Fox fue la primera en llegar, numerosa por naturaleza y escandalosa en consecuencia. Saludaron a la pareja con besos y abrazos, deseándoles feliz navidad y se adentraron en la casa de Adelaine —ahora el hogar de ambos— con elogios por la decoración. 

Felicity decidió ayudar a su hija y yerno a servir algunas bebidas y aperitivos dulces, mientras esperaban a la familia Colson para la cena de navidad.

Adelaine jugaba con sus sobrinos mientras Steve hablaba con sus cuñados, sin dejar de observarla. Sonreía como tonto al verla hacer morisquetas o reírse por las ocurrencias de los niños, sintiendo un río de calidez desembocar en su pecho.

—Oh, oh. Parece que alguien no puede esperar a formar una familia —canturreó Denise, uniéndose a la conversación al fijarse en cómo Steve sonreía.

El rubio negó con la cabeza, riendo con cierto nerviosismo. No iba a negarse a sí mismo que la idea de formar una familia con Adelaine le parecía magnífica, pero realmente no sabía cómo se sentiría ella para enfrentarse a ser madre de nuevo. 

Había hecho las paces con su duelo por Hayley, pero eso no quería decir que embarcarse en un embarazo después de tal pérdida fuese más fácil por ello.

—Realmente, la veo de esa forma porque me encanta que sea feliz de nuevo —respondió, acercando el vaso con ponche a sus labios. Sonó el timbre, por lo que se terminó el contenido de un trago antes de mirar a su cuñada—. Disculpa.

Caminó hasta la puerta y la abrió, encontrándose con sus padres. Glenda lo llenó de besos, avergonzándolo, mientras que su padre solo lo abrazó con un par de palmadas en la espalda. 

Adelaine se acercó a recibirlos, abrazándolos con una sonrisa en el rostro. Los 4 progenitores se reunieron para saludarse como si fuesen amigos de toda la vida, tenían la fortuna de caerse bien.

—Iré a revisar la cena —se excusó Steve, dándole un beso en la cima de la cabeza a Adelaine. Una vez comprobó todo, asomó la cabeza por el arco de la cocina y gritó—: ¡A comer!

Las mujeres se acercaron a la cocina para ayudar a servir la mesa, mientras los hombres trataban de que los niños dejasen de jugar para que se sentaran. Una vez todo estuvo en orden, se dispusieron a comer y conversar. 

Adelaine no paraba de reír de las anécdotas de Glenda sobre un Steve de dos, tres y hasta cinco años mientras este no hallaba como esfumarse de la mesa ante tal vergüenza. Sin embargo, terminaba riéndose también porque solía ser un niño muy torpe.

Una vez la cena terminó, Adelaine y Denise trataron de que los niños se durmieran en la habitación de invitados mientras el resto se apresuraba en colocar los regalos. Fallaron en la misión, pero lograron mantener la inocencia de los pequeños pues cuando bajaron ya era medianoche y los regalos estaban en su debido lugar.

Los niños fueron los primeros en abrir sus presentes y luego la pareja anfitriona se encargó de entregar el resto de los regalos al mencionar a sus familiares. Accesorios para las madres, un par de tazas para los padres, un reloj para Frank y un par de libros para Denise.

—Bueno, el siguiente regalo de parte de Santa es para... ¡Steve! —anunció Adelaine, alzando una caja forrada en papel con estampado de Santas regordetes y con mejillas sonrojadas.

Todos aplaudieron con emoción mientras Steve rompía el envoltorio y se encontraba con una caja blanca. Al abrirla, miró a Adelaine con la ceja alzada y negó con la cabeza. Era un suéter verde con letras estampadas que decían: Esclavo de Santa y la cara de Steve con un gorro navideño ilustrado.




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