Un descendiente para la bestia. [#5 De La Saga Heredero]

Prólogo.

-Desde este momento estás muerta para mí Itzel Kemers. Ya no te une nada a mi.

-Papá, perdón.

El gran Isacc Kemers me dio una mirada fulminante.

-Mi hija murió desangrada en un sucio baño de un hotel.

Esas palabras me dolieron. No lo voy a negar.

-Pero...

Trate de acercarme a él pero los hombres de seguridad del hombre que reniega ser mi padre me impidieron acercarme.

Varias lágrima salieron de mis ojos.

No quería que esto pasara. No quería que mi estupidez me alejara de mi familia.

-No papá.... No me dejes aquí. Yo te necesito. Los necesito.

Forcejeo para llegar a mi padre pero los hombres de negro emplearon más fuerza al agarrarme.

-¿Por que no pensaste en que nosotros te necesitábamos cuando decidiste entregarte a ese mal nacido o cuando estuviste a punto de cortarte las malditas venas...?

-Perdón papá. Perdóname. -susurre observando como mi padre formaba sus manos puños. -Te amo papá, no me dejes aquí sola.

-Tú decidiste quedarte sola Itzel.

Mi padre tras estas palabras empezó a caminar, alejándose de mí.

Y en ese preciso momento sentí como mi corazón se rompió en varios pedazos irrenconstruibles.

-¡Papá......! -forcejeo con los hombre al ver como mi padre cada día se alejaba más de mí. -¡No me dejes aquí...! No quiero estar sola. Papá...... No me gusta la oscuridad.

Grité a todo pulmón pensando que con esto mi padre volvería y me llevaría a mi castillo, al lugar dónde nunca debí salir. Mi hogar, nuestra casa feliz.

Las lágrimas bañaron mi rostro al ver como mi padre sin mirar hacia atrás entró en su auto último modelo y luego de unos segundos se marchó a toda velocidad dejándome en ese callejón sin salida, oscuro y maloliente.

-Perdoname niña. Perdóname por no tener el suficiente valor para defenderte. -gire mi cabeza hacia el hombre de avanzada edad y las lágrimas salieron de mis ojos sin control.

-Ya no soy su princesa Mauro. Estoy muerta para mi padre.

El hombre acarició mi rostro y vi como una lágrima salió de sus ojos.

-Te extrañare mi bella.

Susurró antes de darme un beso en la frente.

-Te extrañare mi príncipe. -susurré y le di un beso en la mejilla. -Espero que algún día nos volvamos a encontrar.

-Liberenla -ordenó Mauro. Y los dos hombres robustos me soltaron.

-Señor debemos irnos.

Negué con la cabeza mirando a Mauro y él se atrevió a dar un paso hacia atrás.

-Perdoname mi niña.

Luché por no tener un ataque de pánico en este momento. Pero al ver como dos de mis miedos golpean vida me fue imposible.

-No me dejen sola. No soporto la oscuridad.

-Señor tenemos que irnos.

-Mauro, no me dejes sola.

El hombre me observó fijamente por un momento y tras golpear el suelo se acercó a mi.

Juntos nos fundimos en un abrazo.

-No podría dejarte sola princesa. No me importa si tu padre me despide o se atreve a tomar represarías contra mi. Pero yo no te voy a dejar a tu suerte en un callejón oscuro y sola. Nunca podría dejar a mi reinita sola. Nunca te dejare a tu suerte.

-Pero señor.

-Vayan con el señor.

-Pero.

-¡OBEZCAN!

Los dos hombres de seguridad miraron a Mauro por un momento para luego acatar la ordenan que él había dado.

-Te llevaré lejos de este lugar. Y consiguire un trabajo para ti. Itzel de ahora en adelante nada será color de rosas. De ahora en adelante tendrás que luchar para salir hacia delante princesa, esta noche junto con tu padre se marchó esa niña rica de inmensos ceros en su cuenta. Y le dio paso a una simple y trabajadora mujer.

-Itzel Kemers esta noche murió Mauro.

-No le guardes rencor a tu padre princesa.

-Jamás haría algo como eso, porque toda la culpa de que esto llegara hasta aquí la tengo yo.

Mauro se quedó en silencio por un momento. Y luego me guío hacia el auto.

-Dile a mi madre que la amo, a mi hermana que quiero ser como ella. Que la admiro con todo el corazón y que espero que sea muy feliz. Y a mi padre dile que siempre tendrá mi corazón, el corazón de la princesa.

Esta noche por enamorarme de quién no debía perdí la oportunidad de volver a ver a las personas que amo con todo el corazón. Perdí a mi padre y me gane su desprecio.

Perdí todo lo que amo, por algo que no valía la pena.

Tres años después.

El que debía ser un gran día de felicidad para mi se convirtió en uno de tristeza.

Hoy justamente es mi cumpleaños número veinticuatro.

Y aquí estoy yo. Sentada en una esquina de la oficina que hace justamente tres años limpio con un ponqué que me regaló una compañera de trabajo, y una vela.

Cerré los ojos y pedí mi deseo de cumpleaños.

"Quiero ser feliz."

En el momento en que abrí los ojos la puerta de la oficina se abrió dejándome en descubierto.

Me apresure en colocarme sobre mis pies.

-¿Quién eres tú? -preguntó la señora mientras me observaba de pies a cabeza.

-Soy la mucama de esta oficina señora.

La mujer entró a la oficina sin dejar de mirarme.

-Se que no debo de estar aquí si ya terminé de limpiar pero, como vera estaba pidiendo mi deseo de cumpleaños.

-¿Cuantos años tienes?

-Veinticuatro recién cumplidos.

-¿Tienes hijos? ¿Familia?

Familia. Esa palabra me hace sentir dolor.

-No, no. -respondí con voz entrecortada.

-Entonces eres perfecta, bella.

La mujer me sonrió y yo enarqué una ceja.

-Si me va a dejar sin trabajo, le imploro que no lo haga señora. Necesito trabajar para poder pagar la renta y mi curso de pintura.

-¿Estudias arte?

Asentí y ella sonrió todavía más.

-¿Te gustaría ir a la universidad?

Mi sueño es ese. Quise reponer pero no lo hice.

-Lo siento señora. Siento importunar con mi presencia en su oficina.

-Te ofrezco que te cases con mi hijo.

¿Qué...?

-Cásate con él, y yo te prometo que te daré todo lo que sueñas.




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