Itzel.
Las lagrimas empañaron mis ojos y las deje salir.
—Itzel.
—M-Mauro.
—Aquí termina nuestro camino.
—G-gracias. -inquirí entre sollozos.
Posterior a esas palabras abrí la puerta del auto.
—Tengo la certeza de que nos volveremos a encontrar en tu castillo, Itzel. Por favor no desistas. Porque yo estaré esperando con ansias el día en que retornes.
Hice una mueca. —Ese día lo espero con ansias, Mauro.
Me baje del auto y con gran pesar di varios pasos hacia atrás.
—Nos vemos después princesa.
—Nos vemos, mi fiel caballero de armadura.
Le di una pequeña sonrisa, la cuál Mauro correspondió con una simple mueca.
Un segundo después Mauro coloco el auto en movimiento y mientras más él se alejaba más sentía un fuerte dolor surcar mi pecho.
Por tonta perdí.
Por vivir atrapada en un cuento perdí.
Perdí a mi familia, amigos y a mi hijo.
Lo perdí todo.
Me permití caer de rodillas contra el suelo.
—Perdón. -murmuré entre lágrimas.
Posterior a esto sentí unos brazos alrededor de mi cuerpo.
—Se que ahora te duele, pero vendrá un mejor tiempo para tí.
—Quiero ser fuerte, pero estar alejada de ellos me duele.
—Todo pasará.
—No creo que pasé.
—Deja que el tiempo se encargue de sanar tus heridas, hija.
—No creo que con el transcurrir del tiempo mis heridas cicatricen.
—Yo soy una fiel testigo de lo que te estoy diciendo, hija.
Alcé mis manos para secarme el rostro.
—¿Quien es usted?
—Yo soy tu ada madrina, Itzel.
—¿Qué?
—Se que no tengo todo el poder que desearía tener para devolverte tu felicidad pero, estoy segura que con el pasar del tiempo poco a poco tu felicidad ira en crecimiento.
Me coloque sobre mis pies e hice una mueca.
Porque está señora me está tomando el pelo, y de paso se está divirtiendo a mi costa
A lo que la mujer soltó una pequeña carcajada. —No soy tu ada madrina, pero sí la persona que te llevará por el sendero de la vida.
—No estoy como para bromas…
—Lo sé… así que perdón por eso.
—¿Quién es usted?
—¿Mauro no te habló de mí?
Negué.
—Ese idiota tendrá que verselas conmigo.
—¿Quién es usted?
—Soy Elsen, la hermana de ese tonto.
Es bastante raro que Mauro no me haya hablado de su hermana.
—Así que es usted es quién me acogerá…
—Sí, hija.
—¿Qué tengo que hacer para vivir con usted?
—Lo único que te pediré es que pongas todo tu empeño en volver a ser feliz, hija.
—No creo que eso pase en mucho tiempo así que es mejor me que diga de una vez por todas cuales son sus requisitos para dejarme quedar a su lado.
La mujer hizo una mueca posterior a mis palabras.
—Mauro se equivocó al describirte, hija.
—¿Por qué…?
—Porque me describió a una auténtica y delicada princesa.
Le brinde una pequeña sonrisa. —No se preocupe, porque la princesa se quedo en casa.
—¿Crees poder ensuciarte las manos?
—Estoy lista para aprender lo que es ganarse la vida.
—Pareces otra.
—Soy otra, porque el dolor que sentí me hizo convertirme en una versión poderosa de mí. -la señora Elsen entrecerró sus ojos. — Resurgí de las cenizas como el ave fénix, y está versión perdurará por toda la eternidad.
—Debi de tener el coraje que tienes tú, Itzel.
Luego de escuchar esas palabras abrí mi boca para preguntarle a que se refería, pero decidí guardar silencio.
—¿Qué tengo que hacer?
—Por lo pronto te encargarás de ayudar con la limpieza de un conglomerado de oficinas.
—¿Cuándo empiezo?
Elsen sonrió levemente.
—Me encanta tu actitud.
—A mi no tanto, pero no hay de otra.
Elsen camino hasta estar al frente de mí.
—Vamos a por esa felicidad, Itzel.
Observé sus ojos y me encargué de suspirar.
—Vamos a por lo que sea…
—Bienvenida a tu nuevo hogar, Itzel.
¿Mi hogar?
Mi hogar está a muchos kilómetros de aquí, junto a mi familia.
—Haré todo lo que esté en mis manos por dar lo mejor de mí.
—Sé que lo lograras.
Elsen empezó a caminar hacia la modesta casa, y yo sin dudar la seguí.
—Lo haré, señora.
Sin mirar hacia atrás me apresure en caminar hacia la casa que me servirá como refugio hasta que pueda volver a casa.
Con este nuevo resurgimiento, la Itzel estupida quedará enterrada en el pasado.
Seré la peor versión de mí.
La versión que nunca me pasó por la cabeza ser.
Tres años después.
Una vuelta al sol.
Trecientos sesenta y cinco días.
Mi cumpleaños.
Y justamente el que debía ser un gran día de felicidad para mi se convirtió en uno de tristeza.
Hoy justamente es mi cumpleaños número veinticuatro.
Y aquí estoy, sentada en una esquina de la oficina que limpió, con un ponqué que me regalo una compañera de trabajo, y una vela.
Cerre los ojos y pedí mi deseo de cumpleaños.
“Quiero ser feliz”
En el momento en que abrí los ojos la puerta de la oficina se abrió dejandome en descubierto.
Me apresure en colocarme sobre mis pies.
-¿Quien eres tú? -pregunto la señora mientras me observaba de pies a cabeza.
-Soy la mucama de esta oficina señora.
La mujer entro a la oficina sin dejar de mirarme.
-Se que no debo de estar aquí si ya terminé de limpiar pero, como vera estaba pidiendo mi deseo de cumpleaños.
-¿Cuantos años tienes?
-Veinticuatro recién cumplidos.
-¿Tienes hijos? ¿Familia?
Hijos.
Familia.
Esas palabra me hacen sentir dolor.
-No, no. -respondí con voz entrecortada.
-Entonces eres perfecta, bella.
La mujer me sonrió y yo enarque una ceja.
-Si me va a dejar sin trabajo, le imploro que no lo haga señora. Necesito trabajar para poder pagar la renta y mi curso de pintura.
-¿Estudias arte?