Itzel.
En cuanto Pablo aparcó en el garaje de la casa, la puerta trasera se abrió dejandome presenciar a una bestia bastante cabreada.
—¿Quién diablos te dió permiso para tomar mi auto?
—No necesito pedirte permiso para tomar el vehículo que me de la gana. Porque desde mañana tendré voz y voto en esta casa, y en todo lo tuyo bestia.
—Puedo darte los millones que desees, pero lárgate de una vez por todas de mi vida.
—Al parecer tus oídos no están bien porque te he repetido hasta el cansancio que no aceptaré tu sobornos.
—¿Qué diablos quieres, entonces?
—Joderte la vida.
Luego de decir estás palabras me apresuré a bajar del vehículo.
La bestia me recorrió con la mirada.
—Solo bastaron una horas para que saliera a relucir tu verdadero lado.
—¿Te gusta mi nuevo look, bestia?
—Aunque la mona se vista de seda, mona y ordinaria se queda.
—Por lo menos esta mona se dió el gusto de gastar el dinero de su futuro esposo, bestia.
—¿Qué diablos dices?
Me apresure en sacar la tarjeta de crédito de él de mi bolso.
Se la extendí, y él me brindo una mirada fulminante.
—Gracias al dinero que tienes en tu tarjeta pagué el veterinario, el spa para perros, un guarda ropa completo, zapatos, maquillaje, varios bikinis, el salón de belleza, una tienda de accesorios y por último pero menos importante mi carísimo vestido de novia.
La bestia ardió en coraje.
—Más te vale que no sea lo que estoy pensando, mujercita. Porque, de que te mato, te mato.
—Señorita… -la voz de Pablo logró que desviará mis ojos de los de la bestia.
—Pablito, encárgate por favor de llevar todo lo que compré a la habitación de mi esposito.
—¿Quién te dijo que dormirás en mi habitación?
—Nadie, pero yo te lo estoy informando.
—Si colocas tus pies en mi habitación…
Interrumpí sus palabras. —¿Qué harás, bestia?
Posterior a estas palabras di un paso hacia él y extendí mi mano hacia su rostro.
Por más idiota y bestia que él sea, tengo que admitir que aún con esa máscara cubriéndole la mitad de su rostro, él es un hombre bastante atractivo y dominante.
—Alejate de mí, mujerzuela.
—Tus palabras no me ofenden, querido.
Kirk se encargó de retroceder, antes de que pudiera tocarlo.
—Dejame en paz de una vez por todas. Y aleja tu maldita mano de mí.
—¿Me tienes miedo?
—Lo que tengo es deseo de matarte, así que no tientes tu suerte porque en cualquier momento dejas de respirar.
—Señorita…
—¡Ese señorita me tiene hasta los huevos, Pablo…! Cambia el maldito repertorio de una vez por todas.
—Dime señora. -acote.
—¡Sobre mi cadáver serás la señora de esta casa, mujercita…!
La bestia giro sobre sus pies para marcharse, y justo antes de que se fuera lo llamé.
—¡Bestia…! Creo que se te olvidó algo.
Kirk giro sobre sus pies y coloco sus ojos en mí.
—¿Qué diablos quieres?
—No creo que sea muy conveniente que dejes en mis manos tu tarjeta de crédito, futuro esposito.
—No quiero la maldita tarjeta, pero ni creas que te dejaré paso libre para malgastes mi dinero.
—¿Cortaras la tarjeta de tu amada futura esposa?
—Sí, mujercita.
—Sí con esto piensas que estas haci la vida imposible, estas muy equivocado bestia. Porqué así como conseguí esta tarjeta puedo manipular a tu madre para que me de una más cara, una que no tenga límites.
Lo vi formar sus manos puños.
—Eres una maldita arpía.
—Cuidado porque te puedo sacar los ojos…
Kirk reanudó su caminar luego de lanzarme una potente mirada fulminante.
—Señora.
—¿Dime Pablito?
—Usted volverá loco al señor.
—Eso es lo que busco, Pablo.
—¿Por qué?
—Porque mi yo del pasado nunca se hubiera atrevido a desafiar, tentar y manipular a nadie.
—¿Usted…?
—No quiero hablar del pasado, Pablo.
—Esta bien, como diga.
Asentí.
Y cuando me iba a disponer a marcharme un ladrido llamo mi atención. E inmediatamente gire sobre mis pies y caminé hacia el vehículo.
—Luz, perdona a tu madre por olvidarse de tí.
—¿Luz?
—Sí, Pablo.
—Pero, ¿entonces porque Dakgar se comportó de la forma en que lo hizo?
—Porque el es idéntico a su dueño.
—No creo que ese ses el motivo, señora…
—Entonces explicame cual fue el motivo, porque yo no entiendo ni papa el comportamiento de Dakgar con mi pobre e indefensa Lucecita.
Tomé a mi amiga entre mis brazos.
—Lleva todo a la habitación de la bestia.
—Solo le dire que es bastante probable que toda su ropa termine hecha trizas.
—Que lo haga para que vea de lo que soy capaz.
Después de inquirir estas palabras empecé a caminar hacia la casa, y justo antes de entrar escuché la potente voz de la bestia.
—Mail, necesito que enamores a la intrusa que tengo en mi casa… Ella es la mujer más horrorosa que mis ojos han visto. ¿Enamorarme de ella? ¡Nunca! -fruncí mi entrecejo. —Ven hoy mismo Mail. Si quieres puedes ofrecerle dinero, sexo sin compromiso o lo que quieras pero sacala de mi casa, a como de lugar. Eres mi último recurso en agostar, Mail.
Deshacerse de mí no será tan fácil como el piensa.
Seguí mi camino como si no hubiera escuchado nada.
—Es hora de hacer una jugada maestra, bestia.
(***)
Después de pasar parte de mi tarde ayudando a Kristen organizar el jardín para la ceremonia, me apresure a subir las escaleras y para mi mala suerte en la cima de estas se encontraba la bestia y otro hombre. El cual ha de ser el hombre que Kirk llamó para que me sonsacara.
Subí sin ninguna prisa y justo cuando estabas por llegar a ellos escuché la voz de el hombre.
—Ella es hermosa Kirk. ¿Cómo te atreviste a insinuar que ella es fea?
—Tomala entre tus brazos y lárguense de mi vista.
¡Ja, ni que figura tan fácil…!