Kirk.
Esa maldita mujer me tiene al borde de un colapso.
Y su falta de vergüenza, me cabrea de una forma importante.
Es que… como se le ocurre invadir mi espacio personal, para verme bañándome.
Y lo más grave del caso fue que cierta anatomía que tengo, se despertó al sentir la mirada cargada de deseo de esa maldita mujer.
Dios… ¡cuanto la odio!
Me lleve el trago de alcohol a los labios y antes de poder saborear la bebida Mail ingreso a mi despacho sin tocar la bendita puerta.
Loe lance una mirada fulminante, pero como es de esperar él la pasó por alto.
—Me enteré que recibiste una visita, no tan grata en el baño. -inquirió con tono burlón. Lo que desató una oleada de furia en mí. —Al parecer tú Bella está dispuesta a todo con tal de que profanes su cueva de las maravillas.
—¿Qué diablos quieres Mail?
—Amargarte la noche… que más espera quiera.
El muy maldito sonrió y camino hasta estar al frente de mí.
—¿Cómo va tu herida?
—¡No te importa…! -exclame para después tomarme de un solo trago el contenido de alcohol que me quedaba en el vaso.
—¿Qué crees que dirá tú esposa si le digo que arriesgaste tu vida para salvarla…? y que estabas al bordo del colapso cuando la viste caer la suelo.
—No te ateverias hacerlo…
—Pruebamé y veras de lo que soy capaz.
Le di una mirada fulminante. Para después desviar mis ojos hacia la foto que la intrusa de esa mujer coloco sobre mi escritorio.
—Kirk… acepta de una vez por todas que deseas a esa mujer, la quieres aunque trates de ocultarlo. Acepta que en el fondo de tú corazón esa molestosa mujer, te encanta.
—Estas equivocado, Mail. Porque esa mujer solo causa repulsión en mí.
—¿Entonces que explicación le das a arriesgar tu vida por ella? ¿Qué explicación le das a que me enviaste a llamar con desesperación y con varías amenazas de muerte, al doctor para que la salve… ¿O peor aún, que explicación le das, a que te mantuviste al lado de ella hasta que despertó?
Maldita sea.
Maldito sea yo, por poner en evidencia los sentimientos que quiero esconder.
—Mail.
—Deja el pasado atrás…
—No quiero. Y tampoco me da la gana.
Mail tomó asiento en la silla.
—Sí llega el día en yo que tenga que admitir que estoy perdidamente enamorado de una mujer, lo gritaré a los cuatro vientos. Y dejaré de lado todo para estar con ella… dejaré mi pasado para labrar un futuro junto a ella. Así que deja tus miedos atrás y ve a follar esa hermosa damisela que muere por tí.
Antes de permitir que él siguiera por ese rumbo peligroso, decidí cambiar radicalmente de tema.
—¿Qué sucedió con Vince?
—Despues de que casi lo dejaste en coma por atentar contra la vida de tú mujer, Vince decidió apartarse no muy agusto pero lo hizo.
Debí matarlo.
Sacudí mi cabeza para eliminar la escena de ese desgraciado tocando el cuerpo de mí… de ella.
—Quiero que lo mantengan vigilado y lejos de esa desquiciada.
Tras estas palabras Mail sonrió.
—Todavía te llenas la boca de decir que tu mujer, no te interesa.
—¡Cállate…!
Mail, me mostró su dedo corazón.
—No tienes que mándame a callar si estoy diciendo la verdad.
—¿Qué sucedió con el mayordomo?
—Ese tipo se fue del mundo de los vivos para pasar al de los desvividos.
—Todo le sucedió por tratar de atentar contra mi vida…
—¿Solo por la tuya?
Antes de que pudiera lanzarle el vaso a Mail la puerta se abrió, dejándome visualizar a esa mujercita del diablo.
Quién llevaba una bikini bastante revelador.
Antes de que ella pudiera ver el efecto que ella causa en mí, me enderece en la silla y trate de no mirar su cuerpo.
Pero lastimosamente se me estaba complicado porque mis malditos y traicionero ojos no querían apartarse de esa sirena demoníaca.
La odio, y al mismo tiempo la deseo…
—Mail, ¿me puedes acompañar en la piscina?
Mail, coloco sus ojos en mí.
—No tienes porque pedirme permiso…
—Sí quieres puedes acompañarnos.
¿Acompañarla, yo…? Ni en mis más locos sueños.
—Lo último que haría es acompañarte, mujercita.
—Ah, bueno. Si así lo decides, pues entonces quédate aquí, amargandote más la vida.
Esa maldita boca, esa maldita actitud.
Esa maldita mujer…
Mail se colocó sobre sus pies. —Tu te lo pierdes primo. -rode mis ojos. —Recuerda que debés curarte la herida que Carter te causo, porque si no lo haces se podría infectar y complicarse a tal grado de tener que ir a urgencias.
Maldito hablador. Y maldita mujecita provocadora.
—¿Ese maldito te hirió? -pregunto y yo no le respondí. —¿Kirk… ese maldito te hirió?
Sí, grano en el trasero. Por tu maldita culpa ese mal nacido me hirió.
Quise gritarle, pero tras pensarlo bien decidí guardar silencio.
—Sí Bella, Carter hirió a tú hombre, provocándole una herida en el costado izquierdo de su abdomen.
—¿Te puedes callar Mail?
—¿Por qué no fui informada de que ese hombre lo había herido?
Tanto Mail como yo guardamos silencio.
—Hablen o les cortaré la lengua…
—Kirk, nos amenazó para que no te dijeramos nada.
Quién dice ser mi esposa, me regaló una mirada furiosa, para después empezar a caminar hacia mí.
—¿Te curaste la herida? -pregunto cuando estaba próxima a mí.
—No te entrometas en lo que no te importa…
—Me importa mucho saber si me quedaré viuda y con todos tus millones cariño, así que cierra la maldita boca antes de que te la rompa. -la mujecita posterior a esas palabras se acercó a mí, y empezó a desabotonar los botones de mi camisa. —Mail, ve por el botiquín de emergencia.
—Pero…
—¡VETE A POR EL MALDITO BOTIQUÍN…!
Mail hizo una mueca antes de acatar la orden que está mujercita le dictó.
Ella cuando se lo propone puede ser muy demandante.
La observé atentamente, y fue imposible no desear acariciar su piel.