Itzel.
Me acurruqué con el cuerpo de Kirk, y él me atrajo más hacia su cuerpo.
Cerré mis ojos y tras hacerlo una sensación de satisfacción embargó mi cuerpo.
Sentir el calor corporal de Kirk me hace sentir protegida.
—Mi bestia protectora. -susurré contra sus labios y fue imposible derramar varias lagrimas después de que a mi mente llegarán recuerdos de mi padre.
¿Por qué todo tuvo que terminar así?
Abrace a Kirk con más fuerza, mientras las lagrimas descendían de mis ojos.
Quizás… el destino obró para que conociera a Kirk.
—Mujercita… ¿Qué te sucede?
—Nada.
—No estarías llorando si no te ocurriera nada. ¡Así que, dime que rayos te sucede!
Kirk deshizo mi abrazo para sentarse en la cama. Imité su acción, y ambos quedamos frente a frente.
—Solo… -mi voz se quebró al inquirir esa palabra. —Llegaron recuerdos dolorosos a mi mente, solo es eso.
La bestia me miró por unos cortos segundos, para después acogerme entre sus brazos.
—Deja de pensar en esos recuerdos dolorosos, porque si sigues haciendo ellos traerán más dolor a tu vida.
—Es inevitable hacerlo, cuándo son provocados por una de las personas que más amas en este mundo. -tras esas palabras Kirk se tensó.
—¿Fue un exnovio que te causo tanto dolor?
—Deja de estar maquinado respuesta apresuradas Kirk.
—¿Fue o no un exnovio?
—¿Qué haras con esa información, Salvatierra?
La bestia apartó sus ojos de los míos, y no dudo en responder.
—Arrancarle sus extremidades por hacerte llorar.
Sí. Quizás todo fue parte del destino para que conociera a Kirk.
—En parte fue culpa de un exnovio… pero eso ya no tiene importancia.
—Sí la tiene porque estas aquí, llorando en medio de la madrugada por ese mal nacido.
—¿Estas celoso, bestia?
—Yo, ¿celoso de tí?
—Sí.
Él negó.
—No sueñes tan alto mujecita.
Le propiné un golpe en pecho, y ante esto él emitió un leve quejido.
—Si es problema está resuelto, ¿Podemos volver a dormir?
—Me gustaría que me acompañes a ver el amanecer, esposo.
—No.
—Entonces ire yo sola a enfrentarme a cualquier peligro por ver el amanecer.
—No tienes que enfrentar cualquier peligro, porque puedes ver el puto amanecer desde el balcón de esta habitación.
—Quiero ver el alba como manda la ley.
Kirk se llevó una de sus manos a la cabeza y se masajeó la sien.
—¿Como es que manda la ley que debes de ver el puto crepúsculo?
—Desde un mirador, siendo abrazada por la persona que quieres mientras tienes una tasa de chocolate en las manos.
—Vete como Dios te ayude pero yo no ire a ver el bendito amanecer contigo.
—¿Prefieres entonces que llamé a Mail para que me acompañé a ver el alba?
—Has lo que te de la maldita voluntad.
Negué para luego echarle más leña al fuego, coo dicen.
—Después de todo, Mail tiene toda la razón cuándo dice que el sería mejor esposo que tú bestia.
Kirk me brindo una mirada fulminante inmediatamente.
—Ese… ¡ese mequetrefe me va a escuchar…!
Mi esposo se levantó de la cama d eun salto, y se dirigió hacia el cuarto de baño donde azoto la puerta y empezó a maldecir.
Quizas después de todo, Kirk Salvatierra está comiendo de la palma de mis manos.
—¡Más te vale que el bendito chocolate esté bueno, mujecita!
—Ese chocolate será el mejor que hayas probado en tu vida, bestia.
—¡Más te vale…!
Sonreí ante esa respuesta para luego colocar mis ojos en el reloj digital que descansaba en nuestra mesa de noche.
—Cinco y treinta. —acote, para después levantarme de la cama. —Hora perfecta para tentar y sacar a Kirk de lugar.
Con un cierta idea loca rondándome la cabeza empecé a caminar hacia el cuarto de baño. Coloque mis manos en el pomo de la puerta y tras girarlo levemente abrí la puerta, ingresé al baño y mis ojos se deleitaron con los perfectos glúteos de mi esposo.
Nunca me cansaré de admirar a mi macho desnudo, porque el condenado es toda una obra de arte.
Lleve mis manos a los tirantes de mi fina y traslucida bata de dormir, los deslicé y solo fue cuestión de un segundo para que la prenda cayera al suelo.
Me mordí el labio inferior y sin darle rienda suelta a mis pensamientos camine hacia la bañera, abrí la puerta con cuidado e ingresé al baño.
—¿Vienes a molestar?
—No, vengo a que me des mi dosis diaria de orgasmos, porque como has de saber no funcionó sin ellos.
Kirk negó.
—Estoy muy cabreado contigo como apra darte semejante placer.
Sonreí con burla.
—No te resistas bestia, porque mientras más lo haces más fuerte se vuelven mis locas ganas de que me cojas.
Kirk trato de ignorarme alejándose de mí lo más que pudo, pero lo que él desconoce es que yo tengo una forma de hacerlo perder la cordura.
Me acerqué a él, y sin pensarlo rodeé su cintura con mis brazos.
—Dejaras a tu pobre esposa con ganas.
—Deberia tener un poco de vergüenza, mujecita…
—No tengo vergüenza, Kirk. Porque mi diccionario no reconoce esa palabra.
—Ya sabía yo.
La bestia luego por apartar mis manos de su cintura, pero yo fui más rápido que él al tomar su miembro entre mis manos.
Empecé a acariciarlo de arriba hacia abajo, y al parecer mi empezó a dar resultados porque la bestia se había quedado pasmado ante mi toque.
—¿Me daras lo que he venido a buscar?
—Eres un ser despreciable, mujercita.
—Quizas lo sea pero no puedes negar que te encanto.
—Eres…
—Callá y dame mi mañanero.
Kirk soltó un leve gruñido cuando deje de acaricarlo.
—No se porque mierdas caigo en tu juego.
—Porque te encanta disfrutar de mi cueva del gozo.
La bestia giró sobre sus pies, y tras esto quedamos frente a frente.
—Creo que es porque eres una maldita bruja que me ha enbaucado con su poderoso hechizo.