Un Destino Prometido

*2*

Para desgracia de Isabelle la mañana llego muy rápido, hubiese querido que demorase más, pero el rebelde sol había decidido ir en contra de ella. La noche anterior  demoro un poco en conciliar   el sueño pero lo que durmió fue muy relajante y reparador pese a tener en la cabeza muchas cosas.

—Buenos días lady Isabelle, levántate, está listo el baño. —dijo su doncella mientras colocaba un hermoso vestido en el sillón.

—No me digas lady, — dijo frunciendo el ceño — ¿y ese vestido Nina? 

—Me vas a matar pero...no podía dejar que conocieras a tu prometido en esa facha, así que le pedí el favor a Christine que me prestara uno de ella.

—No debiste, gracias... — estiro sus brazos y salió de su cama parándose en la puerta del armario— pero no lo usare, creí que había sido clara.

—Pero Isa... —interrumpió Isabelle y no dejo continuar a Nina

—Pero nada, no sé porque Christine y tú se empeñan en cambiar lo que decidí ser.

revolcó en su armario, cuando saco un vestido, estaba algo arrugado, cuando nuevo debió ser de un azul cielo, ahora era de un tono grisáceo, y sin duda le quedaría una o dos tallas más grandes.

— ¡perfecto! Este es el vestido que llevare ­— dijo sonriendo

— ¿No te parece que es demasiado? El hecho de que te hayas ilusionado de un hombre al que nunca le importaste no significa que no te des una oportunidad, quizás el duque sea un hombre de valía.

—Lo dudo a la hora que su padre le tuvo que imponer este matrimonio, ademas, si fuese un gran hombre, ¿Por qué su padre lo obliga a casarse conmigo en vez de una mujer bella? — pregunto con ironía — mínimo ha de ser un hombre mujeriego, borracho, altanero, egoísta, grosero, peor aun, feo y por eso ninguna acepto casarse con el.

—Hay niña cuanta imaginación tienes, ademas tu eres bella, solo que lo ocultas.— soltando una carcajada por las deducciones que sacaba Isabelle.

De hecho Isabelle le había atinado a todo, excepto lo feo, su prometido no era para nada feo, todas las mujeres solteras querían casarse con ese hombre, pero todo lo demás que había dicho, era verdad.

—Isabelle, ¿no será que aun sigues pensando en ese hombre y por eso actúas así? — pregunto esperando que la respuesta fuera un no

—Deje de pensar en ese hombre hace mucho tiempo, cuando pasaron los tres años supe que jamás regresaría, mi corazón se rompió y nunca se va a reparar. — dijo resignada —No voy a enamorarme, no otra vez.

Se dirigió al baño, se desnudo y entro a la tina que Nina le había preparado, en ella contenía un extracto de flores que su prima verónica le enviaba cada nada de parís. Llevaba siete años bañándose con este aroma, pareciese que ya no hubiese necesidad de usarlo su piel ya tenia este roma concentrado en su cuerpo, un suave aroma de rosas, se sumergió completamente antes de salir de la ducha, amaba ese aroma.

—Isabelle, ahora que me fijo, sí que no tienes gracia cuando te arreglas, si es que se puede decir que te arreglas — bufo haciendo un gesto de desagrado que le causó mucha risa a Isabelle.

—Eso es lo que quiero — dijo aun sonriendo   

Llamaron a la puerta y salió la doncella para ver quién era.

—Me dicen que ya está listo el carruaje, su padre la está esperando. —murmuro la doncella

Isabelle se llevó las manos a la cabeza, tomo aire — bueno, aquí vamos — expreso con voz temblorosa.

Su padre ya estaba en el carruaje cuando ella bajo, ya estaba acostumbrado al mal porte de su hija, así que no le presto mucha importancia a su atuendo, pero en el fondo sabía que ella era muy hermosa ya que era igual a su madre y ella era una de las mujeres más bellas de la ciudad, pensó que quizás por la muerte de ella su hija era tan descuidada con su aspecto.

—Buenos días padre, — saludo, dándole un beso en la mejilla

—Buenos días Isabelle, ¿Estás lista para conocer a tu prometido? — pregunto con una sonrisa en su rostro.

—No tanto como tú, padre. — respondió irónicamente acentuando la última palabra mientras acomodaba su vestido.

Su recorrido no duro más de veinte minutos en los cuales ninguno de los dos dijo una sola palabra, el padre de Isabelle sabía que nada de lo que él dijera haría que su hija tomara de buena manera el matrimonio, pero, ella era hija única y no podía dejarla sola o con un hombre que no le pudiese ofrecer una vida como la que estaba acostumbrada a llevar, de alguna manera lo hizo para que tuviera compañía y el día que el faltara no estuviera sola, ademas se vería en la obligación de estar arreglada y así demostrarle a Londres lo bella que era. El cochero hizo una seña para indicar que ya habían llegado al despacho del abogado, posteriormente ayudo a bajar a Isabelle del carruaje.

Al llegar al despacho obserón a un hombre de unos sesenta años, alto, tenía un poco de sobre peso lo que lo hacía ver enorme, usaba un traje de paño muy formal, se le veía que era muy  educado y  formal,  aunque no sabían cómo a esa edad conservaba el tono negro de su cabello.




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