Un Destino Prometido

*21*

La fuerte sacudida causada por una piedra en el camino había sido la causante que todo terminará para pesar de el duque y fortuna de Isabelle, sin eso no habría podido darle fin al momento, causando que quizás su padre la viera en ese acto tan bochornoso. Que fuera única hija además de consentida, no la exeptuaba de las repercusiones que tomaría su padre, el podía a llegar a ser demasiado exigente y firme cuando no acataban sus indicaciones y está era sin duda, la más importante.

-¿Sucede algo? -interrogó aún somnoliento al ver algo nerviosa a su hija.

-A decir verdad, si - Isabelle abrió los ojos como platos al escuchar al duque, no sería tan ruin como para echarla a botes, aunque si se detenía a pensar, le había dado un motivo para que la desposara cuando quisiera. -Le preguntaba a Lady Isabelle si me acompañaría mañana al teatro.

El marqués se giró para ver a su hija y comprobar que era cierto.

-Así es padre... -contesto con un profundo alivio pero el duque no la dejo continuar.

-Justo me iba a dar una respuesta, cuando el carruaje paso sobre el bache. - el marqués miro aliviado a su hija, al parecer la relación de ese par estaba mejorando.

-Hija, creo que el duque está esperando respuesta. - le exigió el marqués inocente de lo sucedido anteriormente.

-bueno yo... Estaba apunto de decirle que sería un honor acompañarlo al teatro Milord. - quería negarse por lo ocurrido hace un momento, no sabía cómo actuar ante el después de esto, así no era como había planeado todo, la situación se estaba saliendo de sus manos, pero con su comportamiento precoz la tenía sometida, seguramente usaría eso para chantajearla.

-Muchas gracias Milady, le aseguro que no se arrepentirá.

O quizás si, deseaba tanto poder tenerla nuevamente en sus brazos.

¡Que diablos estás pensando William!

Ella no es lo que parece enfócate.

Con esos pensamientos William se dispuso a sumirse en un profundo sueño, pero al dejar a Isabelle en su casa sintió un vacío, quizás por saber que llegaría nuevamente a la soledad de su morada y aunque él no era de los que se afectaba por ello, los últimos días habían sido diferentes, quizás era porque su hermana estaba al otro lado del mar y no podía saber de ella sino por las misivas que enviaba.

Seguramente era eso, su hermana.

Mañana le escribiría.

-Buen día mi niña, ¿Como te fue anoche? - pregunto Nina abriendo las cortinas y ventanas, la habitación se veía sombría sin un poco de luz y aire fresco. -Tu padre me informo que vas a salir con el duque en la noche, me pidió que te acompañara, el tiene una comida en casa de los Tomlin.

-Bien, me desvíe un poco de mi objetivo pero, creo que está saliendo bien el plan. - por nada del mundo iba a comentarle lo que había sucedido, no quería reproches. -Olvidaba que padre tenía obligaciones hoy, había dado por sentado que me acompañaría.

-Lamento informarte que seré yo quien te acompañe.

-No digas eso, al contrario, me alegra que me acompañes.

-Lo se mi niña no te apures, cambiando el tema, ¿Como es eso de que te desviaste? - Isabelle dió un salto que disimulo bien cuando Nina ajusto el corsé

-No pongas cuidado a mis loqueras, solo le di un empujoncito. - Nina se paralizó al oír empujoncito -No hice nada malo, te lo aseguro

Miserable William, la estaba haciendo mentir.

-Por favor mi niña, no quiero que salgas lastimada.

-No sucederá, no te preocupes.

-Tendre que confiar en que tomarás decisiones sabias, con permiso, iré a pedir que te sirvan el desayuno.

-De acuerdo, iré a escribirle una nota a Christine, ya voy al comedor y por favor dile a Henry que vaya al despacho.

Su doncella asintió sin decir mas, le preocupaba lo que pudiera suceder donde el duque se enterara de los planes de ella, rogaba a Dios que la protegiera, ella sabía lo que era un hombre engañado, lo que el orgullo herido podía llegar a hacer.

Isabelle escribió su nota, quería saber si Christine podría recibirla hoy, ella era la única a quien podría contarle lo sucedido, pero no contaba con que Henry llegaría horas más tarde con la misiva en sus manos argumentando que Lady Christine no se encontraba en Londres. No supo que decir, era casi imposible que ella se perdería la temporada, estaba ansiosa por encontrar un buen esposo, además estaba también el evento de caridad.

Algo serio debió haber pasado para que la familia se fuera de londres sin avisar.

La tarde fue más aburrida de lo normal y sin poder contarle a su amiga lo sucedido, hacia que se atragantara con los recuerdos de la noche pasada, se recostó en su cama y paso sus dedos por su boca, aún podía sentir sus labios sobre los de ella, su aliento cálido y embriagador la envolvió nuevamente deseando que volviera a besarla, rápidamente se incorporó sobre la cama cubriéndose la boca con su mano, su pecho palpitaba de manera acelerada, como era posible que se estuviera comportando como una fulana, ella era una dama, no tenía permitido sentir ese tipo de cosas y menos por ese hombre.




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