Un Destino Prometido

*23*

—Pensé que no tenía amistades en londres... bueno, lo digo porque tiene varios años sin venir — comento Isabelle un poco curiosa por ver qué Lord Hudges se había acercado con tanta familiaridad.

—En realidad tengo algunas amistades, todas ellas las conocí en el exterior, pero con certeza digo que no considero a Lord Hudges como una amistad.

—Perdón si fui indiscreta al preguntarle — se excusó un poco azorada. —¿Pero porque dice eso de Lord Hudges?

—No querrás saber de lo que se habla de él más allá de Londres Milady.

—Ya veo... no volveré a preguntar.

—No se preocupe por ello, a partir de hoy responderé siempre a tus preguntas, eso hace un caballero ¿No?— si se había sonrojado al escudriñar en la vida de él, ahora más.

—Aprende rápido Milord

—Le dije que haría mi mayor esfuerzo.

Isabelle sonrió para si misma y se perdió en las sombrías calles de londres, a pesar de ser tarde de la noche aún continuaba la vida ahí fuera, las personas de la clase baja brindando algún espectáculo callejero para recibir una que otra moneda de la clase media y rara vez de la clase alta, las calles oscuras eran iluminadas por el resplandor de las velas que se colaba por las ventanas de los hogares y una que otra mujer escondiéndose en alguna callejuela para atraer algún buen cliente, definitivamente era triste la vida de una cortesana. Pasaron por varios barrios antes de llegar al hogar de Isabelle, ahora sí podía decirse que había acabado la noche para ellos.

—Muchas gracias por la invitación Milord. — se despidió Isabelle tan pronto como la dejo en la entrada de la mansión.

—Gracias a usted por la compañía, no hubiera sido igual de agradable sin usted.

Isabelle no sonrió, sólo asintió con la cabeza y se adentro a dulce calor de su hogar.

William quedó allí parado por unos segundos más, sonaba algo irreal y extraño pero quería tocar esa puerta y darle un buen beso de despedida. Si, sonaba loco, desquiciado, pero quería sentir su dulce piel una vez más.

Se estaba enloqueciendo sin duda.

Los días siguientes pasaron demasiado rápido para Isabelle, habia recibido la tarjeta de invitación para el baile de caridad que ofrecía el hermano de Christine cada año, pero por más misivas que enviara ella no aparecia. Con el inicio de la temporada su itinerario había quedado atiborrado con invitaciones a tomar té y fiestas en la tarde, con esto despejó un poco su mente debido a la preocupación que ahora sentía por su querida amiga, además de que su padre ya no se la pasaba en casa y eso también le hacía sentir un poco sola.

A los eventos que la invitaban sabía que lo hacían por cortesía pero de igual manera asistía, no le daría el gusto a las mujeres cotilla de no asistir si con ello las hacia rabiar un poco, sin duda alguna  tenían recelo de que se llevará todos los créditos por parte de los caballeros y le quitarán protagonismo a sus hijas o protegidas.

¿Como podrían culparla por ello?

En cada acto que realizaban usaba un traje más llamativo y hermoso que el anterior, tenía que presumir el elegante guardarropa que su amiga le había escogido. A causa de ello los admiradores se estaban incrementando, era sin duda agobiante y más cuando tenía que explicar un motivo por el rechazo, pero no iba a cohibirse de ello, sería su primera temporada como la mujer hermosa que era, tenía que presumir ¿No? Además dentro de poco estaría casada y se tendría que privar de ser el centro de atención.

—Mi niña te llegó correspondencia — anuncio Nina con gran entusiasmo mientras que Isabelle plantaba unas flores en su pequeño jardín.

Ese jardín era su refugio, un poco pequeño pero no necesitaba un espacio grande para demostrar su amor por algunas flores.

—¿De quién es? — pregunto mientras limpiaba sus manos con un paño.

—Diras de quienes, todos se han puesto de acuerdo al escribirte.

Isabelle frunció el ceño algo sorprendida y tomo las cartas con emoción, tenía varios días sin recibir ninguna misiva, abrió una que no tenía remitente pero decía urgente.

—Nina por favor, que tengan listo el carruaje lo más pronto posible iremos a casa de Christine. — su doncella asintió y entro a la casa en busca del cochero

Isabelle destapó la otra carta.

Lady Isabelle

Mi queridísima y futura hermana lamento mucho no escribirte más seguido pero mis emociones han estado más inquietas que las hojas de los árboles en plena tormenta.

¡No te preocupes!

De salud he estado mucho mejor, ya tengo fuerzas para caminar sola y he podido pasear alrededor del hospital, con compañía de mis doncellas y una enfermera claro, el doctor Villa no me deja estar sin vigilancia estricta, él cree que aún soy una niña.

Pero no te escribo por eso.

Ay querida mía, si supieras que en estos momentos y por primera vez entiendo lo que estás pasando, ahora se lo que es amar sin ser correspondido, por favor no me vayas a juzgar, pero de verdad no pude evitarlo, quise por todos los medios alejar mi corazón de él, pero fue imposible, talvez mi alma se equivocó al entregar tan rápido mi corazón a un hombre que tiene dueña.




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