Un Destino Prometido

*24*

Isabelle salió de la casa, no sin antes despedirse de su padre. Al entrar al estudio sintió el ambiente un poco lúgubre, pero no presto importancia ya que al ver a su padre solo pudo concentrarse en el aspecto desmejorado que tenía, ademas de unas sombras oscuras que marcaban el contorno de sus ojos que no era normal en él, pero cuando preguntó, el se excusó diciendo que era por sus obligaciones, algo difícil de creer ya que antes tenía más obligaciones y nunca había estado con ese semblante, prefirió no insistir, de igual manera el no le diría nada, pero eso no significo que no saliese preocupada por su estado de salud.

—¡Por Dios Christine, me tenías con el alma en un hilo! — Dijo Isabelle claramente preocupada por la ausencia de su amiga tan pronto como entro en la estancia donde la esperaba su amiga.

—Mi Belle perdóname, pero han pasado muchas cosas — dijo un poco acongojada, la vida de la dulce y tranquila Christine había cambiado de manera drástica — Por eso te mandé llamar, necesitaba a mi amiga para contarle mis penas.

—Christine... ¿que ha pasado? — Isabelle se olvidó por un momento de sus propios yugos concentrándose en su amiga.

—Mi tío, el Conde de Derby falleció hace varias semanas y al no tener hijos varones, el condado y todo lo que conlleva pasa a manos de su sobrino Lord Berry.

—Ya veo... ¿Pero eso que tiene que ver contigo?

—Veras... Cuando nací, mi padre estaba pasando por una crisis financiera muy, muy grave y como mi tío le tenía alta estima por ser su sobrino mayor, lo ayudo para que surgiera nuevamente y así fue... — Christine tomo aire un poco ansiosa y prosiguió — como ves somos una familia acaudalada, todo gracias a mi tío, pero como nada es gratis, mi tío le pidió a mi padre que el sería quien me buscara esposo.

—No entiendo, si era así, ¿Porque te dejaban asistir en cada temporada? Y ¿Si alguien hubiese pedido tu mano? O tú te hubieses querido casar

—Todo lo tenían controlado, con quién bailaba, quien me hablaba, todo. —Christine suspiro, todo parecía un sueño, pero de esos en los que quieres despertar —cuando mi tío estuvo en letargo entrego mi mano al futuro conde de Derby

—Eso es injusto, tu querías conseguir esposo está temporada, uno a quien tú pudieras escoger — chillo Isabelle consternada. — dime algo ¿Te agrada?

—No se, no lo veré hasta el baile de caridad donde se anunciará el compromiso, lo único que se de él es que es viudo y no tiene hijos, por eso es que se casa, para continuar con el legado.

—¿Anunciarlo? así tan apresurado, eso pondrá en duda tu reputación, Christine...

—No lo hará, mis padres ya habían movido sus fichas, todo está preparado desde hacía más de un mes — no pudo evitar que de sus ojos cayera un que otra lágrima — Yo era la única que no sabía nada.

—¡Oh Chris lo siento mucho! — Isabelle limpio las lágrimas de su amiga con su pañuelo.

—Tengo mucho miedo Bell, no sabes cuánto, fui preparada para el matrimonio como lo exige el protocolo inglés, pero nunca me prepararon para casarme con un completo desconocido y ¿si no resulto ser una buena esposa? O quizás sea muy Viejo. — expreso aun mas agobiada, solo quería que no fuera un Viejo.

—Serás una excelente esposa, como lo dijiste, tienes todas la cualidades de una dama inglesa, además eres muy hermosa, y no creo que sea un Viejo, si es el sobrino de primer grado del difunto muy seguramente no pase los cuarenta — por la salud mental de su amiga eso esperaba. 

Isabelle sonrió con tristeza, al parecer el amor no estaba hecho para ese mundo, y menos para ella y sus amigas cercanas. Era normal los matrimonios como el que iba a tener su amiga, quizás la forma en que sucedería el de ella también; lastimosamente las mujeres eran criadas para soportar la vida marital solo para dejar un legado, las mujeres no esperaban amor, sólo posición y una vida tranquila, pero ellas no, ellas eran de las pocas ilusas que creían en el amor a ciegas, ese amor tan puro que plasmaban aquellas novelas donde el protagonista era capaz de dar su vida por la mujer amada.

—Y yo creyendo que lo mío eran penas — susurro para si misma pero Christine alcanzo a oír.

—Porque lo dices ¿que te pasa?

—No pongas cuidado Christine, en estos momentos lo importante eres tú y la velada del fin de semana, ya faltan cuatro días. — se excusó Isabelle, no quería que su amiga se agobiara más.

—Ni de bromas, de aquí no sales hasta que me cuentes todo. — el rostro de Christine cambio de desconsolada a una determinante y mandona expresión

Isabelle vio que su amiga no daría el brazo a torcer y menos cuando se había levantado y echado llave a la puerta escondiendo la llave en uno de sus pechos. Por ello era su amiga, sus ocurrencias eran lo mejor para acabar con momentos tensos, aún cuando se tratase de ella; así que con calma y suspenso relato los sucesos de los días anteriores sin omitir detalle alguno.

Christine había quedado sin palabras, en su vida había imaginado que Isabelle fuera capaz de semejante ocurrencia, ella no era así, pero la entendía, que hijo no haría cualquier cosa por saber lo que realmente ocurría con su padre.




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