Un Destino Prometido

*25* corto

Isabelle había redactado la misiva para enviarla a casa de Dayanne tan pronto como llegó el día anterior.

La llegada de la doncella a la estancia había servido para que se acordará de su nueva amiga, habían pasado varios días desde el baile y no había intentado siquiera en saludarla, que mejor que Christine conociera a una nueva amiga, además las tres habían sufrido de un desamor o algo parecido

Todo estába listo para la llegada de las dos damas, las tazas de té milimetricamente ubicadas, los panecillos y pastas en su puesto, la estancia limpia, fresca, ordenada y bien iluminada, estaba todo perfecto para poder pasar una tarde agradable.

—Milady ha llegado Lady Christine. — anuncio el ama de llaves

—Por favor que siga — ordenó Isabelle.

Christine no era una mujer que llegará antes de la hora estipulada, eso era muy mal visto y por ello le hacía extraño su adelantó.

—Perdón por llegar antes pero no quería estar en casa. — hablo Christine al entrar a la estancia.

—No te preocupes por los protocolos conmigo ¿Que sucedió? — saludo Isabelle dándole un beso a cada lado de la mejilla.

Christine se quitó los guantes y se acomodó en uno de los grandes sillones que habían en la salita.

—Nada más grave que lo contado, sólo que con el asunto del matrimonio mi madre está insoportable, no hace sino repetirme lo mismo cada nada. — hablo haciendo ademanes con cada palabra que decía.

—Me imagino

—Entonces me comprendes, yo con esta angustia y madre no ayuda, a este paso el conde se irá a casar con una loca y en vez de llevarme de luna de miel me llevará a un sanatorio. — a Isabelle le divertía verla, con cada palabra usaba un ademán y gesticulaba de manera graciosa, en definitiva ella sabía sobrellevar un poco las cosas, aunque por dentro estuviera por derrumbarse.

—¡Que exagerada eres!

Bromearon un poco más mientras llegaba Dayanne, la cual llegó puntual, a Christine le pareció una mujer recatada y agradable, pese a que su comportamiento era un poco estirado, aunque sabiendo quien era la madre obviamente la mujer educaría de la misma manera a su hija.

—¿Cuanto duro tu matrimonio? — pregunto sin pena alguna Christine mientras daba un sorbo a su té.

—Cuatro años — respondió un poco apenada, en su vida pensó en relacionarse con mujeres tan alegres y relajadas a la hora de hablar de sus cosas... O de alguien más, eso la hizo pensar aún más que su vida era un poco monótona y aburrida.

—Y ¿te parecieron largos o cortos? — no todos los días tenías a una viuda dispuesta a cooperar con tus preguntas así fuera que contestará sólo con dos o tres palabras.

—Fueron los años más largos de mi vida. —Christine analizaba detenidamente las respuestas imaginándose su futuro.

—Christine por favor, la traje para que entablamos una amistad, no para que la entrevistes. —reprendió a Christine quien no había hecho sino atosigarla con preguntas.

—No te preocupes, no me molesta en absoluto. — hablo Dayanne para salvar a la hermosa pelicobriza.

—¡Ay Bell! Además ahora que voy a ser una mujer casada necesito saber cómo es esa vida. — Isabelle la miró entrecerrando los ojos.

—El niño que llora y la madre que lo pellizca. —  bufo Isabelle

Pero entendía a Christine, tenía curiosidad en saber lo que la vida marital le deparaba y en el fondo ella también quería saber cómo era.

—Tienes listo el vestido para el baile Bell? — cambio de tema para que Isabelle se relajara

— Nina se a encargado de limpiarlo cada día desde que empezó la semana.

—Te verás hermosa, así podrás darle una cachetada al ego de ese ser vil —Dayanne no supo a que se refería la joven pero así su curiosidad la picara no preguntaría — y tú Dayanne.

—pues, mi madre se encargó de eso, según ella tengo que encontrar marido está temporada.

—¡Otro! Pero si acabas de salir de uno

A Dayanne no le quedó otra que reír, sin duda lo que tenía Christine de belleza lo tenía de imprudente, pero esa cualidad la hacia ver aún más hermosa e inocente.

—Dayanne sé que al principio es un dolor de cabeza, pero con el tiempo se convierte en tu hermana. — una hermana, eso era lo que Christine se había convertido para ella, sus ocurrencias y momentos de raciocinio la habían ayudado mucho cuando su madre falleció y luego cuando William desapareció.

—No he tenido muchas amigas, pero por lo que he percibido de ustedes es que ante todo son leales y unidas...

—Les aviso que aún sigo aquí —Christine interrumpió, para luego llevarse un trozo de pasta a la boca.

—Lo se — Isabelle tomo un sorbo de té. —Dolor de cabeza.

—Belle... ¿Puedo preguntar algo? — las dos mujeres que la acompañaban la miraron curiosas, de ella se podía esperar cualquier cosa.

—¿Si? —respondió un poco dudosa




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