Un Destino Prometido

*26*

El tono dorado del vestido resaltaba con la luz de las velas, los encajes y decorados hacían ver la distinción de su poseedora, el escote dejaba al descubierto sus hombros de una manera sutil pero nada vulgar.

Cada labrado había sido confeccionado con el mayor de los cuidados, las mejores manos de todo londres habían trabajado en este modelo parisino, sin duda el costo superaba en creces a la mayoría de vestidos reunidos en ese salón, sencillamente era una obra de arte creada para hacer deslumbrar a su dueña.

Cada paso dado iba marcado por un destello de elegancia y refinamiento, su belleza asombraba a todo el que la miraba, no dejaba de maravillar a sus pares en cada aparición que sin duda era una mejor que la otra, muchos se preguntaban si algún día dejaría de sorprenderlos.

Las madres celosas mostraban apatía, mientras que las jóvenes debutantes se mostraban nerviosas ante su presencia, su belleza las intimidaba, algunas incluso llegaron a pensar que no conseguirían quien las cortejara debido a que toda la atención la tenía aquella joven que alguna vez fue llamada la sombra de Londres.

Y desde aquella sombra un hombre observaba a la dama sin levantar sospecha alguna, su interés por ella sobrepasaba los límites humanos, sus ojos solo brillaban por ella. Había estado atento a cada movimiento y a pesar de que se deleitaba con cada gesto de ella quería mas, más de ella y sobretodo de aquel hombre que no la descuidaba ni un solo momento, en su rostro no había pizca de emoción alguna, no se podía descifrar mal o bien en él.

La dama ajena de que aquel hombre la observaba, caminaba y sonreía a todo aquel que la saludaba, fuese un saludo sincero o no. Había conversado animadamente por largo tiempo con dos mujeres , seguramente aún estarían hablando si no fuera porque la orquesta empezaba a emitir unas débiles notas en señal de una hora extensa de baile y sus acompañantes fueran llamadas por sus familias.

Al contrario de lo que una vez pensó, William se sentía cada vez más orgulloso al salir a algún evento con isabelle, no, no era por su belleza, aunque no podía negar que le su atractivo físico no le era indiferente, era más bien por lo que ella lo hacía sentir, era su esencia y aunque no había pasado mucho con ella se acostumbro a sus sonrisas —las que no le daba a él — ese gesto la hacía lucir angelical aunque no lo fuera, ella era una hermosa caprichosa, una a la cual le encantaba tener la razón en todo, una que no admitía que dudarán de lo que decía y sobre todo era una mujer de armas tomar.

—Lady Isabelle, ¿gusta una copa? — pregunto William acercándose con dos copas en las manos.

Isabelle asintió y sin pensarlo tomo la copa que sujetaba de la mano izquierda, y antes que William pudiera emitir sonido alguno o retirarle la copa, la mujer ingirió de un sorbo el contenido. Sus ojos lagrimearon y carraspeo para menguar ardor, mientras su garganta se quemaba con el líquido que habia bajado con fuerza, su sabor amargo y caliente hizo que su rostro se frunciera de manera adorable y cuándo pensó que el efecto de ardor en su garganta paso,  empezó a sentir un ligero mareo, algo controlable si estuviese sola y no en una sala atestada de cotillas, camino recta manteniendo su postura pero eso no evitó que tambalease un poco al caminar, algo reprochable si la llegasen a ver.

—No debiste tomar esa copa — cuestiono William un poco avergonzado por no explicarle a tiempo que esa no era la copa de ella, sino que era para el.

—¡Hasta ahora lo dices! — bufo molesta —pensé que era un vino suave, tenía sed.

—Lo siento, pero no me dejaste siquiera hablar. — se excuso, aunque eso no ayudaria de mucho, al notarla ligeramente sofocada debido al fuerte licor se acerco de manera prudente para que no tambaleara.

—Ahora la culpa es mía — replico alterada, los temblores en el cuerpo no ayudaron a mantenerse lejos de el.

—No... estoy diciendo eso — sus ojos solo podían observar aquellos labios que una vez se habían entregado a el sin reservas, la segunda vez no contaba ya que era solo por sacar información.

—lo insinuas

—Deberiamos salir un poco a tomar aire al balcón

—No, no saldré sola contigo.

—Como ordene Milady, pero en vista que sus compañeras están ocupadas y la carabina que dispuso tu padre arme un escándalo cuando te vea, bueno mas bien cuando te huela, no veo que sabia decisión tomar

La marquesa de Ter, era una viuda francesa pasada de años, usualmente cuando los padres no podían asistir a alguna velada y no tenían familiar quien la acompañara, recurrían a ella para que supervisará a dicha jóven y llegará nuevamente a casa con la integridad intacta, pero su capacidad de observadora ya había disminuido, la pobre no sabía diferenciar una manzana de un tómate y daba por sentado que la joven que estaba vigilando a escasos metros de ella era la hija del marqués, cuando en realidad dicha jóven se encontraba ya en los jardines de la mansión con un hombre.

—Se suponía que iríamos al balcón, no a husmear por el jardín

No estaba molesta, pero contestarle o contradecirle era algo que ya no podía evitar, era como la medicina a enfermo, si, así era, ya no podía vivir sin hacerlo rabiar.




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