Un Destino Prometido

*27*

El abrazo se prolongó más de lo necesario, Carlos nunca espero que ella lo recibiera de esa manera tan efusiva e inapropiada. En los planes de él estaba en verla al día siguiente con la excusa de hablar con el marqués por eso se había alejado cuando ella se retiró de aquel balcón donde la había interceptado aquel extraño hombre, le resultaba familiar pero por más que tratará de recordar no podía dar quien era, debía ser cuidadoso e investigar ante todo era la seguridad de ella; pero ante ese recibimiento se alegraba que por casualidades del destino lo hubiese encontrado en aquel pasillo donde ella pudo recibirlo con alegría y sin reservas, allí donde nadie los veía
... o eso pensaban.

—Si tus recibimientos va a ser así siempre, procuraré viajar más seguido — Bufó Carlos cuando Isabelle se separó sonrojada por lo que había acabado de hacer

—Te juro Excelencia que si vuelves a desaparecer sin avisar conocerás a esta dama.

Carlos río ante las ocurrencias de ella, de verdad que la había extrañado más de lo que podía pensar, le tomo las manos y les dió un cálido beso que traspaso a todos los sentidos de ella y él se negó a soltarlas.

—Espero la estén tratando como se merece y ya tenga el mundo a sus pies.

Isabelle negó riendo, lo único que necesitaba a sus pies era a William y vaya que no había podido lograrlo.

—La verdad a bajado la guardia bastante, pero de hay a tener el mundo a mis pies, hay camino.

Volvió a sonreír era tan fácil con él, en todo momento podía ser ella, podía olvidarse del protocolo, del rango, de todo, en definitiva, nunca iba a tener otro amigo como él.

—¿Puedo pedirle algo? — Isabelle asintió frunciendo el ceño curiosa. —Puedo abrazarla nuevamente.

El abrazo fue cálido e inocente, Carlos giró su rostro para oler el cabello de Isabelle, rosas ella olía siempre a rosas y así era ella, hermosa e intocable, Isabelle miro a Carlos quedando frente a frente, el silencio se volvió susurros del viento, no dejaron de mirarse y en ese momento Carlos no aguanto y quizás halla cometido el peor de sus actos, no por arrepentimiento, más bien porque en ese instante el se condenó... la beso, la beso como si ella fuera una obra de arte, quizás la más delicada y frágil, a través de ese beso le entrego su amor incondicional y al mismo tiempo entregaba su despedida, el era conocedor de los sentimientos que Isabelle guardaba a William, además no podía olvidar el hecho de porque también le era prohibida.

Le sorprendió sentir el movimiento en los labios de ella, aunque estaba mal, no paro, al contrario, la abrazo más fuerte y ella correspondió colocando sus palmas en el rostro de él, se retiraron pero no dejaron de mirarse, Carlos apoyo su frente en la de ella mientras ella susurraba con el poco aliento que le quedaba.

—Lo siento....

Un lo siento cargado de rabia por no poder olvidar a William del todo, por no sentir con la misma intensidad que Carlos, por solucionar siempre la vida de los demás, era injusto lo que estaba sucediendo.

Carlos sintió morir, el lo sabía pero escucharlo era mucho peor.

—El que debería disculparse soy yo — le beso la frente y la aferro a su pecho mientras unas lágrimas salían del rostro de Isabelle — Estaré siempre para tí. — Continuó sin soltarla, ella se aferro más a su pecho.

Como si hubiera nacido para vivir en la oscuridad sin ser detectado, el conde de Norgaud veía con una sonrisa la escena de ese par, no se podía decir si la causa de ello era un buen o mal presagio, pero lo cierto era que había disfrutado el espectáculo, el hombre camino sigilosamente por el pasillo contrario en busca de una dama que se mostraba nerviosa y asustada.

—Hazlo ya — digo el caballero a la dama pasada de años, la cual estaba esperando la orden para proceder — Me facilitaron el trabajo.

El iba tras Isabelle para demorarla en la búsqueda de William y de esta manera poder cumplir a cabalidad con su plan, pero aquel hombre le había facilitado el trabajo.

—Isabelle... — la joven lo miro con los ojos aún humedecidos, el le limpio las mejillas y continuó —Que hacías sola por los pasillos.

Su alarma se activo otra vez.

—¡William! —Se separó de manera brusca

¡Dios, lo había olvidado!

No encuentro a William, hace un rato estaba conmigo y no aparece, ha estado pegado a mí toda la noche y por eso se me hace raro que no esté.

Carlos frunció el ceño, sabía que algo no estaba bien, ese hombre, seguro algo tenía que ver en eso, ahora donde buscarían a William.

—¿Escuchas esos gritos?— Isabelle asintió y corrieron sin pensar hasta donde una mujer gritaba histérica, según ella por haber visto un acto indebido.

Isabelle se asustó por un momento pensó que los habían descubierto pero la dama señalaba dentro de la habitación, la gente se empezó a aglomerar, la curiosidad la llevo a entrar antes a la habitación y sin que la dama que gritaba se diese cuenta, al entrar no pudo reaccionar, su cuerpo empezó a temblar y se recostó a la pared, William estaba allí, se estaba levantando del suelo como si estuviera adolorido y mirando a los lados confuso, cerca a el habia una jóven recostada en un sillón, parecía adormilada y sus mechones un poco desordenados.

¡Que rayos hacía en ese lugar!

Giro su rostro y vio a Isabelle con el rostro desencajado, sus ojos brillantes por las lágrimas que amenazaban por salir y su respiración acelerada que hacía que su pecho subiera y bajará de manera brusca, le indico que algo estaba mal, giró para el otro lado y se encontró con la jovencita que minutos antes había bailado, tenía un aspecto sórdido, con las pocas fuerzas que tenía camino hasta Isabelle, pero está le volteo el rostro, causándole un sentimiento de culpa a William quien quiso que se lo tragara la tierra por las lágrimas que había hecho que Isabelle botara y aunque ella no estaba libre de pecado le dolía.

Seguido de esto fueron entrando varias personas que tachaban el acto como indecoroso, algunos abucheaban y las más ancianas pedían que él se encargará de la dama, la cual aún no se había despertado.




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