Un Destino Prometido

*29*

Lo que más deseaba William era casarse con Isabelle, aunque sus motivos no fueran del todo honestos, pero casarse en las condiciones en que ahora estaban expuestos era algo que aún no le cabía en la cabeza, algo sin duda estaba mal, tendría que hablar el mismo con aquella casamentera, ella le aclararía el porque no se acordaba de nada después de haber bailado con aquella joven, Carlos buscaría respuestas en un lado y él por otro, no podían quedarse de manos cruzadas, esto no era un plan de una niñita por conseguir marido, y menos cuando ella se veía igual de confundida que él.

Se encargaría de ese asunto luego, por ahora hablaría con el marqués, solo esperaba que Isabelle hubiese escondido ese vil periódico, no se había desgastado en leerlo porque sabía lo amarillistas y extremistas que podían llegar a ser al escribir un artículo de los demás. Solo le quedaba confiar en el buen juicio y serenidad del marqués, lo último que quería era matarlo él, antes que su enfermedad.

Cada galope de los caballos lo acercaban más a la mansión, su postura sería y calculadora lo hacía ver inquebrantable, siempre había tenido todo bajo control, no había movimiento sin que el lo ordenará, incluso después de que su socio le arrebatará toda su riqueza, pero al estar cerca de Isabelle su control se fue al piso, ya dudaba de todas las decisiones que tomaba y esas indecisiones lo tenían en ese abismo que lo amenazaban cada vez más en derrumbarse.

La mansión del marqués, brillaba en todo su esplendor, los rayos de luz se tocaban las gruesas y grandes cortinas a medio abrir, dejando ver de manera inmaculada las flores labradas en el tapiz que cubrían hermosamente las paredes, las decoraciones de yeso en los marcos de las puertas brillaban con sus destellos dorados, el mayordomo lo guiaba con porte orgulloso y galante se notaba a leguas que él no era de su total agrado, el mayordomo entro a la biblioteca para presentarlo, pero al salir el rostro del mayordomo se había desencajado por completo lo invito a seguir y olvidándose de los modales y de la apatía que se sentían miro al duque con cabeza baja.

—El señor no está bien, llamaré al médico.

William sintió una punzada en el pecho, ¿Será que Isabelle no logro ocultar el periódico? Si algo le pasaba al marqués ni su conciencia, ni Isabelle se lo perdonaría. Con calma y como si no hubiera ocurrido nada entró, quizás, si quizás era un malestar propio de su enfermedad.

—Buen día Milord, mil disculpas por presentarme sin su per...

William tiró su sombrero y corrió a auxiliar al marqués que se sostenia del gran escritorio de sauce negro, mientras se apretaba el pecho.

—¿Porque traicionaste mi confianza? —balbuceo el marqués con el poco aliento que tenía, William se incorporó un poco y pudo observar el periódico sobre su escritorio, ¡Maldición! Isabelle no logro ocultarlo.

—Le aseguro que no es como lo describen —aseguro pero el marqués se colocaba aún peor.

—¡Maldita sea, confíe en tí, te confíe mi hija!  mira lo que hiciste, por largos años ella solo fue la sombra de londres, fue criticada, humillada y despreciada por la sociedad solo para no contraer matrimonio y quien sabe porque —william no supo que decir ante esta confesión — ... Ella es lo más valioso que tengo y no es por qué sea mi hija, pero su bondad y altruismo supera en creces a otras jóvenes... Y te la entregué a tí, ¡dos veces Neville! Y mira lo que hiciste, nuevamente cayó a las sombras, no, peor aún ahora ella es una...

—Por favor marqués, hablemos luego, necesita un doctor —mientras decía esto el rostro del marqués palidecia mas. —¡Ayúdenme, el marqués está mal!

Grito con todas sus fuerzas esperando que alguien lo escuchará en aquellos solitarios pasillos, pero fue inútil, la angustia no lo dejaba decidir si dejarlo solo o quedarse con él, aunque  si se quedaba con él no iba a hacer de mucha ayuda, así que lo recostó en el mueble más grande que tenía la biblioteca y salio corriendo por los pasillos, los cuales sentía más largos.

Recorrió varios puntos de la casa hasta que logro dar con la cocina, allí el ama de llaves daba instrucciones a todos los empleados, de ahí el porque no había encontrado alguno en los pasillos.

—Por favor... El marqués está mal, necesita ayuda. —logro balbucear los nervios y la fatiga no ayudaban a que hablara bien.

Dos hombres subieron al marqués a su cuarto, que bien aún no se había desmayado del todo, se veía bastante agotado, su respiración estaba sintiéndose cada vez más débil, William aprovecho que sus sirvientes cuidaban de él y salio en busca del mayordomo quién buscaba al médico.

El correteo por los pasillos y las murmuraciones llegaron a oído de Isabelle y su doncella, quienes llevadas por su propia preocupación no se habían dado cuenta de lo sucedido minutos antes, con curiosidad las mujeres salieron de la habitación y guiadas por la algarabía llegó hasta el cuarto de su padre.

—¡Padre! — su grito ensordecio a los presentes, que la voltearon a ver con lástima, para nadie era un secreto el fraterno amor de ellos, ninguno dijo nada, solo abrieron paso para que se acercara al talamo donde él descansaba. —¿Padre, que a sucedido?

El llanto imparable de su hija le confirmaban sus más grandes temores, si llegara a perder en ese momento la batalla, su hija no solo quedaría devastada sino que también su desdicha podría llegar a ser peor al ser despreciada por lo ocurrido con el infeliz de William.

—No... no llores pequeña... Estoy bien. — el tratar de consolarla al verla tan afligida lo desgasto aún más, sus fuerzas lo abandonaban cada vez más, haciendo que sus ojos se apagaran.

—!padre por favor no me dejes sola! — Isabelle se aferraba a las ropas de su padre arrodillada en el suelo, Nina se acercó y trato de apartarla pero fue imposible retirarla del lado de su padre. —¡Padre, no me puedes dejar sola, no ahora! — sus gritos ya ahogados por el llanto, no eran oídos por el marqués.




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