Por más que Carlos se excuso para no asistir a la fiesta no pudo persuadir a william, quién lo hizo desistir diciéndole que lo único mas cerca a un familiar que tenía en estos momentos era él, Carlos sintió su corazón dividirse en dos, por un lado estaba quebrantado por qué la mujer que amaba acababa de jurar amor eterno ante el altar a otro hombre y por el otro, se sentía un vil traicionero al amar a la ahora esposa de su mejor amigo. Pero de igual manera no no le quedo mas remedio que acompañar a los duques de Windsor, aunque esto le causará un profundo dolor, se ubicó en el puesto designado y compartió no de manera feliz con sus acompañantes. Por fortuna no le correspondió estar cerca a la viscondeza de Astor quien desde su puesto lo miraba con menosprecio, y es que a pesar que ella había cambiado su actitud arrogante al su hija casarse con un burgués, todavía se daba el lujo de menospreciar a los menos acaudalados por mucho título que ostentaran.
—Vaya, no será que le atraes.
Carlos se permitió soltar una palabra poco cortés, en su vida tendría algún contacto con esa mujer, así fuera físicamente agradable, porque la viscondeza sin duda era hermosa a pesar de su edad.
—No recuerdo que fueras así — Acotó la mujer soltando una risilla mientras se cubría con su abanico.
—Anteriormente no me importaba que clase de mujer caía sobre mi cama, creo que ahora subí mis estándares. — La mujer volvió a sonreir
—Y yo, ¿aún cumplo con tus expectativas? — La mujer no espero respuesta ya que fue llamada por su anciana madre.
—Quizas... si — respondió Carlos al aire
El trago que tomo en seco no causó nada, era como si a parte de su corazón, también su gusto hubiera sido afectado, volvió a tomar otra copa de licor como si de alguna manera así logrará calmar su dolor.
Carlos siguió de vista a la mujer que momentos antes estaba sentada junto a él hasta que volvió a situarse a su lado. Tomó otro trago y miró sin descaro a la mujer.
—¿Cuánto tiempo ha pasado Amelia? — la mujer abrió su abanico para responder, tras ese objeto podía expresarse sin causar revuelo.
—Quizas un año o más — Su respuesta fue más como un reproche que a Carlos no le pasó desapercibido
—Ha sido mucho tiempo, lo siento — dijo mirando a otro lado, mientras que por debajo de la mesa acercó a ella una tarjeta.
—Va a ser como en los viejos tiempos — Miro la tarjeta con una sonrisa coqueta que disimulaba bajo su abanico
Te espero en mi piso
Amelia era la hija solterona de la condesa de Bedford, sin duda era una mujer de cuna, pero su promiscuidad impidió que se decidiera por el matrimonio, según ella, el acto sexual era demasiado placentero para someterse solo a un hombre y Carlos era para ella lo mejor que podía haber en cuanto al género masculino.
La mujer rompió la tarjeta y se alejo de la mesa, según Londres, era una soltera intachable, no podía darse el lujo de dañar su imágen de esa manera, aunque estuviera feliz de volver a enrredarse en las mantas de su amante favorito.
Pasado el medio día de la celebración, Carlos se despidió de la felíz pareja, aunque William quería que él siguiera con ellos está vez no lo detuvo, había ingerido demasiado licor y su sistema estaba alterado, era mejor que se fuera a descansar. Tras él, salió Amelia excusándose que su madre estaba exhausta y debía descansar. Luego de ellos, el marqués también se despidio acotando que saldría en la mañana a Surrey y debía estar descansado para el viaje, con gran tristeza Isabelle se despidió, ella también saldría de viaje en unos días y no sabía cuándo volvería a ver a su amado padre.
Poco a poco los invitados fueron partiendo, por lo general las fiestas duraban hasta la madrugada o en ocasiones hasta el día siguiente, pero como se trataba de una boda, los invitados partían lo más pronto para dar intimidad a la pareja, ademas que ya había finalizado la temporada y la gran mayoría de nobles volvían a sus casas en el campo, donde empezaba la temporada de caza.
Los últimos en salir fueron los marqueses de Bath, quienes esperaron hasta pasada la puesta de sol, los duques de windsor los despidieron acompañandolos hasta el antejardín.
—No he tenido suficiente tiempo para dedicarte hoy — su voz melosa envío miles de descargas al cuerpo de su esposa
—Quizas... Debas compensarlo — ¡Por Dios! Su esposa le estaba leyendo el pensamiento
—De inmediato — dió un cálido beso a Isabelle quien se separó queriendo más, pero, sabía que debía prepararse como si fuese la primera vez.
Cuando Isabelle subió a la recamara de la duquesa por primera vez, Nina ya había mandado a llenar la tina con agua tibia y la esencia de rosas, la bata de dormir reposaba sobre la cama.
Isabelle recorrió la habítacion con la mirada y contempló la delicadeza con la que fue hecha la decoración, el tapizado y los muebles escogidos, Isabelle había llegado a pensar que se encontraría con una habitación que no le pertenecía a ella, pero la verdad se sentía a gusto con sólo entrar.
—Es una hermosa habitación, los sirvientes me dijeron que Lord Neville se encargó el mismo de la decoración —dijo Nina soltando los cordeles del corset
—¿Él? — Isabelle no se imaginaba a William, ni a ningún hombre tomar decisiones del arreglo de una casa — Difícil de creer.
—Lo es, pero al parecer no imposible.
Nina la ayudo a bañarse como cada noche, trenzo el cabello pero esta vez no coloco su gorro de dormir, la vistió con una de las batas que trajo de paris y salio dejando a la novia lista para consumar su matrimonio.
Isabelle sabía lo que pasaba en la noche de bodas y aunque la mayor de sus primas casadas le explicó lo que sucedía, ella estaba lejos de la realidad, al menos ella contaba con un hombre que la amaba en cuerpo y alma, sobretodo que la hacía sentirse querida cuando la hacía suya.