Un Dulce Engaño

6. PLAN Z

IAN

Pocas veces había sido rechazado por una mujer, incluso, podía contar esas ocasiones con los dedos de una mano y me sobraban, pero nunca, nunca me habían cerrado una puerta en la cara, mucho menos me habían echado de ningún lado.

Al contrario, las personas solían incluso rogar o chantajear para que yo asistiera a sus hogares.

No sabía lidiar muy bien con el rechazo ni con la negativa, quizás para muchos, era la señal para retirarse, pero para mí, se había convertido en un reto.

Un reto complicado, porque Maya no era ni por asomo lo que yo esperaba. En mi mente, había creído que me encontraría con quizás un clon o una copia bastante cercana a lo que Zazil era. ¡Qué equivocado estaba!

Físicamente hablando, eran como el cielo y el infierno. Zazil tenía esa imagen de chica femenina, pulcra y casi remilgada. Mientras que Maya, era un torbellino, una llama intensa creciendo a cada paso y cerca de quemarte. Con su cabello desordenado, su overol manchado de pintura y su mirada intensa.

Y no hablemos de su pequeño guarura, pocas cosas me han asustado en mi vida: la primera, cuando Alessa me apuntó con un arma, la segunda, ver al pequeño Batman sosteniendo la soga que envolvía mi tobillo.

Ese es el verdadero reto: primero tumbar al guardián de Maya.

¿Cómo poder vencer a un chico de cuatro años?

Quizás, lo mejor era incluirlo en mi equipo, no derribarlo.

“El amigo hay que tenerlo cerca, pero al enemigo más”.

Y para ello, necesitaba a mi mejor aliado.

—Formas de ganarme al hijo pequeño de mi enemiga —escribí en el buscador y este de inmediato me arrojó información—. Formas de ser el mejor padrastro —mi ceño se frunció al leer el título—. Las mejores ideas para de ganarte al hijo de tu pareja —una mueca llenó mi rostro mientras leía aquello. Maya era hermosa, como muchas mujeres, pero ni estando loco me metería con ella sabiendo que mi vida corre riesgo con el pequeño Luca—. Top de los mejores regalos para el hijo de tu pareja. —Seleccioné el último, Maya sería mi pareja de crimen, o eso esperaba.

—¿Cómo una carta? —pasé una mano por mi rostro cuando leí la primera idea de regalo— Ni siquiera creo que sepa leer, incluso puede que me la rompa en la cara—. Comprarle pases para llevarlo a algún lugar divertido. No, siguiente —seguí bajando las líneas—. Maya probablemente me denuncie por secuestro. Un regalo personalizado, como la fotografía de un momento de ambos. ¡Claro! —negué con la cabeza— ¿Qué tal la parte donde pateó mi pierna? —Deseché la opción y seguí leyendo—. Regalarle un aparato electrónico, como una tablet, teléfono o videojuego —Asentí al recitar aquello, solo quedaba una idea más y la leí—. Comprarle juguetes de sus personajes favoritos. —Me eché hacia atrás y subí los pies a la punta de mi escritorio mientras jugaba con un bolígrafo en mis dedos—. Eso puedo hacerlo.

Me puse de pie, apagué el computador y salí de la oficina.

—¿Va a regresar, señor Leclerc? —preguntó mi asistente desde su escritorio.

—No, pero estaré al pendiente del teléfono por si se presenta algún inconveniente. —Nashla asintió y me despedí de ella con un movimiento de mano.

Me dirigí al centro comercial, ahí fui directamente a la tienda de Apple y le solicité al empleado la mejor iPad para un niño.

Me hablaron de gigas, megas, memoria, aplicaciones y no entendí ni una miel de abeja, como diría Maya para no maldecir.

No le presté atención a nada de lo que me dijo el vendedor, hasta que llegué a caja y pagué, ya que el precio era de cinco cifras.

—¿Desea que se la envuelva para regalo? —me preguntó el joven que me atendió.

—Sí, pero antes envuelve el aparato en papel burbuja o en una funda a prueba de incendios —el chico me miró con una ceja alzada—, no quiero que le pase nada si me la arrojan a la cabeza.

El empleado que parecía confundido, no preguntó nada, pero sí me miraba de manera extraña.

Cuando tuve el regalo en las manos, subí de nuevo a mi coche y conduje hasta la casa de Maya. Aparqué mi auto frente a su fachada y bajé con el regalo en mano. Antes de caminar por el pasillo de entrada, observé a los lados al tiempo que estaba ajustando mi ropa. Ahí vi que venían caminando Maya y Luca.

Maya que lucía hermosa absorta y sonriendo, sujetaba la mano de Luca, a quien le rebotaban los rizos rubios-castaños ante cada brinco que él daba mientras le platicaba algo a su madre con suma emoción.

—¡Hola! —les saludé a la distancia.

Ambos irrumpieron su plática al mismo tiempo, se giraron a verme, y mientras Maya me dio una mirada de sorpresa, Luca entrecerró sus ojos con una amenaza latente.

—¿Qué estás haciendo aquí? —me cuestionó Maya al tiempo que resguardaba a Luca a su espalda. Me sentí un poco mal de ver que realmente me creía un peligro.

—¡¿Vienes por más?! —Luca me preguntó con los puños en el pecho.

—¡Luca! —le regañó su madre.

—Vengo en son de paz y a disculparme. —Alcé ambas manos a modo de rendición, pero no estaba ni cerca de convencer a ese par.

—No era necesario. —Aseguró Maya mientras caminaba por el pasillo para entrar a su casa—. Vete ahora y todo estará olvidado.

—Me iré —seguí los pasos de madre e hijo—, pero antes, quiero darle un regalo a Luca —le ofrecí la bolsa al pequeño—, ya sabes, por arruinarte la trampa para el niñero y asustarte.

—Tú no me asustas. —Negó el pequeño sin tomar la bolsa—. Y no recibo nada de extraños, podría traer algo adentro para secuestrarme, incluso venderme a otras personas. Creí que mi madre te había dicho que soy inteligente, más que tú al parecer, aceptaste mi bata sin rechistar, y bien podría traer algo malo… No sé, pulgas o algo así. —Aquello me hizo reír, el chico era divertido.

—¿Sí tomo el regalo te irás? —Maya se giró, y la observé, de nuevo. Sus ojos, su mirada, me hizo algo a lo que no estaba acostumbrado, me puso nervioso. Sentí mi manzana de Adán subir y bajar, pasé saliva al sentir la boca reseca, ella era hermosa e intimidante en partes iguales.




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