Un Dulce Engaño

9. EL REGRESO DE LA EXNOVIA PRODIGIA

IAN

—¿Quieres que vayamos adentro por tu otro regalo? —pregunté en voz bastante alta—. Está bien, anda —Maya nos sonrió a lo lejos mientras Luca me guiaba al interior del hogar—. Te acompaño, angelito.

—¡Gracias, eres tan, tan amable! —La voz de Luca no era muy convincente, pero Maya parecía estar bastante concentrada en sus cuadros—. ¿Para que querías venir adentro? —me preguntó Luca en un susurro una vez que estuvimos en la cocina.

—Necesito algo para distraer al perro —expliqué mientras abría la nevera—, esto funcionará —dije alzando un gran filete de carne congelada.

—Mamá te regañará si te ve con eso —el pequeño demonio negó con la cabeza—, necesitas esconderlo en algún sitio.

—¿Y dónde puedo esconderlo? —le pregunté—. No tengo en dónde… —Me quedé viendo hacia su traje de Batman.

—¡Ni lo sueñes, lo apestarás! —se alejó dos pasos.

—¡Vamos, si no, no podré recuperar el coche! —le supliqué.

—Bueno —cedí desmontando su capa de la espalda—, pero me ayudarás a meterla a la lavadora cuando regreses.

—¡Hecho! —acepté.

—Si es que regresas, claro. —Mi boca se abrió ante sus palabras.

—¡Oye! —Luca, sonriente, me entregó el filete envuelto en la tela de su capa, no lo hizo muy bien, así que ajusté un nudo para que la carne no se saliera.

Silbando, me acerqué a la acera, Luca intentaba imitar el sonido, pero solo le salía un ruido extraño de entre los labios.

—¡Necesito ir un minuto al baño! —nos gritó Maya caminando al interior de la casa. Pórtense bien —advirtió—, ambos.

—¡Soy un adulto maduro y responsable! —solo se rio ante mi respuesta.

Comencé a escalar la pequeña acera, y en cuanto el perro detectó mi olor o presencia, comenzó a ladrar.

—¡Muéstrale la carne! —me dijo Luca, quien brincaba a mi espalda, intentando ver.

—¡No, primero necesito ser su amigo! —indiqué—. ¡Hola, perrito bonito! —le hablé al perro—. ¡Un gusto, me llamo Ian! —en respuesta, el animal me mostró sus afilados colmillos—. ¡Luca, va a morderme! —Sentía el escozor en mis ojos y la orina a punto de mojar mis pantalones.

—¡Solo arroja el filete! —Insistió.

Desenvolví el trozo de carne, el olor a sangre me hizo arrugar la nariz y formar una mueca.

—¡Mira, te traje un perrito, filete! —agité la carne frente al perro.

—¡Dijiste todo mal! —la risa vibrante y chillante de Luca solo me puso más nervioso.

—¡Perdón por no ser perfecto antes de morir por un perro!

—¡Mamá ya no tarda, anda!

Me crucé la acera, apreté los ojos porque el perro comenzó a ladrar más fuerte y, una vez que caí en un golpe seco al otro lado de la casa, arrojé el filete a no sé dónde mientras me hacía bolita.

—¡El perro fue por la carne, toma el carro! —Luca me alentaba desde la barda de su casa, solo podía ver sus ojos— ¡Corre por el carro!

Obedecí y corrí algunos metros, tomé el carro de Batman y el ruido de mis pisadas contra el césped húmedo llamó la atención del perro, quien soltó su filete y corrió hacia mí.

—¡Corre, Ian, corre! —Luca parecía verdaderamente preocupado— ¡Corre, corre!

Corrí más rápido, grité por mi vida para entonces brincar a la barda, arrojé el coche al otro lado al mismo tiempo que el perro aferraba sus dientes a mi pantalón.

—¡Son pantalones hechos a la medida, perro malo! —lloriqueé mientras agitaba mi pie para que me soltara, entonces, nuggets de pollo volaron sobre mi cabeza.

La mascota los descubrió y de esa manera me soltó.

Me tiré a la casa de Maya, caí acostado y, como último recordatorio de que soy olvidado por Dios, me pegué en la cabeza con el coche.

—¡Oh, mie…! —Luca me miró con una ceja alzada— ¡Oh, mieles de abeja dulce!

—¡Eres el mejor, Ian! —Luca cayó sobre mí, me abrazó y mi pecho se oprimió al sentir sus pequeños brazos en mi torso—. Nadie había hecho algo así por mí, solo mamá.

—Cuando quieras —dije palmeando su espalda—, pero a la próxima intenta que el perro sea un chihuahua y esté ciego.

—¿Jugamos a la bolita? —Maya apareció y cayó sobre su hijo— ¡También quiero! —sus rizos me golpearon en el rostro, pero no me molestó, de ninguna manera, al contrario, hacía mucho, no me sentía tan bien, completo, feliz y divertido.

—¡Mejor bolita a Luca! —logré girarme. Luca quedó con la espalda sobre el césped y apoyándome en mis manos me aseguré de no caer realmente sobre él, pero Maya sí dejó caerse sobre mí. ¡Soy una familia peligrosa!

Maya se me quitó de encima, me puse de pie al igual que Luca.

—Hora de regresar a trabajar. —Dijo Maya con una sonrisa, entonces, vi que su rostro, manos y ropa estaban manchados de pintura—. Puedes irte cuando quieras, ya solo me faltan…

—Termina —y una sonrisa se formó en mis labios al ver sus hermosos ojos, el brillo de su piel—, tengo tiempo y Luca y yo la estamos pasando bien, ¿cierto?

—Ciertísimo. —Aseguró su hijo.

—¿Por qué huele a carne cruda? —Olfateó el ambiente, en tanto Luca y yo nos miramos, pero simplemente nos alzamos de hombros.

—Quizás el perro de los Ortiz está comiendo. —Ideó Luca.

—Eso debe de ser —no insistió con el tema—. Terminaré lo más pronto posible, debo llamar esta noche para la entrega, así que regresaré a trabajar.

Maya nos dio la espalda y caminó hacia su caballete, Luca me miró y pasó una mano por su frente, como si se estuviese limpiando sudor, mientras que yo solté un largo suspiro de alivio.

—Eso estuvo cerca. —Comentó el pequeño.

El resto de la tarde fue un tanto más tranquilo. Escalamos un árbol, subimos a su casa que estaba en otro árbol, casi caigo por las escaleras al querer bajar.

Luca me platicó que estaba en un programa de niños avanzados, tiene dos mejores amigos, pero se lleva bien con la mayoría en su clase.

Entramos un momento a la casa, metí a lavar su capa en la lavadora.

De vuelta en el jardín le dije que lamentaba haber olvidado devolverle su traje de Superman. Me respondió que no le importaba, que ni siquiera le gustaba.




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