Noah
La lluvia continúa cayendo y el auto queda estancado en el tráfico de la ciudad. Ya está tarde e ir a la casa de los abuelos por todo el fin de semana, fue fantástico, pero estoy un poquito agotado y solo quiero que lleguemos a la nuestra. Tengo ganas de acostarme en la cama y dormir hasta tarde, o bueno, despertarme en el momento en que la alarma para ir a la escuela haga ese terrible ruido.
—¿Qué lees? —pregunta mamá.
—Algo de la escuela —miento teniendo en mis manos el folleto que nos dieron; sin embargo, dentro, uno de los libros que me tiene prohibido leer.
—¡Mentiroso! —retira con rapidez el folleto en mis manos, lo hace dejándome en evidencia— Dámelo —exige pidiendo mi libro que está muy interesante.
—Mamá —reniego.
—Tienes diez años, en lugar de leer psicología y manipulación —Le enseño mis dientes queriendo demostrar inocencia—, deberías estudiar los libros de la escuela, en especial el de matemáticas —específica, pero de verdad odio esa asignatura.
—Ya lo hice, me saqué un seis en el examen y aprobé, por lo que puedo seguir con mis libritos interesantes —Le recuerdo que cumplí con mi promesa—. Además, no me gustan otros libros, no son buenos como este —defiendo mi postura y su ceño se arruga.
Mamá es rubia, de ojos azules, es muy bonita y por eso, siempre llama la atención de los hombres, lo malo es que solo ven su físico y no la gran mujer que pienso que es. Tiene un corazón hermoso y sus sentimientos, mucho más. En los libros dirían que es una mujer extraordinaria, pero para mí, es la mejor mamá del mundo.
—No, y no pienso repetírtelo, la próxima, tendré que darte un castigo ejemplar, Noah —advierte una vez más, hecho que de verdad me molesta.
Desvío mi vista a la ventana y a través, veo más personas que, al igual que yo, quieren llegar a sus casas, pero que la lluvia se los impide. El auto avanza a paso de tortuga y observo a un hombre en medio del agua, sin paraguas, siendo ignorado por los demás. Busca ayuda, pero nadie se atreve a brindársela.
—Mamá —llamo su atención y señalo en dirección del señor de traje que se encuentra empapado.
—No podemos hacer nada, cariño —asegura, pero claro que es posible, solo necesita un lugar donde quedarse y nuestra casa tiene muchas habitaciones.
Quito el seguro de la puerta y bajo del auto, me acerco de inmediato a él que solo me sonríe. Escucho los gritos de mamá, pero no presto mucha atención.
—Hola, pequeño —saluda y su acento es diferente, se nota que es extranjero y que es de Francia.
—Me llamo Noah, ¿y tú? —pregunto extendiéndole mi mano y sintiendo las bocinas de los autos a mí al rededor.
—Un gusto, Noah, mi nombre es Gerard —acepta mi gesto.
—¡Noah! —percibo la voz de mamá cerca.
—Creo que te llaman —señala detrás de mí y encuentro a mamá junto a Aedus que se encarga de sostener los paraguas.
—No vuelvas a hacer eso, no seas irresponsable, ya que pudo venir una motocicleta —limpia su rostro, lo hace antes de agacharse y abrazarme.
—Siempre veo la calle, lo siento —Me disculpo por haberle asustado.
—Vamos —recobra su altura e intenta guiarme de regreso al auto, pero niego.
—Necesita ayuda, mamá —vuelvo a señalarlo.
—Es un extraño, Noah —Se rehúsa al igual que los demás y eso está mal.
—Confiaste en ese señor que dice ser mi papá, puedes confiar en Gerard —replico, dado que se ve que es mejor persona que Aubrey—. Además, Aedus, va a cuidarnos y tenemos muchas alarmas para llamar a la policía —achico mis ojos para infringirle temor.
—Eres muy amable, Noah, pero solo necesito un teléfono para llamar a alguien y que venga a ayudarme —asegura.
—Peor mamá, mira, es extranjero y no creo que te guste que cuando crezca y me vaya a otro país, me encuentre en la calle pidiendo ayuda y nadie me la brinde. La vida da muchas vueltas, así que debemos ser buenos con el prójimo —expongo mi punto de vista de la situación y la mirada que me obsequia es un tanto desagradable.
—Cerraré la biblioteca —amenaza al descubrir el uso que le doy a mis libritos interesantes—. ¿Estás de acuerdo? —Se dirige a Aedus que observa con desconfianza a mi nuevo amigo.
—Sí, Christine —contesta y sé que no se despegarán de Gerard durante toda la noche.
—Entonces, regresemos al auto, no quiero seguir bajo esta lluvia —Se muestra poco conforme con el clima—. Acompáñenos, ¿señor? —averigua su nombre.
—Gerard, Gerard Le-Roux —responde extendiéndole su mano a mamá que la acepta y de inmediato muestra un poco de sorpresa y vergüenza, dado que deja un beso sobre esta—. Merci mademoiselle Christine —dice antes de liberarla.
—E-eh, vamos —Me jala del brazo y solo observo a Gerard con ambos pulgares elevados, sacándole un par de risas.
Christine
—¿Vas a vigilarnos? —Le pregunto a Aedus, ya que la idea de Noah de traer a un extraño a nuestro hogar, no me ha agradado en lo absoluto.
—Claro que sí, Christine —responde y me voy sobre él, lo abrazo.