Christine
—Espero que no se tome en serio todo lo que dice Noah —siento un poco de vergüenza, se nota en el rubor que se cierne sobre mi rostro.
Amo a Noah, pero en ocasiones, su comportamiento, transgrede algunos límites de lo que debería ser nuestra relación como madre e hijo. Se toma demasiado a pecho lo que le ha dicho mi padre en cada ocasión que vamos de visita: «Eres el hombre de la casa, debes cuidar a tu mamá».
—No concuerdo con usted, Christine —va en contra de mis palabras—. Pienso que debo ganarme la confianza de Noah antes que la suya, así que estaremos en esa puerta a las diez, lo único de lo que estoy seguro de que no cumpliré, será la parte de los besos. No creo que pueda abstenerme de probar sus labios —Susurra esta última parte.
No dejo de observar sus labios, menos de reprocharme por estar aquí, deseando eliminar la distancia y degustarlos en una nueva oportunidad. En lugar de salir con hombre, debería estar en casa, al pendiente de Noah; sin embargo, necesito distraerme un poco, puesto que la situación cada vez empeora y los tratamientos se vuelven poco efectivos.
—¿Qué sucede? —averigua y cierro los ojos realizando un enorme esfuerzo por retener las lágrimas.
—Nada —contesto acercándome rápidamente a sus labios, para así poder distraerlo.
—Tenga cuidado, señora Hathaway —escucho una voz que me impide continuar—, los franceses somos estúpidos y enamoradizos. El hombre que tiene en frente, es de los peores, le recomiendo que huya antes de que sea tarde —bromea.
—Cállate, Philippe —exige en un tono poco amigable.
—Escape ahora que puede, señora Hathaway —insiste y no detener mis risas.
—Voy a despedirte, maldito —asegura.
Lo observo envolver una hoja que toma de uno de los asientos y la lanza; lo cual es en vano, puesto que el vidrio que separa la parte de atrás y la de adelante de la limusina, no le permite obtener venganza.
—Primero, no puedes despedirme y en caso tal de que fuese posible, te acusaría con el niño, le revelaría tus intenciones de besar a su madre —Lo chantajea y no puedo detener mis risas.
—¿Sin cadáver no hay crimen? —Me pregunta.
Una de mis manos se acerca a su rostro y lo acaricio momentos antes cerrar los ojos y darle fin a la martirizante distancia entre nuestros labios. Lo disfruto, puesto que con este simple contacto, consigo olvidar algunos de mis problemas, en especial a Aubrey, que le salí a deber después del divorcio.
—No diré absolutamente nada —Me muestro dispuesta a convertirme en su cómplice.
—¡Demonios! Corro peligro aquí, con ustedes —Su voz vuelve a escucharse a través de las bocinas.
Una vez más me río, pero mis carcajadas son atrapadas por su boca.
Las risas continúan En medio de la conversación tan bizarra que mantenemos con Philippe, una en donde se dedica a acusar al hombre a mi lado de distintos asuntos que para él son considerados crímenes en contra de la naturaleza y la humanidad. No dejo de reírme y de disfrutar de la alegría que he estado necesitando durante los últimos meses; a pesar de ello, el camino llega a su fin, puesto que arribamos al restaurante y ponemos fin a nuestra charla para poder ingresar y disfrutar del verdadero motivo de nuestro encuentro.
Al estar en el establecimiento, somos guiados a nuestra mesa en donde, me encuentro un ramo de mis flores favoritas: azucenas lilas.
—Gracias —repito contemplando las hermosas flores en mis manos.
—Tuve algo de ayuda —confiesa y solo niego—. El pequeño tiene mucha información, no podía desaprovecharla y perderme esta hermosa sonrisa —Sus halagos continúan y no hago más que sonrojarme.
No hago más que imaginarme a Noah orquestando todo esto y sé que no es la primera vez que lo hace, pero si en la que alguien sigue sus locuras. Las ocasiones en las que me he visto con hombres, son fatales, solo hablamos de trabajo y problemas, de dinero que es lo que menos me interesa.
Noah me conoce bien, tanto que no puedo contener la emoción y suelto un par de lágrimas.
—¿Algo está mal? —niego, dando respuesta a su pregunta y manteniendo la felicidad en mi rostro.
—Todo lo contrario, es perfecto —suspiro.
Observo todo a mí al rededor y me siento en un sueño, en un cuento de hadas, uno del que no quiero despertar, puesto que con cada día que pasa, pierdo a Noah y todos estos detalles que se esfuerza en obsequiarme.
No tengo la menor duda de que traerme aquí, haya sido su idea. Él sabe muy bien lo mucho que disfruto de la naturaleza y este lugar es reflejo de ello.
—Me conoce… lo hace demasiado bien… —Mi voz se quiebra y las lágrimas salen a flote. Siento orgullo.
No me puedo contener, no cuando, a través del cristal, puedo apreciar el firmamento, la luna y las pocas estrellas que iluminan la noche. Siempre que tengo la oportunidad, vamos a acampar y disfrutamos de esta majestuosidad, consiguiendo olvidarnos de los problemas.
—Estoy seguro de que ya lo sabe, pero eso no me evita querer decirlo: ha hecho un gran trabajo con Noah —Me giro al escucharlo y puedo ver sinceridad en su mirada—. No soy su padre y apenas lo conozco; sin embargo, me genera orgullo.