Christine
—Espérame afuera, Noah —le pido ante la presencia de Aubrey.
—Mami, pero…
—¡Qué te vayas! —eleva su voz al dirigirse a mi pequeño.
—No me obligues a llamar a seguridad —Le advierto. No voy a permitir que lo trate de ese modo—. Termino aquí e iremos a comer, ¿te parece? —pregunto y asiente en silencio.
Sus ánimos recaen y mis ojos hormiguean por culpa del gesto que se instala en su rostro al recibir esa actitud de Aubrey. Aunque diga que no le importa, no es cierto, es un niño y el rechazo del hombre al que debería admirar por el simple hecho de ser su padre, no deja de afectarle.
—¿Qué quieres? —No pierdo el tiempo y simplemente, lanzo mi pregunta. No lo quiero aquí, no cerca de Noah.
—¿Pensaste en mi propuesta? —averigua y no puedo creer lo cínico que es.
—Es tu hijo —respondo ante su descaro.
—Es dinero, mucho —replica y los ojos me escuecen.
Recuerdo que cuando nos conocimos, no era así, su actitud fue completamente diferente. No se dejaba llevar por la ambición, no como ahora. Por esa razón, cada vez que hace esto, me decepciona.
—Tienes lo que deseo, Christine y yo lo que necesitas, solo firma y tendrás a tu hijo durante años —propone.
—Vete —exijo.
Siento las lágrimas descender y un vacío en mi pecho.
—Solo no olvides el acuerdo al que llegamos durante el divorcio respecto a Noah —amenaza antes de darse vuelta y caminar fuera de la oficina.
Lo observo salir, mientras cierra la puerta detrás de sí, siento mis piernas fallar; debido a que nunca hice lo que pactamos y ahora, no solo puedo perderlo por falta del trasplante…
Gerard
—Gerard —Se emociona, corre a mi encuentro.
Me detengo a mitad del pasillo y me agacho, al punto de casi igualar su estatura y lo recibo de brazos abiertos, mientras todos a nuestro alrededor nos observan con algo de curiosidad debido a su efusividad.
El piso se encuentra algo atestado de gente, al parecer trabajadores que rápidamente regresan a sus labores.
—Dijiste que no vendrías —deja en evidencia mis mentiras.
Deseaba sorprenderlos, parece que acabo de lograrlo con él, espero que la reacción de Christine, sea similar.
—¿Qué haces aquí? —indaga alejándose un poco.
—Enamorar a tu mamá, debemos casarnos, ¿no? —pregunto y se carcajea. Acaricio su cabello antes de ponerme en pie.
—No le gusta que la visiten en el trabajo, así que te recomiendo que des marcha atrás —advierte conociendo muy bien a su progenitora.
—Solo bromeo, pequeño, trabajaré con tu mamá —Lo coloco al tanto de la situación.
—No creo que los perfumes y productos de mamá necesiten uvas, menos alcohol —intenta entender y sonrío, puesto que de verdad le dio la atención necesaria a nuestra conversación o mejor, su interrogatorio.
—¿Recuerdas que charlamos acerca de que trabajo con mi hermana mayor? —pregunto y asiente frenéticamente— Hacemos lo mismo que tu mamá, así que comoi ella no puede viajar, vine como su reemplazo—explico y la alegría se traslada nuevamente a su rostro.
—¿Sabías que…? Cuando los adultos pasan mucho tiempo juntos y se atraen, sus sentimientos se vuelven más fuertes y hay mayor probabilidad de que se enamoren y formen una familia, también que tengan nuevos bebés —mueve sus cejas de arriba abajo, desatando mis carcajadas.
—¿Sabías qué…? Me das miedo —Se goza a costa de la expresión en mi rostro.
—El conocimiento es poder, Gerard, y yo tengo mucho —replica y solo niego, de verdad que comienza a aterrarme.
No creo que comprenda en su totalidad aquella frase, pero no hay dudas de que tiene control sobre diversas situaciones.
—Llévame a la oficina de tu mamá, por favor —pido y niega.
—Aubrey está hablando con ella, tendrás que esperar —pronuncia sin ánimos—, siempre que hablan, llora y mucho, se pone demasiado triste —comunica intentando mantener el matiz de su voz, pero no lo consigue, y como resultado, comienzo a molestarme.
—Entonces, en lugar de trabajar, haremos algo divertido, ¿te parece? —propongo y asiente.
—¡Philippe! —grita el nombre de ese idiota y blanqueo los ojos.
«¿Qué carajos hace aquí?»
—¿Creíste que te te librarías de mí? —pregunta caminando en nuestra dirección, lo hace junto a Aedus.
—Vete al infierno —sugiero—. Tienes esposa, ¿no? Deberías estar con ella —puntualizo y hace una mueca.
—Para mi desgracia, es tu hermana y tu madre es mi suegra, negarme equivale a problemas y me dan miedo —confiesa y Noah se ríe un poco a costa de la forma en la que dice todo.
—Idiota —opino y el pequeño me observa con la boca abierta.
—No creo que con esa boca sucia beses a tu mamá, peor, que quieras hacerlo con la mía, Gerard —Se vuelve dramático.