❈──•◦ ANTHONY ◦•──❈
Mirarme el rostro al espejo fue un golpe duro para mí, ver cómo había terminado por las decisiones egoístas de mi padre me llenaba de rabia, estar en la ruina era peor, todo por lo que una vez luche con tanto esfuerzo y dedicación me fue arrebatado de las manos en un abrir y cerrar de ojos, todo, por una mujer. Y en ese momento, me encontraba en una situación de lo más absurda con otra mujer.
«Las mujeres arruinan todo» Pensé al tiempo que me lavaba el rostro en aquel pequeño baño.
Había ido a parar a una casa que parecía estar a punto de colapsar, el baño aunque muy aseado era pequeño y estaba muy desgastado, ni hablar de los pisos y el espejo, ahí vivía una mujer humilde, de eso no quedaba duda, la pregunta que rondaba por mi cabeza era “¿Por que me secuestro?
— ¿Sabía quien soy y quiere dinero? — me pregunté mientras me ponía aquella desgastada ropa.
La encontré de pie frente a la puerta del baño, era una chica muy bonita, algo bajita de cabello castaño rizado con unos llamativos ojos verdes, su cuerpo estaba muy bien definido, no se notaba que fuera madre, pero ya sabía que lo era.
La seguí hasta la habitación, era pequeña pero acogedora, tenía lo necesario para pasar la noche, y en alguna parte de ella escuchaba un pequeño y particular sonido, una gotera. Le sonreí ligeramente cuando de forma torpe me entregó un botiquín y me señaló el espejo que se encontraba colgado en la pared. Una vez cerró la puerta con seguro me senté en la cama y me permití llorar.
“Llorar no es de hombres” era lo que siempre decía mi padre, pero en ese momento y en esa situación mis lágrimas eran válidas, estaba perdido, estaba arruinado, estaba solo, ¿que seguía?
Con un algodón con solución limpie bien mis heridas mientras veía las lágrimas adornar mi rostro, mi ojo estaba muy lastimado, apenas y se podía abrir, tenía varios cortes y estabas seguro que los golpes en mi abdomen y cuerpo dejarían unos grandes hematomas.
Cuando termine me deje caer de espaldas en la cama, era pequeña pero comoda, en muy pocos minutos me deje vencer del sueño y caí en un sueño profundo, sueño que fue interrumpido por un estruendoso sonido.
Me senté asustado en la cama, aún estaba oscuro, la puerta de la habitación se veía abierta y en el suelo se encontraba Emma levantando algunas cosas.
— Lamento si te desperté, hace mucho frío y por tu aspecto puedo asegurar que no has cenado, te traje algo de comer, no es mucho, pero espero que te guste.
— Está arrastrado.
— Disculpame, me caí con la bandeja, el chocolate caliente también se regó, te prepararé otro y te traeré, esperame un minuto — me levanté de la cama y me arrodille a su lado para ayudarle a levantar el desorden.
El suelo estaba lleno de panecillos dulces con un aroma delicioso y un gran charco de chocolate se extendía en gran parte del suelo.
— A veces soy algo torpe— la miré algo incrédulo, la había visto tropezar con su sombra antes de cerrar las cortinas, una caída graciosa pero que de seguro la había lastimado.
— Está bien, no tienes que disculparte.
— Te traeré algo delicioso, espérame aquí.
— Puedo acompañarte a la cocina, así no subirás hasta aquí y no correras riesgo de tropezar de nuevo.
— Tienes razón, vamos. — le ayude a levantar todo y tome la bandeja en mis manos para seguirla.
— ¿Necesitas ayuda?— pregunté
— No te preocupes, puedo hacerlo, sientate allí, ya te llevo algo — asentí con la cabeza y me senté en el lugar que me señaló, desde allí me dispuse a mirarla con detenimiento.
Se desenvolvió muy bien en la cocina, como si aquel fuera su punto fuerte, hacía movimientos rápidos con las manos, movimientos que nunca le vi a otra persona, ni siquiera a las empleadas de la casa.
Dejó frente a mi un par de panecillos con queso y trozos de fiambre y me sirvió un tazón enorme de chocolate, mi estómago rugió en ese instante al sentir el delicioso aroma de la comida.
— Parece que si tenías hambre— se burló desde el otro lado de la cocina mirándome con una sonrisa ladina.
— Solo un poco.— comí con gran velocidad los alimentos, estaba famélico después de no comer en todo el día.
— Gracias Emma, has salvado una vida.
— No es nada,me agrada poder ayudar, es gratificante.
Comimos lo demás en silencio, ella me miraba ocasionalmente y yo, no podía despegar mi vista de ella, tenía algo demasiado llamativo y familiar para mi.
Dejé mi plato en el platero y me moví cauteloso por la casa hasta la habitación, minutos más tarde la escuché a ella subir, pero esta vez, no entró en la habitación, simplemente se encerró en el cuarto.
Hice caso omiso a su actitud y me acosté de nuevo en la cómoda y pequeña cama, los recuerdos de lo sucedido durante el día me atormentaban impidiendome conciliar el sueño.
Intente mantener la mente en blanco para no pensar en lo sucedido, si lo pensaba era posible que me dejara llevar por las emociones una vez más.