❈──•◦ ANTHONY ◦•──❈
Sonreí ligeramente escuchando las mil y una instrucciones de Emma, según ella, cuidar a su hijo era semejante a cuidar un tigre. Era muy graciosa, el niño se veía muy tranquilo, se había portado muy bien toda la mañana e incluso le había ayudado a guardar las cosas, decía gracias y por favor, un pequeño educado y servicial.
— ¿Lo entendiste?— pregunto poniendo los tuppers con sus cosas en mis manos, ayudarla era lo mínimo que podía hacer luego de rescatarme.
— Emma, no se que clase de persona creas que soy, pero no voy a perder a tu hijo, lo tengo en la mira desde que bajamos del auto.
— Genial, entonces dime, ¿Dónde está? — mire a todos lados y no encontré al pequeño.
— Estaba aquí, hace unos segundos.— suspiro pesado y se frotó la frente con una mano.— iré a buscarlo, no te preocupes.
— No gastes tu energía, aun— estiro la mano y señalo hacia donde había un carrito cubierto con una especie de manta. — siempre corre primero al carro, ese es mi puesto, por suerte para mi, hoy no tendré que hacer fuerza.
Cuando llegamos al lado el pequeño me sonrió malicioso al igual que en la mañana, parecía planear mi destrucción, sus ojos verdosos se burlaban de mi.
— Recuerda no correr adelante cariño, asustas a Anthony.
— Está bien mami, dejame te ayudo.— tomó con sus manitas los frascos de café y esperó a que su madre descubriera el puesto para acomodar todo el surtido.
El carro no era muy grande, pero tampoco pequeño, tenía una vitrina bien armada y las máquinas necesarias para hacer cosas calientes, todo estaba muy limpio y ordenado, era un lugar donde seguramente me tomaría un café con alguna cita en horas de la tarde.
— Es muy lindo tu puesto, pero, ¿Atiendes aquí? — mire a mi alrededor, no parecía que pasara mucha gente por esa zona del parqueadero.
— Claro que no, debo empujarlo por esa rampa hasta su lugar, pero hoy, no debo hacerlo sola, tu estas aqui con tus musculosos brazos.— Me apretó un brazo de forma juguetona,
— Yo soy más fuerte que él mami, puedo ayudarte mejor.
— Claro que sí cariño, tú eres mi superhéroe más fuerte, pero hoy dejaremos al esclavo hacer su trabajo.
— Ja ja, graciosa.— me saco la lengua de forma infantil y me hizo una mueca para empezar a empujar.
— Yo te guio, vamos.
Quedé bastante sorprendido al empezar a empujar y ver que el carrito pesaba mas de lo que parecía, me costó bastante trabajo subir la rampa con él.
— ¿Cada cuanto subes este carro?
— Todos los días, subo y bajo el carro cada dia y noche los siete días de la semana, es mi trabajo.
— ¿No has pensado en tomar días libres o contratar otro empleado?
— He pensado en tomar algunos días libres, pero los fines de semana es cuando más venta hay, no puedo desperdiciarla, y pagar a otro empleado no me dejaría muy buenas ganancias.
— Puede dejar buenas ganancias si administras mejor el dinero, reducir gastos.— en mi cabeza ya estaba organizando todo para mejorar la productividad del lugar.
— Soy madre soltera, todos los gastos los llevo yo y ya están bastante reducidos, mis ahorros son para montar un negocio dentro del centro comercial, solo tengo que esforzarme un poco más, luego de obtener resultados podré descansar, ahora mismo, no. Es un sacrificio que valdrá la pena.
— Lo lamento, no sabía que las cosas eran así. No debí meterme
— Es normal que no lo supieras, apenas nos conocemos, ahora mueve tu trasero, el carro va allí, frente a la fuente.— me señaló hacia la fuente y calcule que me faltaban unos cien metros para llegar allí.
No podía imaginarme a la pequeña y torpe Emma empujando aquel pesado carro diariamente hasta ese lugar y luego devolviendolo al parqueadero, era una mujer extraordinaria.
— ¿A dónde fue tu pareja? — me miró confusa, —Dices que eres madre soltera y eso, supongo que te abandono,— me señale la vestimenta, — dejó su ropa y eso.
— No se quien es el padre de Ángel, y respecto a la ropa, es de mi tío muerto— un escalofrío recorrió mi espalda.
— ¿Me diste ropa de muerto? ¡Ay no! ya van a venir a jalarme las patas.¡Estas loca Emma! — soltó una carcajada que me contagió.
— Eres demasiado dramático. Por cierto, ¿Dónde está Angel? — mire en todas direcciones dejando de lado el tema de la ropa, y esta vez supe que había perdido al pequeño por el rostro de su madre.
— Lo buscaré.— exclamé asustado, acababa de verlo jugando en la fuente y ahora no estaba.
— No, yo lo buscaré— se inclinó sobre el carro sacando la manta con la que estaba cubierto antes, —Solo déjame acomodar aquí…
— No, yo puedo hacerlo, confía en mí, tu haz tu trabajo, lo necesitas, cuidar a tu hijo es mi trabajo, ¿Lo olvidas?
— No empezaste muy bien que digamos.
— Confía — susurre antes de empezar a correr por todo el centro comercial.
Entre a cada uno de los locales del lugar, desde tiendas de ropa hasta restaurantes, en ningún lugar estaba el pequeño, revise uno a uno los baños de cada piso sin éxito alguno, estaba tan desesperado que ya no sabía ni que hacer, lo único que se me ocurrió fue preguntar a cada persona que veía.