Un heredero para el playboy (#1 de la saga heredero)

Prólogo.

Muchos se preguntaban que buscaba una chica de rancho en la ciudad.

Amaia tenía la respuesta en la punta de al lengua.

-Una nueva empresa distribuidora de carne. Eso busco.

Pues yo creó que ella se irá con algo más que la empresa distribuidora de carne. Se irá con un bebé en el vientre, y no cualquier bebé. El bebé del Playboy, su más grande enemigo.

 

Amaia

Toque la puerta con mis puños y bufé. Esta era la tercera tercera vez consecutiva que lo hacía, y dicho sea de paso estaba más que agotada para golpear la puerta nuevamente. Tomé mi maleta en mano y gire sobre mi propio eje.

En ese momento la puerta se abrió de par en par dejándome ver a mi mejor amiga con una de sus típicas mascarillas verdes.

-¿Pensabas irte Amaia? -asentí y ella ahogó un grito -No puedo creerlo. Eres más cruel de lo que pensaba.

Amo a mi mejor amiga, pero odio que sea tan dramática. Ese es la peor virtud que tiene ella.

-Amo ser cruel -ella me observa por un corto momento para después arrancarme las maletas de las manos. -Y por lo visto tu amas llevarme la contraria.

Ella sonrió mostrándome sus dientes perfectamente blancos.

-Amo llevarle la contraria a todo el mundo -rode mis ojos y la sigui. La mujer que llamaba  mi mejor amiga entra a la casa con mis maletas en la mano pero poco después la sueltó abruptamente en el suelo al ver a su pequeño monstruo de tres años con una porcelana en sus manos. Y dicho sea de paso, carísima como diría ella - Suéltala en este momento si no quieres que mi furia caiga sobre tí.

El niño hizo caso omiso a las palabras de su madre y con una sonrisa en sus labios destrozo la porcelana en el piso. Mi amiga ahogó un grito y el pequeño corrió hacia la cocina, para buscar refugio en la abuela alcahueta.

-Uno, respira. Dos, no lo mates. Tres, tres... ¡Lo voy a matar! -la veo patalear contra el piso y suelto una carcajada. -¿De que te ríes maldición? ¿Es que no ves que ese monstruo me hizo perder una gran suma de dinero por lo que acaba de hacer? Si no fuera mi hijo lo enviaba a un campamento, lejos muy lejos...

Enarque una ceja.

-Debes aguantarlo porque tú le robaste el esperma a su padre. Sabías que te meterías en un campo peligroso y aún así lo drogaste, violaste y no conforme lo volviste a violar. Tu tienes toda la culpa Aitana. -ella me miro fijamente por un momento para después replicar.

-Yo no lo violé, solo robe su esperma sin su consentimiento -negué con la cabeza ante sus palabras. No cabía duda de que ella estába loca. -¿La gran pregunta es que haces aquí?

-Una nueva empresa distribuidora de carne. Eso busco. -ella asintió levemente. -Tengo una reunión en unas horas con el representante de una  empresa distribuidora, y si todo sale bien hoy mismo podría regresar a mi rancho.

Aitana se tensó al escuchar la palabra rancho, porque había cometido una locura en aquella vacaciones que paso conmigo hace exactamente tres años y algunos meses atrás. En el propio rancho de Dustin fue que drogo y le robó el esperma a mi vecino ranchero. Una total locura lo sé..

-¿Como esta él? -pregunto Aitana sin mencionar su nombre, y yo perfectamente sabía que hablaba del hombre a que le robó el esperma.

-Odiandote hasta más no poder, Aitana. -ella agacho la cabeza.

-Pues que se valla al mismísimo infierno -dijo ella para después empezar a subir las escaleras -Ya sabes dónde está tu habitación.

Coloqué una sonrisa en mis labios, tomé la maleta y empecé a subir las escaleras. Ya tendría tiempo de ver a ese pequeño monstruo hijo de mi amiga.

 

(•••)

Sonreí para luego firmar el contrato que me había proporcionado el vicepresidente de la empresa. Este cuando le entregué el papel me brindo una hermosa sonrisa y posteriormente me extendió una de sus manos. La tomé entre la mía y sonreí.

Antes de poder reaccionar la puerta fue abierta de par en par logrando que ambos colocáramos nuestra mirada en el mal educado que había irrumpido de esa manera tan poco educada a la oficina.

-Amaia Montero, que pequeño es el mundo -rode los ojos ante estas palabras.

Que suerte la mía, en una ciudad con tantos hombre tuve que encontrarme con el hombre más perro y Playboy que existía, Duncan Salvatierra.

-Muchas gracias señor, esperaré su visita en unos días en mi rancho -le dije al hombre que anteriormente había sostenido mi mano. Él sonrió levemente. Yo por mi parte gire sobre mis talones y sin hablarle al Playboy salí de la oficina, pero al parecer al Playboy no le gustó que pasara de él porque me intercepto cuando iba a tomar el elevador. -¿Se puede saber que mierdas te pasa?

Pregunte exasperada.

-¿Porque hiciste eso Montero? -lo vi mirarme fijamente y yo lance una gran carcajada.

-¿Te preocupa que no caiga a tus pies Playboy? ¿O fue que herí tu ego? -él suelta mi brazo de mala gana y sin decir palabra alguna empieza a caminar por el pasillo que anteriormente yo había recorrido.

Sonreí y entre en la caja mecánica.

Lo odiaba con toda mi alma. Para ese odio que profesa había una razón pero de eso se enteraran más adelante.











 

-No voy a ir.. -hable mirando a través del espejo a Aitana. Quién sostenía dos antifaces en sus manos.

-Iras si no quieres que vaya de chismosa dónde tus queridos padres, a decirle que su rencorosa hija estába en la ciudad y no se digno a ir a visitarlo -cerré los ojos y maldije entre mis adentros.

Ella siempre se salia con la suya, ¡Maldición!

¿Se puede amar y odiar al mismo tiempo? Porque en este momento yo me sentía en una encrucijada.

-Quiero el blanco -dije en referencia al antifaz que ella llevaba en las manos.

Luego de cumplirle el capricho a Aitana, me paseaba por la dichosa fiesta con una copa en mano cuando me encontré con la mirada de aquel detestable hombre. El Playboy, Duncan Salvatierra. Este levanto copa hasta mi y yo rodé mis ojos, me tomé un trago la copa que llevaba entre mis manos y trate de pasar de él.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.