Duncan
Maldije al tratar de recordar el rostro de la verdadera mujer con la que había pasado al noche. Digo verdadera porque cada vez que cerraba los ojos me imaginaba una falsa imagen de una mujer que tenía el rostro de nada más y nada menos que Amaia Montero.
La joven que había rechazado de la peor manera posible y que luego había humillado.
Lo sé, soy de lo peor.
Recordar ese día hace cuatro años me llenaba de vergüenza e incluso de dolor.
—Duncan -levante mi vista para encontrarme con los ojos de Joshua. —Me tomaré un par de días libres. Tengo una propuesta que no quiero perderme por nada del mundo.
Negué con al cabeza al escuchar esas palabras salir de su boca. Muchos me criticaban pero al fin del día Joshua era igual o peor que yo.
—¿Propuesta de una mujer? -pregunte y él no dudó en asentir. —Lleva condones.
—Los llevaré y espero que poder utilizarlos. Porqué esa mujer me tiene en las nuves. -rodé los ojos y me volví a concentrar en lo que estaba tratando de hacer. —Estoy seguro que Amaia Montero no espera que corresponda a su invitación.
Deje de mirar mi computadora para colocar mis ojos en él.
—¿Amaia Montero? -él asintió y posteriormente giro sobre sus pies para salir de la oficina pero yo lo detuve. —Joshua necesito que partas al rancho la Esperanza para que le notifiques el problema que existe con sus reces.
—Pero yo ya tengo planeado otra cosa Duncan -me encogí de hombros y él suspiro. —Siempre término haciendo lo que te da la gana.
Tras decir estás palabras Joshua salió de la oficina maldiciendo mi hombre y yo sonreí negando con la cabeza.
—Jaque mate.. -dije para mí.
Me encanta frustrarme los planes a Amaia Montero, me encantaba molestarla.
Me levanté de mi silla giratoria, caminé hasta detenerme al frente del gran ventanal que tenía en mi oficina y en ese momento lástima recordé las palabras que le había dicho a Amaia hace cuatro años. Sabía que era un idiota, lastimosamente lo sabía.
Flashback.
Estaba cansado de que Alonso Montero me persiguiera cada vez que me veía. Estaba harto.
Trate de alejarme lo más que pude de él pero Alonso me intercepta.
—Duncan... -interrumpo sus palabras .
—No lo haré señor Montero. No quiero tener nada con ella, no me gusta. Y nunca lo hará. No me interesa ser el presidente de su empresa, ¿es que no lo entiende?
—¿Es más dinero lo que quieres? Si es eso puedo dártelo Todo para que te cases con Amaia -negué con la cabeza ante las locura que había dicho este hombre.
—Como le explico que no me gusta. No quiero tener nada con ella y no me importa su maldito.
Tras estas palabras la puerta se abre logrando que Alonso y yo vieramos figura de Amaia
Ella llevó sus ojos hacia mi y yo hice una mueca.
Cuando Amaia miro así padre, este la miro fijamente para luego bajar su cabeza.
—Desde hoy Alonso Montero, dejas de tener una hija -su papá abre los ojos como platos al escuchar sus palabra y Alonso empieza a negar con la cabeza. Él hace un intento de acercase a mi pero yo lo detengo. —No quiero nada de tu fortuna, no me interesa.
La pequeña de los Montero entra al despacho y no tarda en salir con unos papeles en las manos.
—¡Amaia! -la pequeña de los Montero ignoro la voz de su padre y sigue su mi camino pero este se ve interrumpido por mi.
Se que no debería burlarme de ella pero me es inevitable, ver sus lágrimas me duele pero no podía detenerme, tenía que dañarla. Sabía que esas palabras le dolerían en el alma y de una vez por todas se iría. Necesitaba que se alejara, porque ya no podía soportar lo que sentia por ella. Ese sentimiento me hacía sentir débil, tan débil que a esta altura de juegos no me reconocía. Estaba dejando de ser el Playboy, y todo era culpa de Amaia Montero.
—Ni por todos los euros posibles tendría algo contigo, pequeña ilusa. -se que estas palabras la golpearían el corazón con fuerza. Se que estaba siendo cruel con ella pero tenía que lograr que me odiara. Lo necesitaba. —No sabes todas las veces que tuve que rechazar toda clase de barbaridades que se le ocurrían a tu padre.
Ella trato de alejarse de mi pero este la agarré con fuerza de una de sus manos.
—Alonso Montero puso prácticamente el mundo a mis pies para que me casara contigo, pero yo ni por todo el dinero del mundo aceptaría tener algo contigo. Porque no eres mi tipo. -cuando termine de decir estás palabras le di una pequeña sonrisa y ella derramó varías lágrimas.
—Escúchame bien Duncan Salvatierra, porque será la única vez que salgan estás palabras de mis labios -la mire fijamente —Eres un maldito error, uno que por estúpida cometí. Pero que no volveré a cometer nunca más en la vida, espero que el maldito karma te persiga todos los días de tu vida. Reverendo idiota... El dolor que tengo no es porque no cediste ante los deseos de mi padre, es por las palabras que recientemente acabas de decirme.... Unas que de clavaron en mi corazón para siempre.
No voy a negar que estás palabras me causaron dolor pero no lo deje que se viera.
Tras ella decir estás palabras salió corrido hacia el primer nivel de la casa, donde hizo un escena super dramática al enterarse que su hermano Alan estaba enterado sobre lo que su padre estaba dispuesto a hacer.
Rodé los ojos ante la escena y no dude en hablar.
—Deja el drama, que no te queda -Amaia detuvo sus pasos la frente de la mesa y sin más tomó tres cubiertos en mis manos. Giró sobre su propio eje y hizo contacto visual conmigo.
—Vete al demonio, idiota.. -estas palabras fueron acompañada por el lanzamiento de los cubiertos los cuales se clavaron justo al lado donde de me encontraba. Los objetos se clavaron en una de las fotos familiares su mi madre suelta una gran exclamación.
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Editado: 20.06.2024