Duncan.
"Tendrás que hacer algo más que calentarme. Playboy. -susurro muy cerca de mi boca y la muy desgraciada sonrió al sentir mi respiración pesada -No soy tan fácil de convencer. Así que esmérate...."
Esas palabras dichas por ella me hicieron pensar como diantres la convenceré de tener un romance totalmente excitante.
—Qué difícil me pones las cosas querida Amaia...
Tras decir estas palabras contemplé con satisfacción el horizonte mientras mi jet privado se acercaba lentamente a isla privada que había comprado para ella.
Si... Compre este lugar imaginando que podría ser nuestro rinconcito de amor. La adquirí cuándo tuve suficiente dinero como para permitirmela.
El sol se reflejaba en las aguas cristalinas que rodeaban la costa, creando destellos dorados que bailaban alegremente. La vegetación exuberante se extendía por toda la isla, ofreciendo un espectáculo verde y vibrante que contrastaba con el azul intenso del océano.
Pero mientras absorbía la magnificencia del cielo, mi atención se desvió hacia la habitación del jet, donde allí, en la comodidad de su dormitorio, yacía Amaia, la mujer que me volvía completamente loco, profundamente dormida.
La luz del sol se filtraba a través de las ventanas, iluminando su rostro angelical y bañándola en una cálida y suave luminosidad.
Amaia parecía una obra de arte, una creación divina que había sido puesta a mi disposición.
Me acerque con pasos silenciosos a ella y al llegar a su lado me detuve junto a la cama, e inmediatamente mis ojos no se pudieron despegar de Amaia. Su respiración tranquila y sus suaves ronquidos susurraban una melodía de paz y serenidad.
Mis labios se curvaron en una sonrisa, porque eran incapaces de contener la admiración y el amor que sentía por ella en ese momento.
Con cuidado, me deslice suavemente en la cama y envolví a Amaia entre mis brazos. Su calor y su fragancia se mezclaron con la suavidad de las sábanas mientras la abrazaba con ternura.
Amaia se acomodó en su sueño, moviéndose ligeramente para encontrar una posición más cómoda.
—Eres toda una joyita, futura esposa. -susurré en du oído.
En ese instante experimenté una profunda sensación de dicha. Siempre desee tenerla entre mis brazos y ahora que ella se encuentra entre ellos, me siento el hombre más dichoso sobre la fas de la tierra.
—Quien iba a pensar que terminarimos siendo unidos por el propio destino -susurre mientras acariaba el cabello de Amaia. —Se que te hice sufrir pero todo tiene una explicación. Me dolio verte partir ese día, me dolió ver como te despedias de Apolo ese día, pero más me dolió tener que dejarte ir aun cuando moria por gritarle a todo el mundo que queria todo contigo. No sabes cuanto me dolió tener que dejarte marchar Amaia Montero.
Hable porque sabia bastante bien que no podia decir esas palabras teniendo a Amaia despierta.
—Te quiero Amaia Montero -dije en voz alta por primera vez en la vida y al decir esta palabra senti como si se me hubiera quitado peso de los hombros. —Lo hago desde que te mudaste al lado de mi casa. Desde que te presentaste ante mi queriendo ser mi amiga.. te quiero desde los doce años, Amaia.
Confesé por primera vez y tras decir esas palabras suspire porque recordaba con bastante claridad el día en que Amaia Montero llego a mi vida.
Flashback.
Era una fria mañana de diciembre cuando escuche un auto detenerse en la calle.
Deje de jugar con la nave espacial a control remoto que me habia regalado mi madre, para centrar mi atención en el auto que se habia detenido. Al hacerlo mis ojos visualizaron a una hermosa mujer salir con elegancia del auto, la gran sonrisa que llevaba en sus labios hacia ver a la mujer todavia más hermosa de lo que era.
Un segundo escuche la voz de un chico y pequeño momento después visualice al joven. Lo detalle e hice una mueca porque claramente me habia llegado un gran contendiente a la hora de volver totalmente locas a las mujeres.
Porque a mi corta edad ya era todo un Playboy, asi que deseó seguir siéndolo.
La mujer y el muchacho entraron a la casa y yo me apresure a acercarme todavia más al jardin para observar un poco. Pero con lo que no contaba era que por estar mirando a donde no debía fui cachado por alguien.
—Hola -maldije entre mis adentros al escuchar una voz totalmente desconocida por mi. Pense en lanzarme a correr pero descarte la idea al volver a escuchar la voz. —Hola, ¿estas bien?
Rodé los ojos y sin pensarlo dos veces gire sobre mis pies.
Decir que me quede mudo cuando vi a la dueña de la voz es poco.
Ella era hermosa, la mire detallandola y senti como el calor se extendia por todo mi cuerpo, especialmente en cierta zona.
—Acabamos de llegar, mi nombre es Amaia.
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Editado: 20.09.2025