Duncan Salvatierra
Era una fria mañana de diciembre cuando escuche un auto detenerse en la calle.
Deje de jugar con la nave espacial a control remoto que me habia regalado mi madre, para concentrar mi atención en el auto que se habia detenido. Al hacerlo mis ojos visualizaron a una hermosa mujer salir con elegancia del auto, la gran sonrisa que llevaba en sus labios hacia ver a la mujer todavia más hermosa de lo que era.
Un segundo escuche la voz de un chico y pequeño momento después visualice al joven. Lo detalle e hice una mueca porque claramente me habia llegado un gran contendiente a la hora de volver totalmente locas a las mujeres.
Porque a mi corta edad ya era todo un Playboy, asi que deseó seguir siéndolo.
La mujer y el muchacho entraron a la casa y yo me apresure a acercarme todavia más al jardin para observar un poco. Pero con lo que no contaba era que por estar mirando a donde no debía fui cachado por alguien.
—Hola -maldije entre mis adentros al escuchar una voz totalmente desconocida por mi. Pense en lanzarme a correr pero descarte la idea al volver a escuchar la voz. —Hola, ¿estas bien?
Rodé los ojos y sin pensarlo dos veces gire sobre mis pies.
Decir que me quede mudo cuando vi a la dueña de la voz es poco.
Ella era hermosa, la mire detallandola y senti como el calor se extendia por todo mi cuerpo, especialmente en cierta zona.
—Acabamos de llegar, mi nombre es Amaia.
¿Padre que moras en los cielos, como puedes crear chicas tan hermosa?
Porque esta que tenia al frente de mi, es más que perfecta.
—¿Estas bien? -ella volvio a preguntar y yo me obligue a salir del asombro en el que me encontraba porque claramente estaba quedando como un verdadero tonto.
—H-hola soy Duncan -dije tartamudeando y esto pareció causar gracia en muchacha. Qué vergüenza, yo todo un conquistador y con ella me ganaron los nervios. No puedo creerlo —Me diste un susto de muerte.
Con estas palabras trate de excusar mi comportamiento pero claramente no estaba funcionando porque la hermosa muchacha enarco una de sus cejas y se rió con bastante fuerza.
—¡¡Es la verda...!!
Declare y poco después ella me noqueo al escuchar mi nombre salir de sus labios.
—Hare que te creo Duncan.
Madre santisima de todos los santos.. escuchar mi nombre salir de los labios de ella causa en mi un mar de sensaciones, asi que con todas esas sensaciones golpeando mi corazón la mire a los ojos y por primera vez en mi vida puedo decir que me habia enamorado a primera vista de ella.
Amaia sin saberlo habia entrado en mi corazón, sin saberlo habia enamorado al playboy.
—Quiero ser tu amiga Duncan. ¿Que dices?
Ella extendió una de sus manos hacia mi y yo sin ni siquiera pensarlo extendí una de mis manos hacia ella.
—Amigos.. -dictamine y posteriormente tome su mano entre la mia. Y al hacerlo esto provoco que una especie de corriente electrica recorriera por completo mi cuerpo.
Y esto confirma según lo que habia leído que ella es la mujer que amare para toda la vida. Con ella iniciaba mi felicidad, pero también terminaba en Amaia.
Duncan 15 años.
La palabra hermosa se queda corta al ver a Amaia Montero.
Hermosa no, hermosísima.
La observé totalmente concentrada en resolver un problema matemático. Y esto me pareció lo mejor.
—Es hermosa... -gire mi cabeza hacia el chico que compartía conmigo la mesa.
—E intocable para tí -dije mirándolo fijamente a los ojos y él sonrió mostrando sus dientes.
—Al parecer el playboy le gusta la princesa... Qué novedad.
Me mantuve en silencio por un momento, y él soltó una extruendosa carcajada.
Tomé varias respiraciones y apreté mis puños, porque si no lo hacía soy más que capaz de romperle todos los dientes.
Trate de ignorarlo al contentarme en tratar de resolver el problema matemático. Pero, el muchacho siguió insistiendo en lo mismo.
—¿Te molestaría que la invitará a salir? -alce mi cabeza y mis ojos concretaron con los de él.
—Si te acercas a ella, te arranco todos los dientes.
—Pués tendrás que arrancarme los dientes porque a esa muchacha me la tiro yo...
1, no lo mates.. 2, no lo mates... 3....
Me levanté de la mesa y la hacerlo la golpeé con fuerza.
—La tocas y te la verás conmigo... -murmure solo para que él me escuchará.
Y él levantó los brazos en señal de rendición.
—¡Duncan, toma asiento! -verbalizo la maestra y yo le obedecí.
Mire mal al estúpido y entre murmuraciones volví a concentrar mi vista en el problema matemático.
—Tranquilo amigo, era una broma. Se que ella es tuya. -alce mi cabeza y entrecerré los ojos luego de escuchar las palabras del idiota.
—¡Vete a la mierda....!
Verbalicé sin importarme lo que pudiera venir después.
—Duncan. A la dirección. ¡Ahora...!
Me levanté de la mesa ante estas palabras dichas por la maestra y camine hacia la salida.
Qué más da.
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Editado: 20.06.2024